viernes, 25 de diciembre de 2020

Industry. Primera temporada.

La primera temporada de Industry viene salpicada por referencias a Girls, a la dirección de algún capítulo de la creadora de Girls. Pero esta serie es mucho más que Girls (me quedé en la segunda temporada, no aguantaba cuitas inaguantables). La primera temporada de Industry viene salpicada por referencias a Girls, a la dirección de algún capítulo de la creadora de Girls. Pero esta serie es mucho más que Girls (me quedé en la segunda temporada, no aguantaba cuitas inaguantables). Algún cursi, alguna cursi, algune cursi (¿tenemos equivalente feminazi para la palabra cursi?), escribirá, dirá, grabará un podcast sobre la presión que tienen los niñatos, niñatas y niñates de los bancos de inversión, el estrés de jugar con millones de libras y euros y dólares, dólaros y dólaras (no confundir libras con libros, las libra siempre era el equivalente a 100 pesetas), sobre el estrés de un exigencia laboral inabarcable. Y empieza Industry con la muerte de uno de estos niñatos que estaba casado con su profesión y, literalmente, vivía para su trabajo, para agradar a sus jefes, jefos y jefas (porque vaya retratito acertado hace de los que mandan, de la cadena de manda y del vivo reflejo del Principio de Peter en el trabajo). ¿Cómo ha llegado a ser jefe, jefa o jefo? Pues dándole a lo que Montero Glez decía que le había dado MM hasta llegar a ser MM. Está claro. No he contado (como hacen mis alumnos con mis chascarrillos en 4º B este pandémico curso) las veces que dicen resaca, que dicen de quedar tras el trabajo, que dicen de liarla parda aunque no tengan posibilidad de liarla parda. Nada como chocar contra un cristal varias veces durante una fiesta del trabajo, nada como una caída en mitad del océano, nada como escupir en el mar antes de ser despedido, nada como mentir en mitad de la mentira. Industry vuelve a demostrar que todo es mentira. Nada es real. Nada tiene veracidad en este opaco espejo de mentiras, en este páramo de indignidad que soportamos en el trabajo. Y somos culpables todos los que no somos los suficientemente reacios a aguantar lo que antes no aguantábamos. ¿Facturas? ¿Recetas antisoledad? ¿Volver para vivir en una mentira? ¿Trabajar en algo que no te gusta para comprar cosas que ni necesitas ni vas a necesitar? ¿Quién necesita un traje nuevo teniendo 20 trajes ya aunque parezcan de un Funerarias Saturnino? De Funerarias Saturnino hablaremos otro día. Industry es una reflexión sobre la soledad de gente que cree que, estando rodeado de seres sin principios durante horas y horas, ya tiene suficiente. Ni suficiente ni leches ni pepinillos en vinagre (aunque ahora estoy dándole más a las guindillas picantes en vinagres plurales recogidos sin daños corporales). La soledad. Hemos creado una sociedad de individuos que viven solos cuando creen que son el centro del universo; de tipejos que creen que una red social es vida social; de sociópatas que escuchan mierda y creen beber ambrosía. Ni la pandemia nos hará mejores. Ni mucho menos. Vivan los bajos instintos. Y de la retahíla de frases, mejor ni empezar porque van a ser lapidarias (o lo serían si esta serie la dirigido Guy Ritchie). Industry es recomendable para verla en Navidad, para pensar, volver a pensar y creer que pensando, otra vez, somos mejores. Mentira. Lo que es Industry es un manual de supervivencia, un instrumento para saber que no se puede confiar en nadie, un recordatorio de la inexistencia de amigos en el trabajo (gente con la que pasamos ratos). O no. Y que hay individuos, individuas e individues que no saben, no quieren y no pueden vivir sin el trabajo. Tal que así. “Sobrevive diciéndoles lo que quieren oir”, espeta un politoxicómano expulsado del trabajo de su vida, expulsado de drogadictos anónimos, despedido de por vida. Le tocaba escuchar La Copa de Europa de Los Planetas, pero ni siquiera sabía que existía. Y estos jóvenes profesionales en ascenso, antes llamados JASP (no como los alumnos de antes Julio, Agosto, Septiembre, puteados… porque ahora les suda el pepinillo en vinagre (o la guindilla, o las tápenas) estudiar en verano), solo quieren ser adorados por los demás cuando hablan de sí mismos en tercera persona. Con un par. Más frases: “Una buena noche con un cliente vale más que 100 informes”. O 1000. O 1789, o guillotinas para todos, o “algún aún por descubrir o algo dentro de mí” como cantaba Jota en LCDE. Y los tópicos políticamente incorrectos que tanto se añoran en las nuevas series políticamente correctas, y serias, y mentirizadas desde el útero materno por la superioridad moral de la izquierda: “No deberían darle pasta a los negros”. Como para decirlo en clase. Y hasta para recomendar a los adoradores de sermones hay regaladores de consejos: “Sé como el cura en el púlpito: claridad y convicción”. Pues eso, Industry es claridad y convicción. Y punto. Coda: Algún día, subidos desde un campanario, habrá que explicar, como el tullido de Sospechosos habituales, la mentira estilizada, la gran mentira de la que desconfiar en mitad de una vuelta insospechada. O no. Coda 2: "Si quisiera una historia, leería Moby Dick". Leer, vaya cosa de infames, pijo.

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