sábado, 19 de diciembre de 2020

The Good Doctor. Segunda temporada.

Aspergianos con malas pulgas que se salen con la suya... a veces. ¿Se podría titular así la segunda temporada de The Good Doctor? Como se trata de estirar el chicle (como todo en la vida, como todo en esta mentira disfrazada de vida cotidiana), estiremos el chicle. Vacilaciones, cambios, modificaciones, música dramática de fondo, tumores del tamaño de una habitación, enfermedades distintas en la vida y en el humor, en la existencia y la supervivencia. The Good Doctor es una historia, ante todo, de superación, de encontrar salidas en un salto al vacío, de alternativas en mitad de la peor vida, de justicia poética sin canciones de Sergio Algora de fondo. Ni la muerte de Maradona ni la cirrosis de Gascoigne pueden ser entendidas sin el contexto narrativo adecuado; la de un cirujano con Asperger en un hospital de San José, tampoco. O sí. O tal vez, dentro de la mentira, podamos teatralizar que el ascenso es posible, que hubo equipos como el Hamburgo o el Celtic que una vez ganaron la Copa de Europa, que incluso, en las peores tormentas, al final, muy al final (si no hay un chino o un virus chino o la versión postmoderna del chino Cudeiro que te joda) sale el sol y te sales con la tuya cuando escampa. Pero, generalmente (¿por qué no escribo básicamente ahora que media España dice básicamente continuamente) no suele ser así. Pero esto es, simplemnte ficción. Y viva la ficción. Coda: Fijaos si son posibles los imposibles que hoy, Koeman como entrenador del FCB se enfrenta al Valencia C.F. con el que hace 5 años vivía un infierno cañizarizado. O no.

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