sábado, 14 de mayo de 2022

Russian Doll. Segunda temporada.

Si algo empieza con el Personal Jesus de Depeche Mode ya nos pasa a su bando. Al bando de 1990, al bando de las zanahorias, al bando de los que tienen heridas en la cara, duermen poco, al bando de las enfermedades mentales. “No se puede elegir la genética, si no hubiéramos elegido ser Nadia Comaneci”. Claro que sí. “La inmortalidad es el gran engaño que se tiene en la juventud”. Todo a la mierda, incluida la juventud. Sigue con su buen ritmo la segunda temporada de Russian Doll. 1982. Otro salto al vacío, con o sin Sofía, con o sin decisiones. Y el Bela Lugosi’s Dead de la Bauhaus, sonando entre niebla, entre opiniones sobre religiones y dinero. Del Wifi al Bourbon, y tiro porque me toca. ¿Dormir es la respuesta? Salto y más saltows, nazis en Nueva York e intentos para huir del Muro.Y el Budapest de 1944, y escaleras y más escaleras, y requisas nazis y todo lo inimaginable hecho serie. ¿Un película de Spielberg o el primer capítulo de Colombo? O no. Todo es mentira, salvo que “la culpa es una emoción malgastada”. O demasiadas emociones, o trenes de escape y salto, de cloaca e inundación. Desconcertante y llamativa a partes iguales, Russian Doll no deja nunca indiferente. Coda: Vivan las ficciones.

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