jueves, 14 de febrero de 2019

Russian Doll. Primera temporada.

Como (casi siempre) leemos a Rosa Belmonte y ella informa, y luego sacamos conclusiones, y luego intentamos seguir alguna de sus recomendaciones, y luego intenté (entre PTI y PTI), empezar con Russian Doll. Todo es repetitivo (hasta en la muerte). Siempre hay un coche, una escalera, un agujero en una acera, siempre las dos mismas tipas al salir del lavabo, siempre una conversación con una china sobre el contenido y la procedencia de uno de sus cigarros. Porque esta es una serie con humo. Con mucho humo. Como indica RB, empieza de una forma que no sabes por donde meterla en la retina. O la forma. Y como dice Rosa Belmonte, el cuarto episodio. El cuarto. ¿Ruptura o cumpleaños cuándo llega comida a casa? Grandes preguntas. Grandes jodiendas con vistas al videojuego. Y se cumple la máxima: "Mi opinión es que no tengo opinión". Todo se cruza antes o después, pero nada por casualidad. ¿Es posible corregir nuestra vida? ¿Alguna vez llega el viernes? Al final, todo se complica, pero todo tiene solución. O tal vez, no. Coda 2: ¿De verdad hemos llegado a adorar a Arthur Lee?

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