lunes, 13 de junio de 2022
Missions. Segunda temporada.
Hágase querer por fronteras y flechas, por cuentos que se pueden torcer y se tuercen. Y ya sabemos que pasa con el pasado: siempre vuelve a joder la marrana. Volver a buscar lo que se quedó en Marte. Versión sobre el pasado. Ideas preconcebidas por unas patrañas. Toca recordar el castigo para los traidores. Nada como intentar algo y fracasar en ese intento. Y si te presentan un capítulo, un episodio de Jara y sedal, aunque sea en un Marte alternativo, lo ves y mejor que mejor. ¿Resucitar o clonar? ¿Inmortalidad o amortalidad? ¿Despertar o vivir una pesadilla? ¿Respuestas para saber lo que no queremos saber? Nunca es tarde para observar, para leer La Odisea, para estudiar al gran poder (momento Sevilla). Evolucionar o estancarse. Vivir con copias de esos humanos. Seres superiores en universos paralelos. Escalas planetarias de vínculos imposibles. ¿Cobaya o solución? Buscar una solución a la codicia. ¿Por qué obligar a alguien a salvar a la humanidad? Al final me recuerda mucho a Stargate (a la película). Máquinas biológicas a las que seguir. Cláusulas paternofiliales. Nada como volverse místico por un rato. Y Asimov, y las tres leyes de la robótica y lo que hay que hacer, aunque no tengas derecho. Cosas que pasan, aunque la salvación no existe. Todo nos supera. Usurpación. Especies que sustituyen a otras especies. Cambiar el mundo se hace madrugando mucho. Morir después de esperar. La mística por encima de la épica, la muerte por encima de todo, la resurrección como estigma cotidiano. Y soñar es gratis, ya seas original o copia o un panfleto de la ira de Dios, o un lunes de carnaval o un oficio de tinieblas. Recuerdos que sustituir. Rastros que amamos y dejamos lejos, o en la habitación de al lado. ¿Qué nos compensa estar vivos? ¿Qué nos compensa seguir respirando? Nada como comparar copias. El riesgo, menudo invento. Viva el clan y la lucha paleolítica y la extinción y que nada funcione. ¿Podemos sentir más que los demás? Reproducir errores y éxitos. Reproducir la divinidad. Realidades matemáticas que nos llevan a la tormenta, a lo eléctrico y a lo antiguo. ¿Qué es lo que nos queda cuando queremos dejar de existir? La fascinación y los iconos. Conectar etapas diferentes: eso nos pasa a todos. Yo solo pienso en los 90’s. Después, casi nada, o simplemente, nada. Decisiones que posponer. Nos creemos los mejores y somos algo demasiado prescindible. Pero nos vienen, nos llegan, cosas que no queremos. Y hay que apechugar. Y siempre tenemos un equipaje, una maleta que cargar: la irrelevancia. Preguntas que no queremos hacer. El barniz y las fachadas y lo que aparentamos ser y no somos. Previsibles. Débiles. Humanos. Bichos. Despreciables. Atajos. Missions va de atajos, y no siempre escogemos los mejores, los más acertados. Y el chantaje de las máquinas. Y siempre ganan las máquinas, hasta que las apagas. Buena reflexión la que nos deja la segunda temporada de Missions, si es que tenemos capacidad de reflexionar a estas alturas.
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