viernes, 31 de agosto de 2018
miércoles, 29 de agosto de 2018
Recordando a ROO
Y no. No estamos en el Olímpico de Badalona. Ni en séptima fila. Pero el gran Rafa siempre está en el recuerdo. Viva el Altiplano.
Las elecciones
Y no me refiero a las del 20 de noviembre de 2011. No. Siempre hacemos asociaciones de ideas. Pero no. Ese día, no. Elecciones de IES, colegio, adultos, mierdas varias. No me gusta el trabajo. No. No disfruto. Pero es lo que hay. Y hay que elegir. Y siempre está el Diablo, su Caja y sus Muertos. Muertos con MAYÚSCULAS. Y todo lo demás, también.
martes, 28 de agosto de 2018
lunes, 27 de agosto de 2018
Unforgotten. Tercera temporada.
La tercera temporada de Unforgotten reflexiona sobre las repercusiones de los errores del pasado. Esos errores. Si. Los del pasado. Los que nunca pensamos que van a volver. Cambiamos de familia, de ropa, de mierdas. Pero no cambiamos el pasado. Ese cabrón vuelve cuando menos te lo esperas. Sin avisar. De golpe. Con o sin porrazo. Y te deja en paños menores, recordando la Nochevieja del Milenio. O la que toque recordar. Da igual. Se caen los palos del sombrajo y a aguantar el chaparrón de mierda en mitad del Segura. Con granizo y pedruscos. Siempre hace daño la piedra, en el riñón y en el alma. Unforgotten hace pensar demasiado. Más de lo conveniente. Más de lo que debemos. O tal vez, no. Pero todo pasa factura: mentiras, mierdas, sueños, ilusiones rotas. Solo hay que pensar en el trabajo cuando estás en el trabajo. Lo demás, olvido. No vale la pena calentar(se) la cabeza en mierdas de distintos pesos: siguen siendo mierdas. Y todo lo demás, también.
Heridas abiertas. Primera temporada
Después de tantas comparaciones con True Detective uno empieza con las comparaciones. Pero no. No se pueden comparar. O tal vez, si. Cada uno que haga las comparaciones que quiera, pero la primera temporada de Heridas abiertas son palabras mayores. Y hermana mayor, hermana muerta, hermana pequeña. Muchas hermanas desgraciadas. Y madres desgraciadas. Y niñas muertas. Y policías pasotas, y policías torturados. Y alfileres, y el imperdible de turno, y la aguja de hilar clavándose en la piel. Y vodka desde las 9 de la mañana. Y el pasado que vuelve, hora tras hora, minuto a minuto, en todos los rincones. En todos los malditos minutos y las Heridas abiertas de por vida. Ahora que Carmen Calvo y sus secuaces quieren quitar límites, quieren juntar consentimiento y violación, en Heridas abiertas nos abren un poco los ojos al respecto. Dientes arrancados al poder como símbolo de violación. Viva la impotencia. Saber lo que tomas cuando llegas a casas ajenas. Arañas. Mitades equivocadas. Dolor. Juegos de niñas pequeñas. Zumbidos de moscas. Y otra vez, el refugio etílico. Cazadores, presas, observadores a posteriores de ese juego de documental de la2 al mediodía, antes de los chicos de ZSánchez nos lo cambiaron por ideologías baratas rancias. Siempre hay que llevar cuidado con las rosas. El detalle de los recuerdos. Avances, avances, avances. Pero siempre hay un "sin embargo" que soltar en una frase. Siempre necesitamos "algo de frivolidad". Siempre. ¿De adolescente prefieres morir o que te vean llorar? ¿Se puede superar la pérdida de un hermano? Heridas abiertas es una olimpiada de dolor continua, una conjunción de pruebas y matarratas casero con anticongelante, de mitología perfesónica y crujir de dientes. Todo es mentira, todo es muela, todo es una casa de las miniaturas, todo malas influencias, todo llamadas a una madre que hace lo que sea por sus hijas, por sus vecinas, por su Alan de jersey en el cuello. Siempre hay una historia que contar, siempre una mentira que edulcorar con botellas de color naranja y azul, siempre un vómito que salve. ¿La naturaleza es caprichosa? Trastornos con demasiada locura, locura que lleva a la lucidez, sudor y cerdos, bicicletas que explican a una dama de blanco, a tres niñas con patines, a un ejército de ventiladores. Pero el ventilador, como casi siempre, solo levanta mierda. Mierda sobre mierda.
domingo, 26 de agosto de 2018
Lo bueno engorda (IV)
¿Vida inteligente por el Saavedra Fajardo? ¿Algo que salvar? Pues las migas de Escámez, no necesariamente con lluvia.
Lo bueno engorda (III)
¿Algo a destacar de la estancia en el Isaac Peral? Únicamente los pinchos de tortilla del CBC.
Lo bueno engorda (II)
Lo único que recuerdo decentemente de la estancia en el Jiménez de la Espada son los bocadillos de chorizo a la sidra de la Bodega Nicolás. Espectaculares.
Lo bueno engorda (I)
Creo que lo único que voy a añorar de Torreagüera van a ser los bocadillos de tocino del Lejías. Lo bueno engorda.
lunes, 20 de agosto de 2018
domingo, 19 de agosto de 2018
La casa de las flores. Primera temporada.
Empecé con La casa de las flores después de que Emilia Landaluce escribiera sobre ella y Rosa Belmonte la recomendara. Ellas escriben de perlas y sus palabras son significativas. Esta primera temporada hay que verla sin prejuicios y tomándolo todo por el pito del sereno. Todo puede cambiar a peor, a mejor, a igual o a Pedro Sánchez. Con y sin Falcon, todo puede empeorar. Hay que reir(se) con todo, de todo, por todo. Siempre. Y vivan los Hooligans.
Coda: No está aquí. No está aquí. No esta aquí. No.
La conquista extremeña
En todo fenómeno histórico se produce un proceso cíclico. Ya lo escribió Polibio, y Vico, y demás sombras de las que nadie se acuerda hoy. Y las tierras de conquistadores serán conquistadas. Como debe ser. El providencialismo hecho canción.
viernes, 17 de agosto de 2018
jueves, 16 de agosto de 2018
StartUp. Segunda temporada.
Otra vuelta de tuerca en la segunda temporada de StartUp. Muerte, lucha, carne en el suelo, lágrimas, drogas, nuevas ideas, lechugas frescas, SOA. Más ideas de la niña y los secuaces, los adláteres, detrás. Ideas nuevas en un mundo cada día más nuevo. Maldita sea todo. Todo se enreda. No debería hacerlo, pero se vuelve peor. Sangre, llantos, dolor. Demasiado. Demasiado. Joder. Pero la segunda de StarUp, aunque cueste a veces, es buena. Muy buena. Demasiado buena. Y también es una bajada a los infiernos, una llegada a los altares, pasar de la huida hacia adelante a la renuncia total, a la ebriedad del abstemio y a la velocidad de las balas, a morir en brazos de un amigo y a la quietud de las olas, a la fuerza de las mentiras y a la necesidad de visitar cementerios con calles llenas de césped. Es una temporada de salvar pellejos, de escapar cuando no es posible, de ahogarse en la propia mierda. Visitar estúpidamente a personas con las que no tienes nada en común. Historias, como la de la rana y el escorpión. Hacer daño, a otros, no solo a ti. Pero es lo que hay. No hay más. Siempre, aunque tengamos piscinas cerca, acabamos nadando en mierda. Nombres comunes, pasados comunes, futuros de mierda. Pero sobre todo, la serie habla de traiciones, las propias y las ajenas, las de momentos delicados y las de las 24 horas al día. El personal no es de fiar. Y hay que elegir. Todos elegimos. Todos descartamos. Todos.
miércoles, 15 de agosto de 2018
Heathers (Escuela de jóvenes asesinos)
Heathers(Escuela de jóvenes asesinos) llama la atención desde el primer minuto. No deja indi(e)ferente. Nunca. No recuerdo la película en que se basa. Pero sirve de penitencia. Un poco como Dexter, para cumplir deseos bíblicos de venganza y penitencia, de mal dolor y sarna con gusto no pica. Bajo su apariencia de frivolidad jocosa deja frases de las que hacen pensar. Y nunca una reunión de profesores fue tan ilustrativa del tipo de elementos que enseñan a nuestros jóvenes. O no tan jóvenes. El problema no son los jóvenes. Como bien muestra Heathers, el problema son los padres. Y los campamentos. Y los putos móviles. Y el desprecio por la vida. Y las jodiendas con vistas al colegio que hace apología del suicidio en un musical. Viva la ficción. Dice Federico por las mañanas que a través de la radio las personas no captan la ironía; ahora, parece ser, que tampoco en la televisión. Hemos llegado a un nivel de autocensura que roza lo bochornoso. Desastres, televisión, intereses creados sin Don Jacinto. Y todo lo demás, también.
martes, 14 de agosto de 2018
lunes, 13 de agosto de 2018
Succession
Hay rebaños en los que encuentras alguna oveja negra; otros, solo tienen ovejas negras y alguna blanca; por último, algunos en los que la mayoría son ovejas negras. ¿Podemos creer todo lo que nos cuentan? ¿En estas familias hay lágrimas de cocodrilos? Hace falta la muerte del patriarca para repartirse el botín. Pero todavía quedan muchas mierdas que contar. Las agonías largas son peligrosas. Confusión y todo lo demás. Succession no deja espacios en blanco, no deja espacios en negro. Succession es, directamente, el tablero de ajedrez. Y en estas fichas, todos son cazas destructores en busca de objetivo. Y mientras la agonía continúa, el emporio se desploma en bolsa y uno de los incapaces de la familia se cree que está al mando de todo. Y mientras, relaciones personales que juegan entre el chiste y el drama. Y, como en todos los rebaños, llega una oveja descarriada que pretende sumarse a la trashumancia. O como se diga. Argumentos psicópatas. Imbéciles con mucho dinero pero que pueden hacer locuras. Como cualquiera. No saben si alegrarse o morirse. Benditas mociones de censura. Solo falta el PNV para hacer redonda la mesa de juntas. No recuerdo, en los últimos años, una serie con tal cantidad de frases inteligentes, hirientes, de las de hacer sangre, tan bien unidas. No lo recuerdo. Quizás, la mala memoria. Succession aprovecha las atmósferas cerradas, el Gran Hermano emocional, la forma de darle forma de oración al dolor y la venganza. Y cuanto el ventilador de mierda empieza a salpicar, salta más allá de la tele. Lo dicho, e empezar a recordar. Y no recuerdo frases como las de esta primera temporada de Succession.
domingo, 12 de agosto de 2018
viernes, 10 de agosto de 2018
Fauda. Segunda temporada.
No deja títere con cabeza la segunda temporada de Fauda. Fiel retrato de un conflicto que sigue latente aunque no aparezca todos los días en el Telediario. Familia, Estado, relaciones personales, ISIS, Hamas, Ejército israelí, Servicios Secretos. De todo un poco. No hay matiz que quede desapercibido. Traición, cárcel, muerte, secuestro. De todo un poco. La tenía en la recámara hasta que curiosamente, el 23 de junio, en las oposiciones, nos pusieron cuatro mapas del conflicto árabe-israelí. Y el asunto sigue, y sigue, y sigue hasta el infinito. Y lo sufren las personas, no solo los políticos. Altamente recomendable esta segunda temporada de Fauda.
jueves, 9 de agosto de 2018
T2: Trainspotting
He esperado a acabar las oposiciones, las postoposiciones y lo que va después de las postoposiciones para ver T2: Trainspotting. Grandes recuerdos. Lo cantaba Estrella Morente. Volver y todas esas cuitas. Volver. Volver. Y volver a volver. Pero no todo es volver. Hay que pensar en el pasado. En las mierdas del pasado. Pero ahora (que estoy cojo), es una buena revisitación. O podemos poner(le) otro nombre. Cocina con vistas a un estercolero. Himno generacional (sin el año 83). Será por eufemismos...
miércoles, 8 de agosto de 2018
Santo Domingo de Guzmán
Como no he encontrado canciones sobre Santo Domingo de Guzmán, habrá que conformar(se) con el Cayetano de Carolina Durante. Que no es poco.
martes, 7 de agosto de 2018
La verdad sobre el caso Harry Quebert
Los escritores, sus cuitas, sus mierdas, sus invenciones, sus historias. Y, sobre todo, sus tomaduras de pelo. La verdad sobre el caso Harry Quebert es una gran historia de mentiras, de mierda sobre mierda. No sé el motivo por el cual, después de cuatro años muerto de aburrimiento sobre una leja blanca, empecé a leer el libro de Joël Dicker. No lo sé. Ahí andaba desde que alguien en el Bachillerato vespertino del Saavedra Fajardo me lo recomendó. Vivan los regaladores de consejos. Vivan los zares de la concordia. Se lo decía a una alumna, a Araceli, siempre que la veía con el libro de Bernabé Tierno encima de la mesa. Pero esa es otra historia. En fin. La verdad sobre el caso Harry Quebert es una historia de libros que contienen historias de libros en su interior. Y mierda inventada, y mucha improvisación y mucho éxito. La verdad es que engancha. Estira el chicle de forma mágica, la verdad. Pero de eso se trata. De enganchar. Y La verdad sobre el caso Harry Quebert lo hace. Vueltas al pasado, chica desaparecida, policías, bares, sueños, bailes de fin de curso, madres con pretensiones. Muy Yankilandia todo. Viva Gringolandia. ¿Debemos aguantar 600 páginas por muy bien escritas que estén? ¿Debemos conservar el don de la paciencia ante semejante uso de las palabras? ¿Sarna con gusto no pica? ¿Debemos recordar los viejos casetes de programas de Jorge Albi y Ángela Beato que escuchábamos en 1996 antes de ir a la Facultad de Letras? ¡Viva el tiempo de verano!
Camarón: De la Isla al Mito
Empiezo viendo Camarón: De la Isla al Mito cojo, prestando atención a esas imágenes de San Fernando de principios de los 50's, con los de Marina y la Infantería y Bazán y todo lo demás. Y sale su madre, gitana cantaora dándole a la copla, entre bar y bar que limpiaba la mujer. Y la Venta de Vargas, y Rancanpino, y sus vecinos y amigos, y fotos e imágenes de la época, hecho un chiquillo, pidiendo fandangos para escucharlos y mejorarlos, y Antonio El Chaqueta y El Chato de la Isla y toda una farándula de genios incomprendidos entre el hambre, las guitarras, los cajones y la manzanilla. Y se habla de la pasión de Camarón de la Isla por el toro, hasta que un día un novillo le pegó un susto y se lo dejó, pero no dejó su amistad con Curro Romero y Manzaneres padre y El Cordobés. Casi nada. Solo había tenido interés por Camarón de la Isla tras leer algunos textos de novelas de Montero Glez. Es detallista Camarón: De la Isla al Mito. Muy detallista. Desde José Mercé a Tomatito y a los inicios y todo lo demás. Y el "western flamenco" con Manolo Caracol, que tuvo que rendir(se) a sus pies (después de decir que un gitano rubio no podía cantar flamenco de verdad). Y el bautizo de su hijo, dos días de jarana. De traca. Y la compañía de Miguel de los Reyes, y la amistad con Bambino, y el tablao de las Torres Bermejas, y Farina y Porrina de Badajoz, y aquella película de Casa Flores haciendo un playback en moto, y La Paquera y Fosforito, y Dolores Abril poniéndole el sobrenombre de Camarón, y Juanito Valderrama viéndolo cantar fandangos, y Pansequito y la Venta el Palomar, y de fiesta en el Bar Tulsa, y los años con Paco Cepero, y el Lebrijano, y los años con Paco de Lucía, su padre Antonio Sánchez y los nueve discos juntos. Y el salto que supuso La leyenda del tiempo, incomprendido una y mil veces y hoy puesto en los altares, como le pasó a Morente con Despegando y a Lole y Manuel con Nuevo día. Y el papel de Ricardo Pachón, productor de La leyenda del tiempo, y la influencia que supuso junto a Smash, y cantar a Federico García Lorca. Y la gran relación con Tomatito. Y su matrimonio con La Chispa. Y fuera, y la fama, y los festivales, y París, y Nueva York, y el reconocimiento. Y 1992. Y todo lo demás, también.
¿Por qué acaban los lunes?
Hay preguntas que es mejor no contestar los martes. Hay frases que nunca hay que escribir, que nunca hay que pensar, que nunca hay que concebir. Escualos que buscan sangre. Vergonzosas cuestiones para un martes con cojera. Libertad para un órgano que no la pide. Pipas. Medicinas. Testigos. Canastas de dos en Utah. Y todo lo demás, también.
¡Felicidades, Cayetanos!
Cada siete del ocho, toca felicitar a los Cayetanos, tengan o no másteres o diputados en ayuntamientos y comunidades autónomas y sirvan de cojín (sin motivo aparente) a PP y PSOE. Viva la felicidad, viva la cayetanidad. Viva el 7 de agosto.
lunes, 6 de agosto de 2018
El Chapo. Tercera temporada.
No todos pueden elegir el modo de morir. El Chapo lo tuvo y no lo aprovechó, igual que pretendió jugar a ser el rey consorte del sur y acabó extraditado a Yankilandia. Huir, huir, huir. Se repite mucho ese verbo en la tercera temporada de El Chapo. Demasiadas veces. También se habla de lealtades, de escapadas sin final, de traiciones carnales. Lo que no puede ser, no puede ser. ¿Es además imposible? Siempre que se pueda hay que huir. Si se tolera una deslealtad, filial o no, cualquier mal vendrá después. No profundiza mucho, aunque está superficialmente reflejado ese día que la emperatriz del norte pasó con el Chapo y que lo cambió todo. O que lo pudo cambiar todo. Nunca lo sabremos. O tal vez, si. También mantiene el interés la serie por las luchas internas por el poder dentro de los prietistas peñistas, siempre jugando con el eufemismo de los nombres y las campañas electorales y el apoyo del narco a los candidatos en los comicios. Nada nuevo bajo la bombilla de bajo consumo, pero no está mal recordarlo de vez en cuando. No está mal recordar el papel gringo, y el de los que no saben decir. Decir que si, es relativamente fácil. Abandonar el barco en la cresta de la marejada, no tan fácil para algunos. Y todo lo demás, también.
domingo, 5 de agosto de 2018
El dolor de los demás
Empecé a leer El dolor de los demás un 4 de agosto de 2018. En Aljucer. Ya no sé si Aljucer es huerta o no. Aljucer también tienen sus asesinatos, sus suicidios, sus Yeguas, sus habladurías, sus chismes, sus mierdas. El que no ha vivido en la huerta no sabe lo que supone esa atmósfera. Cada mote, cada palabra, cada asunto, tiene su significado. O muchos significados a la vez. Miguel Ángel Hernández Navarro da un paso más después de Intento de escapada y de El instante de peligro. Un rato antes de empezar a leer El dolor de los demás estuvieron en casa de mis padres, Jesús y Lali para verme ante mi reciente dolencia ligamentosa y mi cojera crónica agosteña. Ya no hay tanto limonero en Aljucer, pero siempre recordamos la historia del Dioni II, o las andanzas del hombre de la camisa verde, o el modo de morir del cura Leal. Los pueblos, la huerta y todo lo demás. Da igual que nos vayamos al Lejías de Torreagüera, al Carrasco de Aljucer, al Guiti de Alquerías, al Jara y García de Beniel. Siempre, en un sitio de estos pueblos, encontraremos, recordaremos, intentaremos entender lo que pasó cierto día y a ciertas personas. La muerte del raro. Escribe MAHN que hoy, en cualquier centro educativo, al amigo con el que pasaba muchos ratos y que hizo el disparate que cuenta El dolor de los demás lo habrían diagnosticado como autista, como Asperger. Ahora todos los niños son diagnosticados de algo (o como dice un compañero de hace algunos años, todos los niños que sus padres quieren que sean diagnosticados son diagnosticados). En fin. Que el tal Nicolás era un raro de mucho cuidado. ¿Pero quién no es raro con menos de 25 años? ¿Quién no es raro después de ser monaguillo? ¿Quién no es raro después de pasar por la EGB y los cursos de preparación de confirmación? Todos somos raros, todos hemos sido raros, todos hemos sido distintos. También escribe MAHN sobre las pintas que teníamos esta bendita generación del 77 (sí, MAHN, mi padre vio en el libro que me trajo Jesús esa noche que eras de la quinta del 77 y que eres el hermano de José Antonio). Todos tenemos una etiqueta adscrita, todos tenemos un pasado, todos tenemos una foto o un video en el que estamos más gordos de lo que creíamos haberlo estado. ¿O era al revés? Cuando estudiaba en el IES El Palmar, hoy rebautizado carrascoyzadamente, un compañero se suicidó después de que su padre se lo llevara un día del instituto diciendo que en casa se iba a enterar; hace poco más de un año, Lucía, una niña que vivía en Aljucer, se suicidaba después de acosos en otro instituto de la huerta, en Patiño. Todo está aquí por algún motivo. Repite MAHN, poniendo en boca de vecinos, que ahí había mucha mierda. Habladurías básicas de pueblo: que si los hermanos estaban liados, que si la hermana estaba preñada, que si, que si, que si... La misma historia de siempre. En la huerta, antes o después, te toca apuntarte a una hermandad, te toca cargar el trono de la virgen o del nazareno o del crucificado, te toca tocar las campanas cuando fallece el cura que estuvo muchos años en la parroquia, te toca tomar dulces en Navidad aunque no tengas malditas las ganas de tomarlos. Los que hemos estado cuidando a alguien en Navidad recordamos cada uno de esos momentos, recordamos las lágrimas derramadas escondidos en cualquier cuarto. La puta huerta y sus daños colaterales. Sus muertos. Y todos, o casi todos, conocemos a alguien que comparte hermano y padrino. Dos en uno. Más de uno, más de un hermano. El pueblo, la huerta, dolores ajenos que son propios. Mis hermanos Alfonso y Pedro si que fueron monaguillos; yo, por contra, no. Voy a misa todos los domingos y fiestas de guardar y días de precepto, pero llevo sin comulgar casi 26 años. Cosas que pasan en los pueblos, cosas que pasan por leer en los pueblos, cosas que no deberían pasar y pasan en los pueblos, que pasan donde antes había huerta y ahora hay pisos y dúplex en los que el aire acondicionado chirría las 24 horas del día, antes y después de la procesión, de la romería, de las jodiendas con vistas al bancal y con el agua que, anteayer, iba por los brazales para regar los pocos limoneros que quedan. Y siempre hay que huir un rato de la huerta. O intentar huir. ¿Qué decir ante el hermano de dos muertos? ¿Lo siento? No sé yo. En mi caso, yo soy más de "no tengo palabras". Porque es verdad. Muchas veces, en los tanatorios, en la iglesia, no me salen las palabras y digo el manido "no tengo palabras". Hace tres semanas y pico falleció el hijo de mi primo Manolo, Rosendo. Me "tocó" estar en su casa hasta que llegaron los servicios funerarios, me tocó cargar la caja para meterlo y sacarlo de la iglesia, me tocó ver el momento en que lo metían en una bolsa. 31 años tenía Rosendo. Lo dicho: no tengo palabras. El dolor de los demás es un suceso preInternet. Lo que no está en Internet, no existe. Siempre le digo a mis alumnos, cuando me dan trabajo, cuando tengo "el privilegio" de trabajar unas horas, que si yo hubiera tenido Internet no hubiera acabado el Bachillerato. Ni de coña. Se ríen los zagales, pero saben que es verdad. ¿Qué hubiéramos escrito en Twitter la noche de los acontecimientos de El dolor de los demás? ¿Qué comentarios hubieran salido por Facebook? Todo hubiera sido distinto. Verdades, mentiras, medias verdades. El vaso siempre está medio vacío, el vaso siempre hay que llenarlo, el vaso siempre hay que "espumarlo" porque MAHN si que ha "espumao". En un Videodrome, el programa de Radio 3, Gregorio Parra dice que Auschwitz no hubiese existido en época de Twitter porque nada más tener conocimiento se hubiera hecho viral y no podría continuar esa locura. Pero las locuras preInternet, siguen existiendo, como el Real Murcia de Mesones en nuestro recuerdo. Y sí, perdimos la promoción contra el Real Zaragoza. ¿Por qué hay que desenterrar a Franco? ¿Por qué no hay que desenterrar a Franco? ¿Por qué monumentos conmemorativos de Prieto y Largo Caballero en Nuevos Ministerios? Será por preguntas, será por Nochebuenas, será por joder la marrana. También analiza el cambio terminológico a la hora de tratar estas muertes. Ahora, en 2018, todo hubiera sido distinto y el feminazismo reinante hubiera distorsionado el fratricidio. No hay color, en ciertos sentidos, hemos ido a peor. Y no solo escuchando a Carmen Calvo hablando de Don Quijote. ¿Tragedia romántica? Puede ser, tanto o más que un tipo apellidado Huerta y ser el ministro más corto de lo democracia. O, casi casi, el más cortito. Huertas, Huerta, hortícolas al poder. Curioso, que no casual, que las casualidades no existen. O volver a leer Las pirañas. O leer Las pirañas cuatro años después (otra vez). Con los libros pasa como con muchas cosas, que no sabes cuando los volverás a probar. En primera persona del singular. Escribe MAHN sobre todas las mierdas que hacemos por los putos compromisos. Amén. Misa de 6, como ese gran bar de Murcia. Pero nadie se acuerda de lo importante. O de lo que fue importante en una época. No creo mucho en las tradiciones obligadas (José Perona hablaba de las tradiciones como modas envejecidas): Yo me tomo el arroz con cuchara. Siempre. ¿Hay siempre una Sor Francisca en nuestra vida? ¿Quién te dejó a ti discos de música clásica? ¿Tomás Luis de Vitoria por Los Planetas? Siempre Los Planetas. Andar no aclara las ideas. Andar es de pobres, por mucho que un cura te diga lo contrario. Siempre le digo a mis alumnos lo que nos recuerda Manuel Alcántara a menudo: No conozco ningún cartero que andando llegara las 120 años. Mateo Campuzano no solo ponía los goles del Real Murcia. Hacía de todo en Tele Murcia (o TeleMurcia). No teníamos cadena autonómica. Tele Murcia (o TeleMurcia) y poco más: Ana Radigales y algunos compañeros más. Los resúmenes del fútbol, ver la tele antes de volver al colegio por la tarde, o los programas pro la tarde en la la 2 (desconexiones territoriales). Y los partos de los gatos... Yo, en Aljucer, con la Tita Isabel, lo que hacía era tirarlos a la acequia. Era lo normal. Hoy, los hitlerianos defensores de los animales, me matarían. O algo peor. Vaya usted a saber lo que me harían. Y también en la Parroquia he leído el Evangelio en Semana Santa. Incluso, tras un SOS, domingo sin dormir, FICA y Mariano Rojas, me levanta las cejas Don Patricio y me dice de leer en la misa que no era la de las comuniones. Lo que no pase en un pueblo, en la huerta o en lo que queda de huerta, no pasa en ningún sitio. O en casi ningún sitio. También retrata bien MAHN las entrañas de la justicia, y de los secretarios judiciales, esos dioses, aunque no siempre sean simpáticos como el bueno de Rafael Martínez Cuadrado. Incluso nos recuerda al compañero de clase de don Andrés, Leonardo Cano y La edad media. Nos hacemos mayores. Muy mayores. Y palabras y más palabras, y heridas abiertas que a veces se pueden intentar cerrar. O tal vez, no. Y ya lo escribió Montero Glez al principio de Sed de champán: "El pasado o se olvida o se magnifica". No sé si El dolor de los demás sirve para olvidar, para magnificar o simplemente para terminar un rato de un domingo de verano. O quizás no entendí nada del relato.