viernes, 30 de agosto de 2019
jueves, 29 de agosto de 2019
miércoles, 28 de agosto de 2019
Heimebane. Segunda temporada.
¿Qué pinta un tal José o Jorge en un pueblo de un equipo de tercera división noruega viendo un partido del Getafe con una camiseta del Getafe? Aparte de las anécdotas, la segunda temporada de Heimebane (además de caras reconocidas de otras series noruegas postsopranísticas) nos lleva a las mismas preguntas trascendentales de la primera: cuestión de género, derrota diaria, papel de la sumisión en nuestros actos cotidianos, sueldos de mierda, relaciones personales complejas y manifiestamente mejorables y un montón de asuntos más. Muchos. Bajo el barniz futbolero, todo cabe en Heimebane. O casi todo. Reflexiona la segunda temporada de Heimebane también sobre el precio del éxito y sus consecuencias, sobre lo que cuesta y el modo en que pagamos por ello. ¿Merece la pena el esfuerzo y tragar bilis negra para ello? ¿Únicamente importa ganar? ¿Podemos olvidar el pasado una vez que estamos en la cresta de la ola?
domingo, 25 de agosto de 2019
Mindhunter. Segunda temporada.
Mindhunter vuelve con su segunda temporada. Darle al coco, volver a pensar, darle la vuelta a los asuntos, a los asesinos en serie, a los cuerpos de bebes crucificados, a los colgados que hacen cosas raras en los baños y en las bibliotecas y matando gente. Mucha gente. ¿Qué lleva al hijo de Sam a hacer lo que hizo? ¿Y a Manson? ¿Y a cualquier colgado? Si en la primera ya profundizaba con asuntos familiares, ahora se mete más con la cruz y la tijera, con la locura y los problemas raciales, con los más bajos instintos dentro y fuera de la Iglesia. Y, pese a estirar el chicle un poco más de lo necesario, a partir del quinto episodio, empieza a salir la bilis, y más bilis, y Manson, y descubrir que todo es mentira en nuestra existencia. Y mezclar trabajo y vida cotidiana, y buscar semejanzas entre el adoptado familiar y esculpir pensamientos codificados. ¿Los hijos abandonados haciendo lo que hacen por nuestra culpa? ¿En un instituto? ¿En un colegio? ¿En la consulta? En palabras de Manson, "la única verdad es el ahora". ¿Vivimos rodeados de profetas falsos? ¿Somos más de Jesucristo o del Diablo? ¿Para qué queremos la moralidad si tenemos fútbol y libros todos los días? Manson también dice "que en el amor no existe el mal". ¿Meter miedo? Definamos meter miedo, mucho miedo. ¿Podemos escuchar el Helter Skelter en bucle hasta el final de los tiempos? ¿Guerra racial? ¿Inventada por la doble firma JLPA y sus secuaces? Vaya tela. También de CM: "La cárcel está en la mente". Viva el silencio, vivan los negros que amaban a los Celtics que jugaban con blancos. Yeeeeeeeeeeeeeepa. Y siempre hay un Atari al que volver, y un contestador al que dejar un mensaje. Y llevaba mucho tiempo sin escuchar "enervante".
Coda: Y todo es mentira, y mientras busquemos chivos expiatorios, todos contentos. Viva la gran mentira de la humanidad.
Coda 2: Hay que pensar en grande para empezar una serie con Roxy Music...
sábado, 24 de agosto de 2019
¿Volvemos a verla?
Habrá que volver a pensarlo, por lo menos. ¿No? Diez años después del diez años después. Y curioso, que no casual, que como ayer, suenen los Kinks. Hermanos Davies en la hermandad de NJ.
Coda: Y sigue siendo cierto eso de que no sabes lo que te vas a encontrar en el tanatorio siguiente.
viernes, 23 de agosto de 2019
miércoles, 21 de agosto de 2019
¿Tan mayores somos?
Recuerdo este partido, ese domingo por la tarde con Chema en la residencia catastral... ¿Tan mayores somos?
lunes, 19 de agosto de 2019
Pásame con Roger Stone
Lo primero que te llama la atención de Roger Stone (de joven) en Pásame con Roger Stone es que parece Carlos Cuesta (no sé si antes o después de Colón, pero parece Carlos Cuesta). Como vivo alejado del mundanal ruido y olvidado del universo, me enteré de la existencia de Roger Stone viendo La voz más alta. Aquí no va el asunto sobre Ailes sino sobre Stone, pero ambos fueron consejeros políticos desde la época de Nixon y estuvieron en el ajo para su elección (Stone hasta tuvo que ir al Gran Jurado con el asunto del Watergate). Vaya tela con los consejeros políticos. Vaya tela. Consultores políticos los llaman. De consultores, nada. Creadores de opiniones en toda regla. Ahí aparece desde el principio Roger Stone y sus reglas, sus distintas reglas (prefiero ser un infame que un famoso, el pasado es un maldito prólogo, no estás derrotado cuando te derrotan sino cuando te das por vencido, atacar/atacar/atacar nunca defenderse, los negocios son negocios, lo único peor que estar errado es ser aburrido, lo que es de dominio público puede reclamarlo cualquiera, reinventarse, nada es verdad [todo es mentira prefiero yo, pero en algo estoy de acuerdo con alguien con injerto de pelo], piensa en grande/sé grande, el odio es un arma más poderosa que el amor, debes hacerlo todo para ganar, y no sé si alguna más, que tengo muy mala memoria). En fin, que desde el principio aparecen fotos con Nixon (lo lleva tatuado en mitad de su espalda), con Reagan, con Bush padre... Y muchas imágenes más. Consultor, asesor, llamadlo de la manera que os apetezca. El que maneja los hilos, con luces y a la sombra, depende del momento. Recuerda RS su primera gran experiencia política, en una convención republicana a mitad de los 60's, y la campaña de Nixon y se pone en relación el papel de la información y también de la desinformación. Casi nada. Se jacta de ser el cerebro de la captación de votos de Reagan en las elecciones de tres estados en el 80 (y con razón, sabiendo lo que votaba cada distrito, buscando el voto católico, el voto italiano, el voto irlandés). Todo controlado, como hace con su cuenta de Twitter y con su programa de radio de los sábados. Y su obsesión, los Clinton. Ahí el documental da mucho juego (tanto o más que un buen mediocentro en un equipo con aspiraciones a un título importante). Habla de su lobby con Black y Manafort (el que luego recupera Trump en su campaña electoral de 2016). ¿Asesoraban a dictadores del Zaire y Filipinas? ¿Qué más das? Lo importante era el dinero y ganar más dólares y daba igual la procedencia. Daba igual. La cuestión es ganar. Empresa, país, dictador, daba igual. Dinero llama dinero. La cuestión era ganar influencia, poder, elecciones. Lo que fuera. Pero ganar. Y nada de preguntas morales ni pajas mentales. Lo dice bien claro el documental: "La moralidad es una debilidad". Una de ellas, una de tantas, una de aquellas que acaban con todo. Y si hay que buscar el antielitismo, se busca, que ya ha quedado claro que todo es mentira. Buscar el voto de la "mayoría silenciosa" para darle el poder a los ricos. Lo de siempre. Y los caminos de Trump y Stone ya se cruzaron décadas atras, con asuntos en Atlantic City y los casinos y la elección de gobernador en NJ. Y su contemplativo jardín en Florida, y su salón de recuerdos y su apoyo a Dole y Kemp. Pero en esa capacidad de reinvención, le tocó pasar su propia fiebre, con un escándalo sexual en 1996. Pero resurgió y fue clave en el asunto del recuento electoral de Florida que llevó a Bush Jr a la presidencia y dejó a Al Gore a las puertas (nos recuerdan el asunto hasta con [la pendiente de ver] Recount de HBO]. También aparece reflejado el papel que tuvo con el asunto del recientemente fallecido Ross Perot y el Partido de la Reforma, y como con esos resultado (más del 18% y del 8% en el 92 y 96 los demócratas salieron beneficiados). También como se postuló Trump al Partido de la Reforma y la campaña contra Pat Buchanan que llevó a la insignificancia política de ese partido. Cuenta el documental como RS pasó de trabajar con Buchanan a hacerlo con Trump, y tiro porque me toca. Todo es mentira (otra vez). También sale a relucir el asunto de la dimisión del gobernador de NY Eliot Spitzer y mil asuntos más. Y el asunto keniata de Obama que ya vimos en la serie sobre Ailes, y la estrategia sureña (muro y demás) que ya se utilizó en época de Nixon, y el famoso debate en Fox News con Trump y los candidatos republicanos y Megyn Kelly y si Trump despidió a RS o directamente dimitió. Preguntas, preguntas, preguntas. Y como el círculo no se cierra nunca, el documental indaga también en si fue Corey Lewandowski el que largó a RS, y si luego CL fue sustituido por Paul Manafort (otra vez), que a su vez se vio inmerso en el asunto de los rusos, y los correos y todo lo demás. Todo eso hasta que Manafort también tiene que dejarlo y aparecen Steve Bannon (al que ya vimos en el tema del Brexit y a Kellyanne Conway y todos los demás. Y siempre por ahí, Roger Stone. Siempre.
viernes, 16 de agosto de 2019
Network (1976)
Reconozco que no tenía ni idea de la existencia de Network hasta que llegó a mis oídos una emisión del Videodrome de Radio 3. ¿Cómo no se expone en las facultades de periodismo el primer día de clase? Bueno, si no el primero, en las primeras semanas (yo estuve cuatro meses, y por allí nadie la puso, ni hablaba de ello, ni llevaba cuatro periódicos bajo el brazo). Pero volvamos a Network, al poder maldito de la televisión, a la humillación constante y diaria de lo que ponemos y sacamos a relucir. Network son bajos instintos y guiones preestablecidos, es lucidez taciturna y evasión, son gritos en mitad de la noche porque un gurú televisivo diga que hay que gritar, y gritar y volver a gritar. O tal vez, no. Tal vez no nos conformamos (todos, algunos, alguien en primera persona del singular) con lo que nos venden, con lo que pasa entre los anuncios y los informativos, entre la entrevista que Pablo dijo que haría con Piqueras (anunciada por Sálvame) y que luego no se llevó a cabo, lo que pasa cuando un Telediario de TVE1 hace la rueda de prensa entera de Pedro en el mes de agosto de 2019, lo que ocurre con las cremas de Cifuentes y lo que no ocurre con el Master de Casado ni el plagio de Cum Fraude. No. ¿Qué se nos vende exactamente? El personaje, el gurú televisivo de Network habla de porcentajes: los que ven la televisión y los que leen libros. Eso, a mitad de los 70's, ya era preocupante; más cerca del 2020, un dramón de proporciones isabelinas. ¿Podemos escapar del influjo televisivo? ¿Qué tejemanejes tienen las grandes corporaciones para controlarnos? ¿Está todo supeditado al dinero extranjero? Aquí lo tenemos claro, con italianos y secuaces controlando más del 90% de la televisión en abierto y el sorayismo ilustrado entregando informativos a macarras de medio pelo y zoológico intransigente. En todos los lugares, la misma mierda, la misma voz (alta, menos alta, enana rumbera). Hay que ver Network. La tenemos que ver la que dejamos Periodismo nada más empezar y los que quieren empezar o están en ello y no la han visto. O, simplemente, pensar. Ver algo, durante dos horas, que nos haga cuestionarnos más los asuntos realmente importante. O no.
jueves, 15 de agosto de 2019
The Naked Director. Primera temporada.
Como si de una sesión focolarina se tratara, The Naked Director empieza con fracaso y citas de Juan Salvador Gaviota (por ese orden y sin citar al baloncestita polaco). Y de ese fracaso, al paulatino ascenso dentro de un mundo en el que hay que darle a la imaginación... o no darle. Con el pretexto del tema de fondo, lo que cuenta The Naked Director es una la historia de una superación: del fracaso al éxito, de la tortura a la felicidad, del cero al infinito con paso por la cárcel incluido. ¿Qué precio tiene el éxito? ¿Qué supone innovar en un mundo anquilosado? ¿Por qué la envidia nos lleva y nos corroe por dentro? Obstáculos, obstáculos, obstáculos. Lo más paródico del asunto son ciertas persecuciones, ciertos maniqueos sin motivo aparente y ciertos decorados que dan pena más que risa. Pero que más da la presentación si el pastel de chocolate está buenísimo. O no. Bajo esa apariencia de superficial, aparecen preguntas sobre la cárcel, la heroína, el cambio generacional, la muerte del emperador, el boom de la economía japonesa y distintas sapporadas. Historia de superación personal que lleva a una serie de cambios sin precedentes.
Coda: ¿Por qué queremos ser recordados? ¿Qué nos llama la atención en un tablero con demasiadas fichas? ¿Cómo cambiar de velocidad en la conversación en una partida con palabras demasiado largas?
Brexit: The Uncivil War
Acaba Brexit: The Uncivil War haciéndonos pensar sobre si hubo en aquel referéndum de 2016 fraude electoral. ¿Qué es fraude electoral? ¿Se debió votar el 14M después del 11M? No nos hagamos ese tipo de paja mentales, que nos llevan al desastre, a la distopía, a la locura más absoluta. Brexit: The Uncivil War se centra en la figura del ideólogo de ese movimiento que todavía colea: Dominic Cummings. Vaya personaje. Siempre nos quedamos con el flequillo de Boris, con las corbatas de Farage... o el modo de envejecer de Cummings. ¿Qué más da cómo esté envejeciendo Cummings? ¿Estamos locos? También pone la película, en boca de Cummings la torpeza (política) de caer en el cortoplazismo y en la retórica equivocada de ventajistas sin escrúpulos (¿acaso no lo somos todos?). Y esto solo es el principio. Únicamente el principio. El jodido principio. Boris se ha llevado el champú y la fama y el tinte, pero no vemos más allá de lo que queremos ver. No vemos a Iván Redondo manejando al tipo del Falcon (o no queremos verlo, o no queremos ver el plagio de cum fraude). No. La fama y los que se llevan la pasta. Se preguntan en la película si las personas cultas son las más idiotas. No vale leer a Sciascia o a Sánchez-Ostiz para ser el ombligo del jodido mundo. No. Pero antes de ese final, de esa sombra de duda sobre fraude electoral (¿el bombardeo total en época de elecciones en redes sociales es fraude electoral?), empieza B:TUW con una cronología de la historia de los británicos en la UE, en la CE, en la CEE... Tanto para esta mierda. Si. Y junto a Cummings, que es el sobre el que gira el asunto (peonza arriba, peonza abajo, bicicleta y sofá en la casa), Matthew Elliott (cuanta letra repetida en un nombre, pijo), y Daniel Hannan y Arron Banks y todos los demás. El Brexit no fue una casualidad. Ni de coña. No. Y de fondo, el UKIP y otra vez Banks de fondo. Cuando estoy en clase y le hablo a mis alumnos del mito del fontanero polaco, algunos ponen caras raras. ¿Fontanero polaco? ¿Alguien ha sido atendido alguna vez por un fontanero polaco? Ucranianos, sí; polacos, Juan Pablo II mediando ante los teólogos de la liberación (se nota que la ironía no funciona siempre), todavía no. Cummings y sus secuaces se centraron en mandar mensajes fáciles de entender y asimilar por la jodida($$$$$$$$$$) clase media británica, la del pub que abre a las 11 y que no quiere escuchar la campana de última ronda de pintas: Turquía (antes de lo del intento de atraco a Ozil), el coste semanal de estar en la UE, la inmigración, el empleo. No. No es tan difícil, ni tan innovador y nada cool. No. Cummings va a lo clásico, cogiendo manzanas (o nueces anasaguistianas, según se mire, según el pelo), va cogiendo de Mao y de Alejandro Magno, de Bismarck y de Clinton, de MT y de aquello de la economía... Sí. De aquello de la economía, pijo. Todos miran aquella campaña de Clinton. Sí. ProBrexit y AntiBrexit. Todos. Se trata de "recuperar el control", tanto de la calle como de las instituciones (hasta que un asesinato aparece y lo distorsiona todo). Y describe muy bien B:TUW el papel de nuestros políticos (da igual latitud/longitud/mal gusto al escoger ropa). Son personajes del pasado, son personajes fuera de contexto. Y habla mal DC del referéndum en sí, de esa idea de escoger entre cerveza o sin, entre algodón de azúcar o pipas, entre Atlético o Real Madrid (anoche era posicionarse con Kepa o Adrián). No es el siglo XXI época para un referéndum. No. Y todo no es Cummings en la película. También está el otro ivanrredondista de turno, Craig Oliver y sus secuaces. Hasta pone en tela de juicio el papel que tuvo la BBC en aquel proceso de 2016 y que sigue sin rumbo fijo. Y en esa sombra de dudas aparecen Robert Mercer y Steve Bannon y toda la parafernalia de una publicidad que ha cambiado, de una propaganda distinta pero fundamental para dar un no o un sí. ¿Somos más de Lakers o Celtics? Nuevo, viejo, mitad y mitad. ¿Comparamos el Brexit? En la película se habla de ponerlo al nivel de la caída del muro de Berlín y las consecuencias que tuvo. ¿Para cuando El Lugar de Don Juan independiente? ¿Freedom for Beniaján? Y el papel de las encuestas michavilásticas, y el voto de los antisistema, y las jodiendas con vistas a la bahía. A pensar se ha dicho. Y punto.
miércoles, 14 de agosto de 2019
El cuento de la criada. Tercera temporada.
Empieza la tercera temporada de El cuento de la criada con esa premisa de escapar o quedar, de huir o encerrar la cabeza en la madriguera. Pero hay que esperar la oportunidad para llevar el pack completo, que ya está bien con una parte de la familia separada. Empieza con fuegos físicos y fuegos interiores, casas hechas cenizas y vuelta junto al autor intelectual de una escapada anterior. O eso parece. Y esta temporada es de venganza mientras te obligan a hacer asuntos que no quieres hacer. Pero la pregunta debe ser la siguiente: ¿Qué cantidad de cosas hacemos sin motivo aparente en la vida? Más de la cuenta. Aquellos fascismos/comunismos/totalitarismos trajeron estos trajes, estas huidas, estas cárceles y estas sogas en el muro. O tal vez, no. Tal vez la rebelión diaria está castigada por los poderes establecidos y levantar la voz esté mal. Muchos pensamientos tras esta tercera temporada de El cuento de la criada. Demasiados. O pocos. ¿Cómo cuantificar el dolor? Otegi lo ha hecho y luego ha reculado. Con los asesinos y las bestias, pasa eso. Siempre. Antes o después, viene Berlín 1945. Antes o después, nos pillan los rusos. Muchos rusos y con mucha gana de asesinar. Es lo que tiene la Historia, la Historia ficción, la ficción y la distopía. Pero como siempre, debes pensar si te están utilizando (otra vez). Momentos nos deja también que nos llevan a lo peor de los totalitarismos (póngale la etiqueta que quiera comunismo, fascismo, gileadismo), recordando al niño balsero Elián. Viva lo que sea, pero libre. O no. En momentos determinados de la Historia hay que elegir bando. Sí o sí. No queda otra. Elegir. Colaborar o luchar, hacer(se) selfies con terroristas o apoyar a la resistencia, dar tu vida por los demás o vivir a cuerpo de lazo amarillo, de vestido rojo, de camisa estalinista, de duceísticas esvásticas. ¿O era al revés?
Coda: Al final nos van a hacer falta los pañuelos y todo, Ada. Será que me estoy haciendo un blando.
martes, 13 de agosto de 2019
lunes, 12 de agosto de 2019
La voz más alta (The loudest voice). Primera temporada.
La primera temporada de La voz más alta, más allá de comparaciones de circo de Roma, es una historia de ambición. La ambición de un tipo despechadoo por volver a ser el número uno en lo suyo. Un ganador. Un tipo que puede enseñarla porque hasta RM lo adora. Ya lo cantaban los Stone Roses: "I wanna be adored". Pero también es una historia de tormentos interiores, de manos largas y miradas que penetran, de cambio a mitad de los noventa en una Yankilandia en la que ciertas caídas aumentaron pesambres y disgustos. Tiene de todo La voz más alta, sufrimiento y descaro, problemas en el trabajo y sangre que no para de manar. Es bíblica en muchos sentidos. Hay mucho San Pablo que, quiera o no, se convierte camino de Damasco. Y en esa perspectiva, la motivación es crear un canal de noticias para los republicano. No para todo el público. No. Una cadena de pago para los que quieran verla. Yo no explico para todos mis alumnos, explico para los que quieren aprender y para los que intentar aprender aunque no puedan. A los demás, que les den. Pero por ese camino sirio, hay de todo. Demasiadas guerras civiles. Y del germen del 95 a la paranoia de las Torres Gemelas del 2001. Aquel día nos retrató a todos. Momento significativo es el de tener que decidir si se emitían las imágenes de personas lanzándose al vacío desde la torre norte. Y a partir de ahí, la cacería mundial contra el terrorismo internacional. Y, como en la película, vemos quien manda: el vicepresidente. Y de ahí, a las amenazas. No deja espacio para la pausa La voz más alta. Siempre hay tensión. Irak, A-Qeda y todo lo demás, y mientras en España los palmeros en la calle haciendo el gilipollas. Aunque la pregunta es otra: ¿Qué hubiera hecho Aaron Sorkin con esta historia? La cara del mal, Sadam. Y cantamos en plan Xuxa: es la hora es la hora, de matar a Hussein, de cortarle las pelotas y jugar al futbolín. Qué bien me lo hubiera pasado trabajando estos años en la FOX News. Luchar contra ese Hitler de Oriente. Y habla el personaje de RS al final del cuarto capítulo: "El periodismo es Historia. Y la cuentan los vencedores". Lo de RA y la creación y el desarrollo de Fox News no va de contar de noticias (siempre); va de cantarlas, contarlas, y, si hace falta (como contra Obama), crearlas. Ríase usted del resto de noticias falsas, de bulos, de lo que ahora llaman Fake News. ¿Importa que sea falsa o no una noticia? Ailes y sentir, no pensar. No hay que pensar, que eso te hace meter en líos. ¿Tenía sombras? ¿Quién no las tiene? Obama, el afroleninismo y esa cantinela contra todo lo demócrata y no republicano. Al final, hasta tus más fieles seguidores se convierten en tus más ácidos detractores. Siempre pasa. Putos desagradecidos. Rapidez para olvidar. Nada de amigos. Los amigos solo se comprueban en cárcel, hospital y cementerio (y EHDLCV añadía en el préstamos de dinero). Hasta los gurús son destronados y su legado, olvidado. ¿Y qué fue de su obra? ¿Nos olvidamos de la verdad. Grandes verdades en La voz más alta. Pero lo que pasa es que todo es mentira. Siempre.
Coda: Que malas son las agonías largas. Muy malas.
Lambs of God. Primera temporada.
Por cada vez que vayáis a una reseña sobre Lambs of God y se pueda leer "cuento gótico", chupito. De Bezoya, de Lanjarón, de amoniaco, cada uno que decida lo suyo, que cada uno tiene el diablo que se merece. Eso pasa con la primera temporada de Lambs of God: que un cura, en 1999, va a ver a tres monjas de un monasterio y recibe su (¡no?) merecido. O tal vez, sí. Caras reconocibles, sueños, horror, autoflagelación, locura, ojos de color distinto, rasuración monacal y muchas cosas más. Pero cuando todo parece monotemático, de encierro cistercienciense antes del Apocalipsis del 2000, el asunto cambia y tira por otros derroteros, y empiezan a salir silencios callados durante muchos años, y secretos que no deberían salir y obispos que quieren perras y esconder otras mierdas varias. La búsqueda, la familia, las dependencias, la falta de escrúpulos de algunos por sacar con las entrañas lo que haga falta. En mitad de ese síndrome inacabable, Lambs of God nos hace pensar, nos hace llevar las ideas al extremo, a olvidarnos del resto del mundo, a huir sin mirar atrás, a saltar, a empujar, a enterrar. Y puestos a contar historias, que los cuentos nos lleven con ellas. Milagros y montañas, ermitañas y herencias, olvidos y muertes necesarias. De todo un poco en la primera temporada de Lambs of God.
domingo, 11 de agosto de 2019
David Rodríguez
David Rodríguez es otro de esos personajes imprescindibles en nuestro imaginario colectivo. Al menos para todos los que lo conocemos.
sábado, 10 de agosto de 2019
Jett. Primera temporada.
La primera temporada de Jett te lleva a diálogos de Pulp Fiction entre blanco y negro, a disparos en cuartos de baño, a ascensores y Pollos Hermanos, a una Carla Gugino que lo absorve todo. Pero tambien lleva al oceanselevismo y los cócteles, a los disparos y los viajes, a los robos de anillos (ringggggggggggg) y a una Cuba que pudo ser y no fue. Bombas y jueces racesblack, hijos desviados y fiestas con final (in)feliz. Dinero encima de la cama y jugar con varias barajas. La cárcel, como a Gil, cambia a las personas. Hay demasiado Soderbergh, hay demasiados paralelismo... ¿Y qué más da? ¿Eso importa? Lo importante es que mantiene la tensión, cuida ciertos detalles, subraya ciertos sarcasmos que no deberían faltar en nuestras vidas y es llamativa. Muy llamativa. La enfermedad, la cárcel y sus daños colaterales, las pastillas y ser feliz meando en una iglesia, mafias internacionales pero sobre todo, todo, girando alrededor de Jett (CG). No hay resquicio para el buenrollismo en la primera temporada de Jett. Toda la sangre del mundo, la real y la irreal, la necesaria y la prescindible, está justificada. No venimos a este mundo a hacer amigos, venimos a sobrevivir, a luchar por cumplir sueños y evitar pesadillas. Pero antes o después, la pesadilla se instala y solo hace falte tener tu particular Grupo Salvaje para matar escorpiones mediante hormigas. Todo lo demás son milongas. Y punto.
viernes, 9 de agosto de 2019
jueves, 8 de agosto de 2019
miércoles, 7 de agosto de 2019
martes, 6 de agosto de 2019
Perdiendo el norte (y la brújula)
"Ejército de espías de la lengua". Olvidándonos por un momento del asunto idiomático, únicamente un momento. ¿Qué pensaríamos si alguien espiara a un grupo de niños? ¿A quién lo equiparamos? Me vienen a la cabeza demasiados nombres, antes y después de Alemania a finales de los veintes y durante los treintas y los cuarentas. Demasiados.
lunes, 5 de agosto de 2019
Euphoria. Primera temporada.
La primera temporada de Euphoria te hace mantener la atención en cada uno de los diálogos, en cada uno de los saltos en el tiempo, en cada una de las relaciones, en cada una de las humillaciones. Porque Euphoria es venganza y humillación, propia y ajena, en mitad del instituto y en mitad de la piscina, en una habitación con malas compañías y en una relación tóxica por Internet. También reflexiona Euphoria sobre los silencios y lo que no dijimos, sobre lo que hicimos con alguien bajo la influencia de Internet y bajo la influencia de los malos hábitos. Y todo eso en una atmósfera cerrada (no únicamente del IES), en un lugar donde todos se conocen, y todos se odian y todos tienen algo que esconder. O muchos CD's que esconder, o muchos secretos que guardar. Euphoria es traición, es escapar para volver al Infierno. Una y otra vez. Y un cuarto capítulo sin frenos, derechito al infierno que más de uno piensa que no se merece. O debería merecer. De feria en feria y tiro porque me toca. O nos toca. Y en sa marcha hacia el caos, toca Apocalipsis, tocan marcas en el cuello, tocan madres tocapelotas, toca Rosalía de fondo en el quinto capítulo mientras hay juego de dedos, toca CocoRosie después de un abrazo amigable. ¿De verdad era deprimente la última temporada de Mad Men? Qué mayores somos, pijo. Y sí, la primera temporada de Euphoria nos lleva a reflexionar, una y otra vez, sobre la depresión. ¿Qué nos lleva a la depresión? ¿Qué hacemos para salir de ella? Y también es venganza, es dolor, son marcas en la cara, y en el cuello y en el alma. Y todo lo demás, también.
domingo, 4 de agosto de 2019
Derry Girls. Segunda temporada.
No todo va a ser Guerra y paz. No. Dejemos de un lado a los viejos barbudos del XIX, que ahora todos somos expertos chernobylísticos. Nada. Todos sabemos de reactores nucleares sin ver Good Omens. Pero no pasa nada. No. Si en Navidad me tragué la primera temporada de Derry Girls, ahora (en plan Nikis/Intronautas/Vegetales/Odioelverano) toca la segunda. Dejando de lado a Tolstoi (¿alguien lo ha leído? ¿de verdad?), nada como empezar escuchando al tiparraco de Gerry Adams doblado con voz rara por jodiendas con vistas a Derry. Empieza la cantinela de las locas con jodiendas de campamentos entre católicos y protestantes y distintas pajas mentales. La familia, tan loca como siempre. Tarados perdidos. Protestantes y pantalones impermeables para empezar, música de Enya y camisetas sobre barricadas. ¿Podríamos vivir sin Primal Scream? ¿Podríamos vivir sin el debate sobre Primal Scream si son más rockeros o no? ¿Volverían a hablar de ello en un FIB en directo Chema Rey y Tomás Fernando Flores? ¿Por qué ya no se habla de Tomás Fernando Flores como director de RTVE? Habría que preguntarle a Podemos, pero volvamos a Derry Girls. ¿No hay lesbianas protestantes? Y volviendo a Chema Rey, suena de fondo la adolescencia terminal y los arándanos y todo lo demás. Vivan los Sospechos Habituales. Que no falten. Y las profes sustitutas. Y es bueno preguntarse, a mitad de todo, quien cojones es Keyser Söze. Con un par. Vivan los niños con las cabezas del revés, los narradores que engañan, los tullidos que se llevan el premio gordo. Carpe imbécil, vive la vida que mañana, como hoy, todo será mentira. Todo mentira, como los conciertos de Take That. La maldición camino de Belfast, camino del otro barrio, camino de las monas con sorpresa. Todo es sátira y función, como las temporales treguas del IRA. Y la visita de Clinton, y las medias verdades institucionalizadas. Y todo lo demás, también.
sábado, 3 de agosto de 2019
Wild Bill. Primera temporada.
Pese a empezar reduciendo el asunto un poco a la elección entre lo bueno y lo malo, conforme avanzan los capítulos y los minutos, se ve que la primera tempora de Wild Bill es un buen ejercicio de honestidad. Lo intentan hacer bien, aunque no siempre lo consiguen. Pero es una serie que hace pensar: sobre lo que hicimos en el pasado y como esos hechos repercuten en nosotros y, directamente, en los demás. Lo que hacemos cambia la vida de muchas personas, sacando instintos desconocidos en algunos. El problema que tenemos con Rob Lowe es que pensamos (sí o sí) en El Ala Oeste de la Casa Blanca (por defecto, otra vez). Pensamos en su Sam Seaborn, como nos está ocurriendo en la tercera temporada de El cuento de la criada con Bradley Whitford (ahora con pelo y barba blanca, adiós al zanahoriarismo), que en vez del comandante Lawrence lo vemos como Josh Lyman. Cosas que pasan. A lo que iba. Independienteme de la motivación con la que empezamos a ver una determinada serie (y las pajas mentales que eso conlleva), no te hace falta un estado de ánimo determinado para ver cualquiera de estos seis capítulos. No. Siempre sacas algo en claro: la vanidad de los compañeros, la jodienda de los esterotipos, el valor por defender a un familiar, la locura, el descontrol, el odio al que viene de fuera a ocupar un puesto mejor que el tuyo. Tiene de todo esta primera temporada de Wild Bill. Traición, cadena de mandos, tuertos sin principios y ruskis con todos los vicios de los ruskis. Y cuando la serie parece que se queda en algo aséptico y condescendiente, con el jefe de policía viudo y criando solo una hija de 14 años, el relato (ahora que se lleva tanto lo del relato entre Pablo y Pedro) toma un cariz que te lleva a los hígados familiares, a las noches de cristales rotos, a traicionar a tu gente por tu familia, a sacrificar tu integridad por una cuenta corriente, a matar a tu hijo sin que el sepa que tú eres su padre, a vender tu integridad cogiendo brócoli por 650 libras al mes. Como casi siempre. Al final, después de tanto barniz, Wild Bill es un cuadro para pensar sobre dramas familiares, los que tenemos desde siempre y los que nos vienen de fuera, los de la finca conlindante a la nuestra y la que nos soborna y hace sacar nuestra peor casquería. Y todo lo demás, también.
jueves, 1 de agosto de 2019
Summer of Rockets. Primera temporada.
La primera temporada de Summer of Rockets es confusa y desconcertante, intrigante y con demasiados puntos suspensivos. Demasiadas tramas que no sabes si se alejan o se acercan: audífonos, espías, agentes dobles, rusos que ponen audífonos a Churchill, jóvenes desaparecidos, lucha racial, adoctrinamiento en el aula, jovencitas que mienten, ruskis entrando en el MI5 y el MI6, compañeros de trabajo brumosos... De todo un poco. Cuando parece que todo es aséptico, superficial y sin base, cambia el asunto. Y bastante. Todo es mentira, todo es una conspiración, todo pretende un cambio de gobierno. Nada como el albionístico territorio luchando contra su destino mientras pierde colonias y el horizonte. Y llegan disparos y sangre y todo lo demás. Nada es lo que parece aunque huela a perfume del caro. Y las bromas y los chistes acabaron con el golpe, con el chascarrillo, con la militarización del asunto. ¿O era al revés?
Elegir entre la dignidad y otra cosa
Vaya pieza se ha currado Manuel Llorente en El Mundo del Siglo XXI recordando Los girasoles ciegos. Recuerdo que lo leí en 2008 y la impresión fue muy buena. Habrá que rescatarlo y volver a pensar sobre esos textos.
Coda: Y la anécdota en la facultad sobre Billy el Niño, muy buena. Alberto Méndez siempre en la memoria.