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jueves, 24 de diciembre de 2015
Lilyhammer. Segunda temporada
Somos de Lilyhammer porque somos de Frank Tagliano. Y porque somos de Los Soprano. Y, aunque tiene altibajos esta segunda temporada, solo por los dos últimos episodios merece la pena: por los guiños, por New York City, por el jet lag, por las carreras de renos, por las maestras de los bebés, por las apuestas y las carnes, por la nieve y los momentos recobrados, por la odisea sin Homero y por los holocaustos filipinos. A cada cerdo le toca su San Martín, pero siempre seremos sopranistas. Siempre, antes y después del divertimento, antes y después de beber vinagre, antes y después de pasar por el confesionario, antes y después del Flamingo. Y todo lo demás.
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