viernes, 11 de diciembre de 2015

Catastrophe. Segunda temporada

Me sigo riendo (mucho, solo, vestido) con la segunda temporada de Catastrophe. No sé sí tanto como con la primera, pero un disparate. Ahora ha pasado un tiempo y las historias son distintas pero con la misma sonrisa continua de Sharon Horgan, contagiosa y pegadiza a la vez. Siguiendo con dramas hechos parodia, esta toca la demencia senil, las separaciones temporales propias y ajenas, la pérdida de estabilidad laboral, la pérdida de control de los amigos, los viajes a París, la (in)dependencia económica y los problemas de la lecha materna. Los años pasan y no sabemos si merecíamos tener lo que perdimos. ¿Sí?. ¿No? ¿Quizás? Vaya usted a saber. Pero una vez que se pierde todo (durante un segundo, un día, tres meses, un año, de por vida) el cambio va del alfa a la omega, del jamón a la mortadela con olivas. Y llegas a la sensación final de que la soledad, aunque infravalorada, no puede ser siempre buena. Y empiezas a escarbar en la memoria, y pones en la balanza personal demasiados asuntos. Y, en mitad de todo eso, te ves resacoso, solo en casa y escuchando el Avalon de Roxy Music intentando imitar a Bryan Ferry. Y no nos engañemos: no hay nadie que pueda ser Bryan Ferry. Y punto. Coda: Y ahora que vamos todos de expertos en guerras galácticas, menudas apariciones de Carrie Fisher.

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