lunes, 28 de diciembre de 2015

Orphan Black. Segunda temporada

Hay veces que te quedas sin adjetivos para describir a algo o a alguien. Este hecho ocurre con Orphan Black en general y con Tatiana Maslany en particular. Aunque la historia crece, y se le va un poco de la tecla o la pluma a los guionistas, esta segunda temporada crece y se reproduce porque Tatiana, en su altar de múltiples aristas, en mitad de su divina proporción, ilumina a todos los que están alrededor: policías apartados de su ejercicio, doctoras enamoradas, ejecutivas sin escrúpulos, asesinos sin vocación, militares cuadrados, padres que leen La isla del Dr. Moreau, madres adoptivas y todo aquel que esté a metros suyos a la redonda. No sé si mis retinas estarán a la altura de Orphan Black, o sea una equivocación seguir viéndola (siempre llega la decepción o no), pero habrá que reinventar retinas para que la iluminada, la divina proporción, la phi televisiva, la razón dorada de Tatiana nos siga guiando a través de un producto bien hecho aunque no redondo ni perfecto, porque a estas altura de la serie solo es ella perfecta. Y todo lo demás.

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