martes, 8 de diciembre de 2015

Jessica Jones. Primera temporada

Obsesión, fuerza, poder mental (mal)intencionado, infierno lleno de buenas intenciones, cristales que se rompen una y otra vez, vecinos raros, yonkis utilizados, cuellos que cortar, brazos que titurar, pastel de plátano con muez moscada, héroes supremos sin que Bowie les cante, muertes sin sentido, madres que obligan a vomitar a sus hijas, lavabos delatores, emisiones radiofónicas idolatradas, alcoholismo (bien)intencionado. Todo eso y mucho más es la primera temporada de Jessica Jones. Marvelizados estamos hasta la enésima potencia. La mayoría recordamos a Krysten Ritter por su papel de Cassie en Breaking Bad, pero es mucho más. Nunca una canija dio tanto juego. Mala, retorcida, alcohólica, con un pasado de armas tomar y con muchos puntos suspensivos que completar. Aunque no sé el motivo, yo la recuerdo más por Gravity. Cosas que pasan. El malo británico de turno es David Tennant con barba de dos días, al que siempre visualizamos por Broadchurch. Como malo malísimo no se mancha las manos: delega en otros el mal, como hace cualquier director de instituto, cualquier concejal de urbanismo que manda al técnico a que firme papeles mientras él está en el yate con los amigos, las putas y la partidita de mus. La fuerza bruta la pone Mike Colter y la pasión y la luz una Rachael Taylor que ensombrece a todos los que están a su alrededor. Y para terminar de rematar la faena, Carrie-Ann Moss vuelve al negro para hacer de abogada sin escrúpulos y con sonrisa maléfica. Quizás va lenta la serie, quizás al malo se le puede rematar mucho antes, quizás nos dejamos llevar por la marea en vez de irnos con Rajoy a Doñana y pasar del debate. Y todo lo demás.

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