viernes, 29 de octubre de 2021
El Método Gemini
Dame un rojo, dame un blanco, dame un azul, dame un amarillo y dame un negro y tendrás El Método Gemini, un método para descuartizar y hacer desaparecer cuerpos, sangres, vísceras. No me ha gustado como Primavera para Madrid, pero es que la segunda es un retrato actual y contemporáneo de nuestras entrañas, de lo peor de los que mandan, de los poderes fácticos y de los otros. Por el contrario, El Método Gémini salta el Atlántico y nos lleva, enfundados en camisas estrafalarias, tipos que fuman y tienen cara de beber vinagre, a las mafias neoyorkinas de origen europeo, lo peor de lo peor, lo más sanguinario entre lo sanguinario. No estoy yo para imitar a Tony Soprano, y no conocía la historia de estas familias de NY, pero se me ha hecho larga la historia, y me parecía que algunos de los hechos eran demasiado reconocibles: venganzas, avaricias, luchas de poder, cloacas de lo peor de los bajos fondos. Quizás, lo más positivo que hace el autor es no dulcificar a los numerosos personajes del tebeo. La mafia, por mucho que las películas y las series nos muestren otra cara, no es buena, ni saludable, ni bonita. No. No hay que dulcificar la peor hiel. Nunca.
La Fortuna. Primera temporada.
Desde el principio de La Fortuna te das cuenta de que hace mucho tiempo ya viste esta historia, pero con otra perspectiva. Se han visto muchas cosas disfrazadas de otras, pero cuando veo algo que es reconocible, no hace falta repetirlo: pongo el trailer de Indiana Jones En busca del arca perdida y creo que las palabras que suenan lo resumen. Es así. Algo perdido, con valor real y simbólico, con politiqueo y flirteo, con jodiendas con vistas a Atlanta y a Algeciras y a Madrid y a cualquier lugar del mundo que haga falta. Historias reconocibles y personajes aún más reconocibles, nada nuevo bajo el océano. Bueno, ahí si que me equivoco. Ahora si que tenemos, arqueólogos submarinos todos, algo que encontrar, algo que es tangible y no solo es gas (que falta nos hace, que llega el invierno y la luz está muy barata en otoño de 2021). Muchas veces nos despistamos y no queremos ver más allá de lo que tenemos delante, no queremos observar lo que realmente importa. La Fortuna deja momentos ilusionantes pero va decayendo de principio a fin, sabiendo que los finales no son perfectos, pero que siempre se acerca el día de difuntos y hay que hacerle un hueco en el calendario, queramos o no. Y siempre hay un cajón que llenar y tesoros que ocultar. Ideas buenas no siempre materializadas perfectamente. O quizás exigimos demasiado y creemos que la serie B con traje de serie A debe de ser perfecta, y no siempre lo es.
jueves, 28 de octubre de 2021
The Americans. Segunda temporada.
“Ser adulto significa hacer cosas que no quieres hacer a todas horas”. Esta frase, como todas las frases, fuera de contexto puede ser utilizada en multitud de circunstancias. En muchísimas circunstancias. Y toda batalla contra lo que no queremos hacer, o seguir haciendo, es personal. Personalísima. Pero siempre estará ahí. Como si de un ejercicio blackmírrico se tratara, vuelvo a caer en un sueño eterno y no sé el motivo de volver a empezar a ver la segunda temporada de The Americans. Recordaba algunos pasajes, o creía recordarlos, hasta que todo se fastidió a finales de 2014 y en 2015 y las mierdas del pasado, guerras frías y no tan frías, reaganianos todos, objetivos y agentes dobles al más puro estilo Volpini. Reflexiona la segunda temporada de estos espías rusos en Yankilandia sobre las debilidades humanas, sobre los secretos que no queremos compartir y que nos atormentan, sobre los que nos avergüenza y sobre lo que no queremos hablar. Y hacer esas cosas que no queremos hacer, se multiplican en cada uno de nuestros trabajos. Y así, haciendo cosas que no queremos hacer, nos traicionamos una y otra vez, traición diaria y contemporánea, traición personal e infecciosa hasta la sepsis existencial. ¿Por qué no hacemos lo queremos hacer continuamente? ¿Por qué tenemos que soportar el vacío y seguir con una rutina que no nos lleva a ningún sitio? ¿Por qué hacer del sacrificio un modo de vida? Lenin, los curas, la paz, las muertes forzadas, los enemigos invisibles y la soledad como instrumento para cazar y ser cazado. O quizás, ser adulto sea todo eso y mucho más de lo que seguimos sin querer volver a hacer.
martes, 26 de octubre de 2021
lunes, 25 de octubre de 2021
Una conspiración sueca. Primera temporada.
Puestos a buscar explicaciones a lo que no entendemos (o no nos han contado), nos aferramos a cualquier cosa, a cualquier escombro, a cualquier barco a la deriva. Y sale el grito, la frase: “Tenemos algo”. Una conspiración sueca, con su apariencia de comedia, sí que tiene pretensiones: buscar una respuesta al asesinato de Olof Palme. De Olof Palme únicamente nos acordamos por el callejero, por ir a un determinado comercio de una calle llamada así. Pero no. Hay más. Hay más inconvenientes, hay toneladas de incógnitas y preguntas sin resolver. Como si de unos cazatesoros se tratara, un grupo de personajes (en el mejor sentido de la palabra) se lanza a una aventura para buscar la clave que dé con la solución a un asesinato sin resolver, a una incógnita en una ecuación matemática sin capacidad de ser resuelta. O no. O todo es un sueño freak, todo es mentira. Siempre. Una buena serie para salir de laberintos interiores y entrar, definitivamente, en un bucle de desesperación sin que el sol sea capaz de brillar. O no. Muchas veces no nos preguntamos realmente lo que sabemos de ciertos interrogantes, pero tampoco hacemos mucho (o nada) para que los que vienen, lo sepan. ¿Podemos guardar en un cajón todo aquello que no nos interesa explicar? ¿Podemos olvidar lo inolvidable?
jueves, 21 de octubre de 2021
Jugar por jugar
"Si el simulacro social del trabajo no le deja respirar, si se aburre con las ideas reiterativas de la identidad o si ha alcanzado ya esa madurez vital que postula que la vida es algo más que consumir y acumular, está usted prepararado para jugar al golf".
José Perona, Birdie en el hoyo 17 (14 de febrero de 2001)
miércoles, 20 de octubre de 2021
Contra la España vacía
Terminé de leer La España vacía un 10 de octubre de 2021 y empecé a leer Contra la España vacía un 12 de octubre de 2021. El Pilar, la Raza, la España que se fue a la mierda y la que está por venir. Recuerda Sergio del Molino la presentación de otro libro y sus dudas sobre ciertas respuestas en la presentación del mismo, y entrevistas a Errejón (¿ese era el líder que merecía España?), y viajes por encargo de El País para analizar la España con menos gente, y un acto de Pablo Iglesias (otro líder ahora en tertulias y artículos) en la riojana Nalda sobre despoblación. Y habla de 2019, otro año repetido en España en con elecciones en poco tiempo (ya sufrimos un 20D de 2015 y un 26 de Junio de 2016). En Nalda, Iglesias sacó su retórica para responder a unos tipos con banderas que lo increpaban. Habla de la preparación política de Iglesias (todo ha de estar preconcebido e ideado) y de cierta ingenuidad propia con algunos momentos de LEV. O no. Todo mentira. Escribe SDM sobre la intención temporal de la izquierda (o yo lo entiendo así) de apropiarse de la idea de España. Cuando quedaba de charla con mis compañeros de clase de la facultad, siempre les decía que si en aquellas elecciones de 2015 y 2016 Pablo Iglesias se hubiese españolizando al 100% atacando a catalanes y vascos podría haber ganado y con margen de gobierno. Quizás no. Quizás todo fue un sueño y la pesadilla fue un chalé. O no. Política ficción, historia ficción, escupir en el mar. ¿De qué nos vale eso ahora? De ahí salta SDM a la problemática que surgió en el errejonismo cuando Más Madrid iba a saltar al vacío de la política nacional: ¿Más País o Más España? ¿Por qué no Más lo que sea? ¿Qué se quedó por el camino? Muchas cosas, y sacar dos diputados con más de cuarto de millón de votos. Poco, mucho, regular. Vaya usted a saber. Pero es verdad, que entre encuesta y encuesta, se vendió que Más País sumaba con PSOE para gobernar sin nacionalistas y eso sonaba bien. Pero la melodía se jodió, los músicos iban desfasados y desafinó la sintonía. No era música sino ruido. Habla SDM de la “cobardía política” de Errejón al no hacer llamar a su partido para las nacionales como Más España por miedo a que el líder de Podemos lo llamar fascista. Teruel Existe sale a escena. Recuerdo que fui a varias reuniones de un partido que montaron en Murcia el expresidente Garre y otros personajes políticos y públicos. Fui a pocas, porque aquello, que parecía de éxito (en una presentación en el Paraninfo de La Merced de la Universidad de Murcia había más público fuera que dentro) languidece mientras que Vox aumenta su influencia en la Región de Murcia. Pero, a veces, un escaño es poder, influencia y si la suma cuadra, lo que haga falta. La copia del chantaje vasco y catalán, para que se entienda. Pero cuenta SDM que llegó la pandemia y todo se transformó. O no. En el primer capítulo se centra en el pijoprogre, ese palabro utilizado por muchos en distintos contextos, y que SDM analiza como etiqueta social, política e intelectual. Subraya el autor el año 2019 para su utilización como insulto de un estrato ideológico a otro. Explica el origen de la palabra progre. Y cita a Federico Jiménez Losantos, como azote de lo que representa la palabra. Escucho a Federico y escucho a Carlos Alsina. Me gusta el comentario de las 6 del primero y el de las 8 del segundo. Y es verdad que en aquellos años desde el 2004, como sostiene SDM, fue la oposición real al zapaterismo. Luego salta el autor al mote de los que llevaban gafas antes y después de la revolución rusa del 1917. Hamlet si la leí en 1º de Bachillerato con Isabel Cuadrado, pero Guerra y paz, no, pero me gustó el Bezújov de la BBC. Habla del vanguardismo elitista que censuraba a los que cantaban Señor Inspector a la hora de hablar de ellos en el prensa de los 80’s pero sí subieron a los altares a una movida madrileña ínfima en número. Analiza el autor el error de Occidente dando alas industriales a China hasta depender completamente de ella, y superando algunas regiones y ciudades del gigante asiático a otras capitalistas de las de toda la vida (pone el ejemplo del material que hizo falta a partir de marzo de 2020 en asuntos médicos y hospitalarios con la pandemia). Y de ese concepto de clase media pasa a preguntarse por lo que es realmente la democracia liberal y el motivo de que no funcione sin igualdad. La teoría, la práctica y todo lo demás. Cita a un tal Guilluy y el concepto de periferias, donde se acumulan los que vienen de fuera y los marginales y que tienen en común su invisibilidad para casi todos. Y esos periféricos son atraídos por los populismos. Y subraya la falta de contenido doctrinal del populismo. Habla el autor de la clase media canadiense, del país norteamericano antes de Justin Trudeau. Como la profesora Martínez Carrillo (hablaba de más cosas que de supermercados), el autor recuerda el crecimiento de las ciudades fuera de las murallas. Cruzando Albacete y un poco más, recuerda SDM el origen del Frente Nacional francés, que apenas contaba con unos 100.000 votos en 1973. Subraya la importancia de una entrevista al líder JML en 1984, en la que dejó frases populistas como buen populista: “Quiero a mis hijas más que a mis primas, y a mis primas más que a mis vecinas, y a mis vecinas más que a los desconocidos, y a los desconocidos más que a los enemigos”. Vivan las primas. De ahí pasa el autor al mes más importante de la historia, mayo, y al 68, y del cambio en las costumbres (misa, sombrero, corbata, falda, informalidad), dejando frases para enmarcar: “No fue Facebook quien suprimió la intimidad, sino los sesentayochistas”. Veo Facebook y pienso en Sorkin, en nieve, en chanclas, en venganza… Y no se acaba el libro, no. Recuerda SDM el 15M como un fenómeno que vivió de manera distinta a muchas, desde la óptica del hospital donde estaba su hijo esperando un trasplante. Yo lo tengo borroso el 15M. Recuerdo que ese año curso 2010/2011 estaba en el IES El Carmen, y en los huecos de mi horario (antes de los recortes teníamos menos horas lectivas y el gruyerismo horario daba juego) me acercaba a la Glorieta de España en Murcia para saludar a mi alumno Albaladejo de 2º de ESO y sus secuaces que estaban allí en sus tiendas de campaña… Y no recuerdo mucho de sus palabras, querían cambiar cosas pero lo tenían todo un poco confuso…Como todos. Cuenta el autor que tras la muerte de su hijo y la salida del hospital, todo el mundo le hablaba de política. No he leído su obra La Hora Violeta, pero está apuntada a la lista de pendientes, como habla el autor de la ausencia de rituales en ciertos momentos de nuestras vidas. En la segunda porción del libro, titulada Banderas desteñidas, recuerda los pueblos de la Comunidad Valenciana, pone en situación al lector sobre su padre profesor de FP y de las diferencias entre los que hablaban castellano o valenciano (como decía mi primo Pedrito, ibicenco que estudió en Valencia, “ese catalán mal hablao”). Recuerdo, al respecto, que fui a Sueca con mi padre y un autobús de gente de mi pueblo tras una beatificación de un monje de mi pueblo (creo que fue en 1993), y tuve una de mis trifulcas en la mesa que me pusieron con los más jóvenes porque allí hablaba todo Cristo (ya que hablamos de beatos fusilados en la guerra civil) valenciano. Fue un momento tenso de esos que a veces provoco, pero lo recuerdo porque se sorprendieron los caretos que yo ponía. El autor habla del modelo educativo diferenciado que se impuso en la Comunidad Valenciana desde 1983, y del gobierno del PSPV entre el 82 y el 95, y del ideólogo Joan Fuster, que curiosamente, es de Sueca. Recuerda el ensayo fusteriano titulado Nosotros los valencianos, en el que se propone “la construcción nacional a partir de esa lengua”. Habría que preguntarle a Fuster si la yeclana zona del Carche también la incluía en la Comunidad Valenciana, o en los países catalanes, que también hablan catalán. Pero Murcia sale citada después… Subraya el autor el acento que pusieron los nacionalistas en la educación, pese a que la mayoría de profesores venían de fuera. Mi primera oposición a secundaria fue en la Comunidad Valenciana, en 2001, y todavía no pedían el requisito lingüístico, pero cuando iba a presentarme en 2005 tuve que realizar un examen previo de valenciano que suspendí con mi valenciano de Canal 9. Conoce bien Sergio del Molino el asunto de la educación porque su padre tuvo que abandonar su posición de subdirector de instituto por no querer acceder a su certificado de conocimiento del valenciano. He coincidido con varios compañeros en Murcia con casos similares, que pidieron traslado a Murcia perdiendo sus cargos en puestos directivos… Pero eso se traslada de la educación al día a día, y afecta. Hablamos mucho de la politización de la justicia, pero no se habla lo suficiente de la politización de la educación. ¿Queda algún inspector de educación que no sea un comisionado político? Cita el autor a un tal Christopher Hitchens para nombrar a ciertos nacionalistas llegados desde las periferias (de Hitler a Napoleón, pasando por otros), y como eso afecta en las cuestiones políticas. Por una vez cita a alguien del que he leído un libro (Kingsley Amis) para recordar que la rotulación de las direcciones de las señales de tráfico en lengua galesa e inglesa llevaba a distintas consideraciones. Después pasa a hablar del 1 de octubre de 2017, que a mí me pilló en Torreagüera. Recuerdo aquellos bocadillos de tocino en El Lejías escuchando a los parroquianos del bar cagándose en los muertos de todos los catalanes vivos y muertos mientras en Espejo Público se hablaba del asunto catalán, que también analiza SDM poniendo sobre el papel el nombre de Alfons López Tena y de la tesis, que sostienen algunos, de la pervivencia del franquismo sociológico. Analiza el ascenso de VOX tras el asunto catalán, y se pregunta sobre los motivos de la rebelión de los lideres catalanistas de octubre de 2017. Para alegría de mis compañeros de carrera, cita a Eric Hobsbawn, y a un tal Tony Judt que señala los fenómenos de la identidad europea (Champions, Erasmus, compañías de aviones baratos), y otro palomo llamado Orlando Figes (que citaba como fenómeno del asunto el tren, la industria del libro y la ópera, si no me falla la memoria, que últimamente no estoy para nada). De ahí salta a la mili, tras la alusión que Abascal hizo a ella (otro de los errores de Vox), que no hizo Santiago (ni yo) y que finiquitó Aznar en 2001. Yo me libré por mis prórrogas de estudios, pero no todos lo hicieron y analiza SDM el fenómeno de la insumisión, definida por el autor como “la última expresión de la tradición ácrata de la izquierda española”. Recuerda Noche de los enamorados de Félix Romeo, que ya comentamos aquí. Al único insumiso que he conocido personalmente y que entró en prisión es Carlos Olmo, compañero con el que coincidí en el IES Isaac Peral, profesor de filosofía y de muchas cosas más, y me contó de sus experiencias con tono agridulce. Al final, todo es mentira, como esa Constitución del 78 de la que habla como “un acuerdo de señores grises que fumaban mucho”. Además, recuerda a Antonio Baños, la CUP y su libro La rebelión catalana, prologada por Isaac Rosa. En el tercer segmento (no de ocio, que eso son los recreos del colegio según una profesora mía del CAP), cuenta su viaje a Barcelona para un debate, con palabras como Paleolítico y Neolítico bailando, y la vuelta con las vueltas al campo o no, y las fábulas de la cigarra y la hormiga, y el Génesis. Todo mentira, como la prensa y los pastores: “En el imaginario bíblico, tanto en el judío como en el cristiano, los pastores tienen mejor prensa que los labradores”. Viva. Cita el Rewilding y la vuelta al Pleistoceno y a un tal Slavoj Zizek (no sé si lo he escrito bien). Un caso llamativo, que yo no conocía, es el de Scott Timberg, crítico cultural del un periódico angelino que tras años de penurias abandonó Los Angeles en 2015, y que se suicidó en 2019 con 54 tacos, con deudas, y con eso que llama SDM como la “pauperización de las clases recreativas”. Además, incide el autor de casos de gente expulsada de la ciudad al campo/periferia, del pasado y del presente, de crisis a crisis. Los primeros días de la pandemia, en el grupo de compis de carrera irreductibles, decidimos (creo que lo propuso Belmonte) hacer un cinefórum para luego hablar de pelis, una de las primeras que vimos fue Uvas de la ira (que no la había visto), dramón de dramones. En la cuarta píldora, El fin de la vida de provincias, comienza reflexionando sobre el paseo y las caminatas, y me recuerda a Don Manuel Alcántara, y los carteros y todo lo demás. Habla del parecido entre las ciudades de provincias. Y, como en 1º de ESO, sale a relucir el Imperio Romano, y Augusto, y la Pax Romana. También se recrea en Clarín y La Regenta, Vetusta y Ana Ozores, 1885, el Regente y el Magistral, sus barrios, sus fábricas, las casa de los mineros. Me leí La Regenta obligado en Literatura Universal de 1º, en el curso 93/94. Oviedo únicamente me sonaba a equipo de fútbol, y todavía no me interesaba la Historia, y por eso no me gusta recordarla, aunque sea equiparable, como dice SDM, a cualquier ciudad española de 1885. Vuelve a hablar de las murallas, y la destrucción, y como “lo idéntico destruyó lo identitario”. Luego habla del GATEPAC y de la nueva urbanización de las ciudades en España y arquitectura, y del racionalismo. Y la entrada en la CEE, y los fondos FEDER, y las reconversiones industriales y las universidades (que tan bien resumió en territorio valcarcil Medina Precioso en su libro) y los cambios en ciudades concretas como Burgos o Bilbao, y la pirámide de población de 2020 (que tan “bien” me calificaron en las oposiciones de 2021), y las residencias de ancianos (habla de los consorcios) y el negocio que tienen montado y todo lo demás. En la quinta, titulada Contra la idiotez, habla de la entrevista que le hace otro joven zaragozano en su casa y explica el motivo de su no huida (de momento) de la ciudad de los Héroes del Silencio. Y, como en el libro que precede, cita autores: Jorge Freire, Mèlich, MAHN, Fontanarrosa, Ana Iris Simón e Irene Vallejo. Y hace un recuerdo emotivo a la figura de Azaña (recuerdo PPP comentándolo con los alumnos de 2º y La velada en Benicarló), poniéndolo como ejemplo de la aceptación de lo que España es. Para acabar, también reflexiona sobre lo que supuso la vuelta de Alberti e Ibárruri, y aquellas Cortes de julio del 77 (gran año, gran reserva), y de que España no es tan frágil como parece. Un buen libro que me ha ayudado a quitar otros pensamientos de la cabeza.
Coda: Recordando a Sergio Algora y a Aloma Rodríguez, y a Muy poca gente y El niño gusano, tocará reflexionar sobre la montaña vacía...
martes, 19 de octubre de 2021
Megacuarenteno en La Gran Batalla por Murcia (II)
Dice el amigo Jesús al inicio de Megacuarenteno en la Gran Batalla por Mucia que “todos tenemos algo que contar de aquellos días”. Y pone las palabras angustia, incertidumbre y preocupación en el alambre. Habla de personicas y de superhéroes. En la primera parte, Murcia ciudad abierta ya te encuentras con catedrales y tanques, habla de imágenes espeluznantes, te encuentras a La Menina entre imperios y ejércitos covidianos. Nos muestra, como yo haré esta noche y muchas noches, al pastel de carne como valor esencial. Recuerdo que poco antes de esa mitad de marzo de 2020, cuando todo cambió, ver con los alumnos de 3º la serie Chernobyl a la que se refiere Jesús, y charlé con los alumnos (y les encantó la serie) de los efectos secundarios de muchas cosas. Pero no todo es capital, que también existe Cartagena y el submarino y las “cepas sibaríticas” a las que se refiere Jesús. Y un asiático para todos, y la señalización camino de Aljucer, o de Bullas y La Manga, y la parroquia de Los Belones como fuerte betiano, y la capital monteagudiana… En la segunda parte, Necesitamos un superhéroe, no hay ojos para los que mandan, hechos bolas, entre pinchos y montaditos. Y la araña Marlene, y los ánimos y las transiciones entre covientierros… O algo así, que me falla la memoria. En la tercera parte, al servicio del ciudadano, mientras la gente trabajaba, otros (los políticos) bostezaban o, directamente, dormían. Mientras revisitaba La Gran Batalla por Murcia estaba leyendo Contra la España vacía, donde Sergio del Molino subraya con boli rojo la incapacidad inicial de nuestros políticos para conseguir material sanitario las primeras semanas del asunto… ¿Qué hicieron nuestros políticos? ¿Siguen en la fase REM? Y las imágenes del Comisario Bruno (no sé si con el botón de la casaca abrochado… pidiendo ayuda a Megacuarenteno). Y la araña y el oráculo, el sabio del Cabezo, y los errores de la Historia, y la gripe española… En la cuarta parte, Asalto al laboratorio del General Covidius, siguiendo los pasos garrigosianos del sabio, Megacuarenteno va por el laboratorio secreto, siendo Monteagudo la auténtica Coviliandia, y a aparece la Hermandad Secreta, y el efecto limón, y la jefa impartiendo… En la quinta parte, Cara a Cara, aparece la circulasísima plaza y sus 47 grados, y camino dirección al Lugar de Don Juan, y la Iglesia de Aljucer con caretos conocidos y el cadenicas soltando perlas: “he disfrutado a tutiplén como algunos políticos”. Y planes de evacuación y bases secretas y todo lo demás. Cohetes para todos. Para acabar, la sexta y última parte, Extinción o victoria, una especie de Casa habitada por murciélagos, con portaaviones y San Ginés de la Jara, y un cartel, como si del 7 de octubre se tratara, con el lema “El Mar Menor os necesita, por favor no lo contaminéis”. Y la famosa Hipocampa, y La Fuensanta y los globos y todo lo demás.
Vigil. Primera temporada.
Tenía algo escrito sobre Vigil pero el caos se lo llevó. Todo. Bajo el agua. En ese escrito de hace un mes, me refería a los inicios de Vigil, a sus trepidantes dos primeros capítulos (o eso creo), a la Nueva Guerra Fría (en la que [casi] siempre gana Rusia, y si empata te sube la luz), en la necedad de las historias con final (semi)feliz, en lo que nada parace lo que es, en la verdadera afinidad de las parejas, en el dolor ajeno y en el propio, en las ausencias prolongadas y la búsqueda de un plan B, en los cromos que se cambian para perder la originalidad, en preposiciones que buscan sustantivos porque no queremos leer libros de verdad. Si encuentro lo que escribí sobre Vigil, lo recuperaré. En caso contrario, habrá que decir que empieza mejor que acaba, que hubiera sido una buena película de dos horas (si la vejiga aguanta), que mezcla demasiados asuntos y se difumina conforme pasan los minutos, que es previsible en algunos casos y que es una buena serie pero pudo estar mejor. O no.
jueves, 14 de octubre de 2021
El juego del calamar. Primera temporada.
Puestos a fabular, fabulemos con la desesperación. Cuando estás desesperado, y todos lo hemos estado o estaremos, estás dispuesto a cualquier hacer cosa. Cualquier disparate. El juego del calamar reflexiona sobre la desesperación de los que antes o después caemos, de los que antes o después acabamos con una nariz rota, con los que antes o después volamos sin alas… o en plan Ícaro. O quizás, canica arriba, canica abajo, no sea simplemente una fábula, sea una sucesión de capítulos de Humor amarillo pero en serio. ¿Quién no sabe lo que es par o impar? Pues no sé. Y una sucesión de disparos y máscaras con una gran facilidad para el asesinato, para una continuación de asesinatos. También reflexiona sobre las listas, sobre si hay predestinación o no, si hay dolor o llamamiento para encender velas para un futuro entierro, o para traficar con órganos, o historias para no dormir. Aunque quizás su eclosión sea exagerada. Le ponen imaginación, pero no es Utopía o el primer Black Mirror. No lo sé. Estamos siempre con lo del rasero. Las comparaciones. Las jodiendas con vistas a la bahía. Los estados de ánimo y las variantes del vacío. Y los decorados y los nombres antes de morir. Un retratito para todos. Y luego, como con los móviles, a jugar con el vidrio templado y con los puentes mientras los apostadores vips ríen y monopolizan el asunto. En las épocas pasadas, siempre recordaba Casi famosos y aquello de que “el monopolio de la motivación no es exclusivo de nadie”. O tal vez, sí. Tal vez sí lo sea. Tal vez nuestra existencia sea una partida de cartas, un cinquillo con demasiadas sotas, un otoño sangriento pensando en deudas heredadas. Y los finalistas. ¿Quién? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Música clásica? ¿Acantilados? ¿Comer pensando que no hay un mañana. Como en Juegos de Guerra, la única manera de ganar es no jugar.
Megacuarenteno en La Gran Batalla por Murcia
Conocí a Jesús Manuel García Gómez hace ahora 25 años, en el primer curso de la licenciatura de Historia del curso académico 1996/1997. No hizo falta una presentación formal, porque al final los nombres son accesorios. Después de varios días en una cantina, el dijo su nombre: Jesús. Pues vale. Siempre cuento esta anécdota pero no es una anécdota, es algo más. Pero quizás las etiquetas estén para algo. O no. La pandemia nos pilló de improviso. El último día que hablé con él antes del cierre del 14 de marzo de 2020 fue el miércoles 11, el mismo día que coincidí por la mañana con otro de los retratados en La Gran Batalla por Murcia de Megacuarenteno, con Andrés Serrano. Te acuerdas de los días como de las torres de las catedrales, con imágenes hechas y con sensaciones. Lo de Megacuarenteno fue algo de sensaciones. ¿Qué pensamos esos días? ¿Qué escribimos esos días? ¿Qué dibujamos esos días? En Murcia aguantamos con los alumnos hasta el viernes 13, con las clases a medias y suspendiendo la visita a la Universidad con los alumnos de mi tutoría. Algunos fueron a pedirme los 3 euros del autobús. Podría decir sus nombres. O no. Recuerdo escuchar compulsivamente los primeros días de la siguiente semana el monólogo de Alsina. Vaya serie. Y me refugié en otros libros y otras series, y también nos refugiamos con Megacuarenteno desde el final de aquel mes. Yo empecé con Darkness (la huella del crimen), escuché mucho a Pearl Jam (con el que hablaba con otro compi en la carrera [Rafa Ortuño, viva Yecla], el día 17 me terminé la tercera temporada de StartUp, me terminé Mujeres y negros de Enrique Rubio, vi la primera temporada de Los salvajes, recuerdo la impresión por la muerte de Chema Candela (después de tantos años escuchándolo en la radio), el viernes 20 vi Riphagen, hacía todas las noches videollamadas a Lali de una hora o más, el sábado 21 una voz argentina me llamó por la calle y me habló de una foto que yo había puesto en redes sociales con un globo (lo habían pintado sus hijo), vi The Gloaming, y más Alsina, y José Manuel Puertas y Casa habitada por murciélagos y más Megacuarenteno. Cuando unos alumnos de cuarto el año pasado en Alquerías me preguntaron que hice se lo dije del tirón y les enseñé unas viñetas de Megacuarenteno. Había que agarrarse a algo. Jesús lo hizo con lo que luego es este tebeo. Escuché mucho a El niño gusano. A cada uno le daba por una cosa. Megacuarenteno también era la espera: esperar la siguiente andanza, el siguiente personaje reconocible, la siguiente iglesia o el siguiente (no) Bando de la huerta o covientierro de la sardina (o como se escriba). Era esperanza. Era ver al sabio del Cabezo, a bichos y arañas, a generales y jefas, a los compañeros de andanzas universitarias. ¿Qué sentido tiene el arte en nuestras vidas? Cada uno lo interpreta de una manera. A mí un mosaico romano no me produce un placer orgiástico, pero no me daña la vista. Me recreo viendo pinturas con el ordenador y en los manuales, aunque esos primeros días no me apetecía. O no quería. O quizás estábamos más sensibles (me acuerdo de decir que The English Game me gustó, pero luego hablando con Sergio el me abrió los ojos). No lo sé. No podemos valorar el arte por lo que simplemente es, más bien por lo que representa en cada momento: ver la catedral dibujada, ver Monteagudo hecho fortaleza, ver laberintos, y submarinos y cartelitos sobre el Mar Menor que deberían ser iconos. Ahora que estamos en otros encierros interiores, toca reflexionar y valorar lo que tenemos y lo que hemos dejado de tener, y La Gran Batalla por Murcia, recién vista casi del tirón (hubo por ahí un partido de Euroliga y un capítulo de American Rust de intermedio), nos hace volver a aquellos días de esa palabra que nos recuerda Jesús al principio de su libro: incertidumbre. Podrás estar mejor o Jesús, pero siempre recuerdas las palabras de Jesús López, el otro Jesús de este Belén que es la gran batalla por Murcia en la que todos estamos retratados y los políticos más fielmente que nunca. Acabé ese mes viendo Cobra, Unorthodox y Kalifat (series de las que hacen pensar), y seguí en ese limbo de Lexatín y de infusión de mis padres, con los que pasé esos meses en los que dormí muy poquitas horas. Y siempre recordaremos que también nos acompañó Megacuarenteno. Gracias Jesús.
martes, 12 de octubre de 2021
Primavera para Madrid
Me recomendaba el amigo Jesús, autor de Megacuarenteno y el resto de compis de la carrera que valen y que escuchan, Primavera para Madrid. Un códice de Magius. Ni idea. No lo conocía. Ni la más remota idea (para variar). Lo primero que choca es el dorado y negro del libro (me llega la cuarta edición), con el águila bicéfala coronando las flores que rodean a los caretos de la portada. Y empieza con rezos sobre los rascacielos de oficinas. Marcando territorio, pisando la zona en plan Shaq y el artículo 34. Y no es casual lo de Shaq (o sí), pero se dan las gracias por tener una propiedad en una de las cuatro torres famosas de Madrid, pero un poquito más abajo que el número de la camiseta de O’Neal, en el 33. Y entonces se presenta un tal Cipriano Luna, con una doble arruga en la frente que me recuerda a un vecino de Aljucer que ahora tiene Alzheimer que vivió de las lentejas… Pero me pierdo, y voy sin brújula. El tal Cipriano presenta también a su yernísimo estrella, Lobo Madrid. Auuuuuuuuuuuuuu. Y habla del pádel, de la pista a unos 236 metros de altura, y aparece por allí una Cindy Crawford… y de pronto, las palabras clave: cohecho, malversación, prevaricación… y otras palabras con las que hacer un soneto bankiano, unos sextetos al más puro estilo camiano como cuando uno de mis profesores de Historia compartía cargo en la antigua Caja de Ahorros alicantina y murciana que creció y creció hasta que reventó y reventó. Como diría el bueno de Andrés, pum pum. Y yo añado, que hay que abrir la caja de los bombones. Pero entonces comienza una comisión de investigación, y no sé si habrá personajes rufianescos haciendo preguntas o habrá mentiras sin cintas de video. Se ve el cuadro pero no se ve el careto del cuadro que hay tras los personajes de la investigación comisionada… Y siempre me recuerda mi mente, mi retina cretina (que decía el hombre de la camisa verde) aquel funcionario de Aduanas con la mano en el cogote del exministro. Benditas retinas, Ginés Caballero. Pero volvamos al púrpura y oro, que juegan los Lakers y es domingo por la noche. Y no es la Almudena pero se ven chulapos y chulapas (¿habrá que decir chulapes?), y aparece La Primavera pero no es la de Obdulio Miralles, es pintura pero es otra Primavera. Y el siguiente en aparecer en la tragicomedia madrileña es un cayetanísimo Fede, relaciones públicas discotequero y cicerone de futuras estrellas del Hola, y la sed de Champán pero sin Charolitos, que estos vienen de otros barrios y otras estrategias. Y en esa confusión de gestos y rostros, del antes y el después, aparece la zafiedad de las juntas de accionistas, origen y causa de tanto progreso y tanta miseria. Sí, progreso y miseria, casi siempre, en la misma frase. ¿Cuántos banqueros y presidentes de grandes empresas han dicho lo de yo era pobre cuando empecé? Y Sotogrande, ese sitio que según los de la Ryder española era muy aburrido, pero quizás uno no va únicamente a Sotogrande a divertirse: la estandarización del ocio de lo cotidiano, hacer negocios y más negocios. Sotogrande, Marbella, comunidades con capitales de estado, presidentas, vicepresidentes con áticos y con pisos varios, vicepresidentas, constructores, concejales (de distrito lo llaman allí, en los Madriles), gente con kilos y gente que aspira a ganar más kilos pensando desde la frente al ombligo y pasando del corazón a la cartera… Veo las torres y es pensar en El año del descubrimiento y algunos de los dueños, o exdueños, o exexdueños… Al final, todo, entre Cartagena y Madrid, viene a ser lo mismo en la política y en la vida: todo mentira (hasta el buen sabor del brócoli, o el equivalente a la palabra sabor en el brócoli si es que existe esa palabra de verdad). Me gusta, por el choque, esos dos colores de Primavera para Madrid, o la ausencia del resto, en alguien como yo que apenas lee tebeos. Y sigue la fiesta, en discotecas, en casas, la gran mentira institucionalizada. Las tarjetas black, las cacerías, las fiestas y presentaciones… Todo mentira, en España no ocurrió eso. Nunca. Una ilusión de la prensa rosa, de la de color salmón y de la amarilla, de cartas que lanzan tipos como personajes de cuadros goyescos en bautismos de sangre. Luego se centra el autor en los mitos fundacionales del nuevo estado, nombres e instituciones, pasado y presente, comparando el asunto a David y Salomón, a Carlos V y a Felipe II… Será por pasados imperiales y quijalescos, por relaciones de las que ni te acuerdas. Recuerdo aquel lunes de junio de 2014, con Juan Carlos García Barba y Karin charlando de política después de que el personal adelantara por la izquierda con noticias que nos llegaban por móvil a un Patiño en el que hacía tiempo para una reunión de departamento en el recreo. Parece ayer, pero un ayer en otros colores. Un gran ejercicio el de Primavera para Madrid para llevar un sueño al papel y creer que se pueda hacer realidad.
Ted Lasso. Segunda temporada.
Ted Lasso vuelve a empatar, aunque a Ted Lasso no le gusten los empates, aunque Ted Lasso no crea en los empates. ¿Qué pijo es un empate si no hay partido de vuelta? ¿Qué broma es? ¿Un chiste? ¿Un profesor de secundaria explicando el feudalismo a gente que desea su muerte? En la segunda temporada de Ted Lasso se vuelve a lo mismo (parece que no pasa nada pero siempre pasa algo, pero todo muy lento, parece que hay que explicarlo todo mil veces y no siempre se entiende). Pero es que eso es la vida: que pasen cosas aunque tú no quieras que pasen, que vuelva gente, que tipos duros ejerzan de tipos de duros aunque luego queden con viejas en yoga, que ahijadas te retraten por tus ausencias, que tipos nigerianos renieguen de dinero por temas de contaminación. O no. O quizás, las fábulas no funcionan, las fábulas sean mentira, las fábulas sean farsas idiotizadas para gente que quiere creer que otra mierda es posible. Y no siempre otra mierda es posible. No siempre. Cuando no estás bien, intentas salir del pozo inventando o disimulando, dándole hilo a la cometa de lo cotidiano, estirando un chicle que al final se deshace en mil pedazos. O en 10.000. Con su perfil de cualquier otra cosa, la segunda temporada de Ted Lasso es una de las más profundas reflexiones sobre la salud mental y la fragilidad humana. No solo hay que acordarse de la salud mental un 10 de octubre, o cuando se ríen en el Congreso de propuestas sobre el tema. El número de suicidios no se frena, todo lo contrario. No todo lo arreglan las pastillas, los psiquiatras y los psicólogos, aunque ayudan. Pero muchas veces no es suficiente. Nos acordamos de las visitas de Tony Soprano a su psiquiatra como algo semidivertido cuando en realidad era tragicómico. La llegada de una doctora que ayuda con las debilidades humanas del día a día no es superficialidad, es algo más. Ansiedad, depresión, suicidio, miedo a lo que va a pasar, derrota y vuelta a la derrota, huir y volver a huir, porque todo da miedo. Ted Lasso nos vuelve a hacer pensar.
BAC Nord
La Marsella de las barriadas y los cárteles, la Marsella de las persecuciones y los números. “Marsella se ha convertido en Bagdag” le dice una colaboradora a uno de los tres policías protagonistas de BAC Nord. Hemos visto Gomorra, y parece que ya nos asustamos de nada. Pero no hay que irse tan lejos, que tenemos polígonos en Murcia. El negocio de la droga y la muerte y el hachís con un olor concreto. Todo en la policía es estadística y rango, ascenso y miedo en un futuro que es muy oscuro. “Trabajan por mil euros, qué gilipollas. Son policías”. Así le responden unos camellos a los tres protagonistas en un intercambio dialéctico entre pistolas amenazantes. Todo números. ¿Para qué trabajamos? Yo pienso todos los días en dejar de trabajar en un instituto, porque no hay futuro. Estoy pensando, muy seriamente, opositar para auxiliar, o celador o tipo de fotocopias. Lo que sea por dejar de trabajar con chusma. Lo que sea. Quizás señala BAC Nord mucho los defectos (que todos tenemos) de los policías, y no únicamente la búsqueda de tutoriales de internet para cambiar pañales. Mil defectos tenemos y caemos mil veces cada día, pero no somos San Pablo y Damasco era otra cosa y Marsella es Bagdag. Y en el Bagdag francés, batalla campal, éxito parcial y desplomes varios, con o sin camiseta del 5 de Zidane. Y luego, la policía dentro de la policía y el desastre por hacer lo que tienes que hacer. Extorsión y tráfico de drogas con banda armada, acusación para los policías que montaron el número y se ponen en plan Line of Duty, acusando que es gerundio. Y la cárcel para un policía es un infierno. Y antes o después, te derrumbas y cantas lo que tengas que cantar, en el idioma que tengas que cantarlo aunque sea la peor canción del mundo y esté en tus antípodas ideológicas. Al final es mejor huir y no volver. Pero siempre salimos perdiendo. Siempre. Esto no tiene solución.
lunes, 11 de octubre de 2021
La España vacía. Viaje por un país que nunca fue.
¿Quién pone la palabra terrorista en la primera frase de un ensayo? Luego utiliza un quizá, luego motivación política. Y un poquito más adelante, habla de Perros de paja, la película del tito Sam, del verdadero Tío Sam, y no de aguiluchos ni de gaitas ni de curas de pueblo con miedo a casas ardiendo (o sin miedo a él). Reflexiona Sergio del Molino en La España Vacía. Viaje por un país que nunca fue sobre las mierdas de los pueblos, las envidias y el habla, al principio de este libro, del aburrimiento. Subraya la palabra desconfianza y heterofobia. ¿Qué tenemos en común con la gente que vive en nuestro edificio? ¿En nuestro pueblo? ¿En nuestro trabajo? Quizás, nada. Casi nada. También saca la etiqueta música o equipo de 11 contra 11, ya seamos más de Cesar Luis o del bando de los bilardistas. O no. Estoy pensando cogerme unos días sin sueldo para dejar de ir a trabajar, para dejar de ver a esa tribu que solo piensa en hacer el gilipollas y reir las gracias de niñatos disfrazados cada día de una cosa y de hijos de niñatos y de chusma de distintas calles del centro, los polígonos y la periferia. No hay dos Españas, Sergio del Molino: hay demasiadas Españas, y todas cerca y lejos, todas con el mar más o menos lejos o, simplemente, creemos que están más o menos lejos. Todo mentira en España. Y después de la preintroducción, Carlitos Barbablanca Marx y su obra El Capital cita por SDM en la introducción. ¿Y qué hay delante de la preintroducción? ¿Tapa dura? ¿Tapa blanda? En esa introducción, habla de la ausencia de tenedor en un restaurante extranjero, y pensar en distintos idiomas, y visualizar tenedores en vez de cucharas lógicas. Y se va SDM al latín, ese mismo que las víctimas de la REM no estudiamos, y habla de furca (yo pensaba que era furcia, pero no), de horca, de tenedor. Tenedor, elitismo y desprecio. ¿Qué será lo siguiente? Me gusta de SDM que utiliza frases cortas, que va directo aunque no siempre te guste lo que dice esa flecha que viene de la Edad de los Metales. Viva el cobre, vivan las aleaciones. Romanos, árabes, ciudades. ¿Qué pijo es Murcia? ¿Es todo eso? ¿O es todo mentira? Hasta a Von (fon, de la fuente de toda la vida) Humboldt cita SDM (yo pensaba más en Ritter, o en Vidal de la Blache, o algunos nombres de los que no me acuerdo. Y de castigados, al campo. ¿Pero es el campo un castigo? ¿Qué pijo es el campo? Me sé de memoria los centros de trabajo (vulgo, institutos) en los que he trabajado desde 2005: Alquerías, Totana, Beniel, Murcia, Alhama, repetimos Murcia, Patiño, Cehegín, volvemos a Murcia, Cartagena por partida doble, seguimos en Murcia, volvemos a Alquerías, seguimos en Murcia…. 13 institutos en 16 cursos distintos… Pero SDM, el feudalismo, que no se explica, no, se habla de él pero no en Bachillerato, en segundo de ESO. En el puto segundo de la ESO. Y escribe SDM sobre el Gran Trauma. ¿Trauma? ¿Eso no es lo de los hospitales? Trauma. Desde que se llevan las series de médicos, locos y autistas, antes ER y urgenciólogos que anuncian café, todos sabemos de médicos, enfermedades y pandemias; después de marzo de 2020, todos somos epidemiólogos. Todos. Sabemos más que Dios, y yo me pongo en segundo a hablar de la Peste Negra y los críos se descojonan. Todo mentira, casi o tanto más que el feudalismo en Bachillerato… Y sale el carlismo, que debía salir antes y después, siempre el carlismo (¿qué pijo es eso, me dijeron en segundo [de Bachillerato] cuando explicaba y me dejaban mis queridos compañeros de departamento [un beso con lengua para todos]). Eso me pregunto yo: ¿qué es el carlismo? También habla de Almazán, aunque en Aljucer somos más de Taldercuende. Viva Almazán y viva Aljucer. Y si salen a relucir los trenes (siempre los trenes, ahora y nunca), se subraya con boli aún más rojo: en el reino valcarcil en el que vivo, desapareció la línea Murcia-Caravaca (recordé que lo comentaba LAB) y parece que no pasó nada (ahora suspende la línea Murcia-Águilas y tampoco pasa nada, salvo para peatones miserables como yo). Habla SDM de Zaragoza como ciudad media europea (la misma donde un amigo de mi hermano Alfonso, fue encontrado en la estación después de desaparecer en pleno COU), con “rarezas” pero con similitudes. Toro de Osborne, también citado. Pero subraya el autor aragonés que “la España vacía nunca estuvo llena”. Citaba antes Alquerías, Totana y Beniel, de los que recuerdo a una parte de población a media mañana, estar en las plazas viendo la vida pasar y al que se bajaba del autobús o del tren ir al instituto examinarlo de arriba a abajo. Y me miraban como un intruso, como un barbas que iba a algo y se preguntaban por ello: ¿Dónde pijo irá ese barbas a las 7 y 20 de la mañana? A explicar el feudalismo, o a que no me peguen, que España se quedaría más vacía sin mí. Y el autor, limita a esa España vacía: zona sin mar. En esos lugares que he citado, cuando pregunto a la chiquillería por ciudades cercanas, la mayoría de ellos no ha ido. Directamente. SDM quita Madrid, pero cuantifica lo vacío en torno al 53%. ¿Mucho? ¿Poco? Y pone más datos: el 84,4% de la población viven en el 48% del territorio español. Ya estamos cuantificando, siempre cuantificando. Y compara la población española con la alemana, la francesa, la italiana. Habla el autor de desequilibrio, y lo califica de añejo (como el vino) y estructural. Resumiendo: la España vacía es otra España dentro de España (el sueño de todo federalista, o algo así). Y subraya esa vieja idea de los parecidos entre los pueblos medievales, independientemente del país (federal o no) en que se encuentren. También aparecen conceptos como el de Celtiberia (otro concepto que un profesor de instituto desconoce). Lo más llamativo del libro es la continua referencia a autores y escritores, no únicamente españoles, a películas y obras. Habla el autor del gran trauma, de películas de Paco Martínez Soria, de Surcos, de la España de Franco de los inicios (la de Burgos y Salamanca) y del maltrato del dictador a la España Rural. Siempre nos quedamos en Guernica, pero SDM habla del hombardeo de la Legión Cóndor alemana de 4 pueblos del Maestrazgo de Castellón en 1938. Siempre tenemos en el horizonte el crecimiento de provincias, a partir de los años 50’s, como Vizcaya, Madrid o Barcelona, pero no se subraya siempre lo suficiente el crecimiento a través del hacinamiento, pobreza, las villas de la emergencia, de las chabolas. Eso no se puede olvidar, porque no se creció bien. Compara SDM los planos urbanísticos de los 50’s y 60’s (desarrollista) y el de los 90’s (residencialista o residencial) para intentar entender las deficiencias de esos planes. Pero por el contrario, incide en el peso electoral de la España vacía (no sé nunca si escribirlo con mayúsuculas o minísculas) tras la Constitución de 1978, que permitió que provincias con poco peso poblacional tuviesen mucha importancia con la presencia de 2 y 3 diputados mientras que IU perdía escaños con un número cuantitativo de votos a nivel nacional (y que no se reflejaban en el número de escaños). Este peso hizo posible el éxito de UCD y posteriormente de PP y de PSOE. Y hablando de política, introduce el concepto de los barones, esos tipos que a nivel regional toman protagonismo en un partido nacional (un concepto que yo creo que ha ido degenerando con el tiempo, acabando en barones de serie b o, directamente, z). Curiosamente, tras esa mención, aparece citada El disputado voto del Señor Cayo, de Delibes, quizás más conocido en institutos por Los santos inocentes, y también cita Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos. Por eso, incide el autor en hablar de esa España vacía como “un mapa imaginario, un territorio literario, un estado (no siempre alterado) de la conciencia). Y sigue citando obras que no he leído, como La lluvia amarilla de Julio Llamazares, del que cita también su artículo de 2015 sobre un molino restaurado 45 años después de su abandono y que aparecía en su obra. Pero la España vacía sufrió otro golpe con la entrada en la CEE del 86, y su peculiar salto adelanto (todavía no teníamos chinos en nuestros pueblos ni barrios como ahora) y que supuso un palo para muchos pueblos y ciudades con industrias, tan de moda tras el éxito de El año del descubrimiento. Y vuelve a citar más obras que no he leído como Camí de Sirga de Jesús Moncada, El Jinete Polaco de Antonio Muñoz Molina, El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez. Y hasta a la tele se refiere SDM con Labordeta y Un país en la mochila, que durante cinco cursos paseó por los pueblos de España (no siempre bien visto, como pasó en Murcia). En la segunda parte, el autor se adentra en los mitos de la España vacía y comienza con el crimen de Fago, un pueblo de treinta personas con un asesinato que llegó a toda España, a la vacía y a la otra, y se refiere a Perros de Paja de Peckinpah o al Twin Peaks de Lynch, pasando por Lute, por Bodas de Sangre de García Lorca y por el Crimen de Cuenca de Pilar Miró. Pero no es nuevo lo de Fago, sino que rememora el Puerto Hurraco de 1990 (visto por la lente de Carlos Saura en El Séptimo Día), o las crónicas de Ramón J. Sénder y Casas Viejas, o Réquiem por un campesino español. Hablando de tribus no contactadas se refiere a Las Hurdes, y los distintos estudios que se hicieron sobre la zona, o de los viajes de los políticos a la zona (se refiere, por ejemplo, al de Fraga). Y de ahí salta a un apartado titulado Marineros del entusiasmo, en el que se refiere a la Institución Libre de Enseñanza (recuerdo que en el IES Juan de la Cierva [todavía no le han cambiado el nombre] de Totana, en unas charlas que dimos en los recreos hablé de ella), y de Giner de los Ríos, y de Unamuno, y del Patronato de las Misiones Pedagógicas de la II República que funcionaron entre 1931 y 1937, con el éxito de las pequeñas bibliotecas de las Misiones que prestaron muchos libros. He vivido en primera persona las “ruedas” de profesores que van de ciudades a pueblos. En mi caso, recuerdo especialmente la de Cehegín, donde trabajé del 10 de octubre al 14 de diciembre de 2012, en la que nos juntábamos maestros de dos colegios e institutos para ir (yo no conduzco). Esos viajes eran odiseas, pero también son recuerdos y amistades, y siguen pasando y de ahí salen iniciativas como las que cita el autor en el libro que han sido innovadoras a nivel nacional. Después se recrea en la estancia de Bécquer en Salamanca por su tuberculosis, desde la que surgió Cartas desde mi celda. Habla del pasado literario que han dejado los autores, con el ejemplo hiperclásico del Quijote, o de otras aportaciones como la de Félix Rodríguez de la Fuente que en su El hombre y la tierra también mostró paisajes de esa España vacía. Hasta a la publicidad se refiere, con la referencia a los anuncios de ICONA y de Tulipán (vaya bocadillos al horno con Jamón y Tulipán me he zampado yo). Después se refiere al carlismo y a Calomarde, al que ya dedicó el autor un libro muy interesante (ya reconocí con su lectura que durante la carrera y posteriormente, nunca tuve referencia de él… Subraya el autor que “el carlismo fue montaraz en un sentido no figurado”, reflexiona sobre el carlismo de Valle-Inclán, sobre los últimos bohemios (Ciro Bayo y Alejandro Sawa), y pone énfasis en las palabras marginada y despreciada para hablar de la gente que apoyó el carlismo. Por último, orgulloso de muchas cosas, se refiere a mitos radiofónicos como Luqui y El Pirata, cita a Tierno Galván y las fiestas de la movida pobladas por hijos de gentes llegadas de la España menos llena, y como desde Leganés o Getafe decían lo de “ir a Madrid” como yo digo desde Aljucer lo de “ir a Murcia”, porque aunque estén juntos no son lo mismo. Habla de que “somos viejóvenes” al referirse a las personas de ningún sitio y cita a Machado y el Belfondo de Jenn Díaz (ese sí me lo he leído) y hasta se acuerda de Muchachada Nui y La Hora Chanante, y de que el patriotismo (casi) nunca ha estado bien visto en España (podríamos discutir eso ahora entre banderitas, que mañana es 12 de octubre). Un gran libro el de la España vacía de Sergio del Molino que deja grandes frases: “Lo último que quiere ser un escritor español es ser un escritor español”.
sábado, 9 de octubre de 2021
Billions. Segunda parte de la quinta temporada.
“La gente perfecta no existe”. No. “El mundo se arreglará solo”. No. “No creo en los enemigos”. El enemigo del zanahorio también deja frases. Varias frases, en esta lucha sin cuartel. Pero el zanahorio, en mitad de pizzas y pinturas, de comprar pintores y almas, de cooperaciones necesarias y de cajas de muertos vistas por internet. Ainsssssssssss, los riñones. Riñones para todos y víctimas colaterales. Cruces de caminos y gente dañada. Energía verde y mierdas varias. Barcos y “no existe la puta mala suerte cuando se trata de dinero”. Olor a sangre cuando estás en un barco lleno de plasma. El mundo no tiene solución si no tienes dinero. Los complejos, sobre todo el de salvador, están pasados de moda. Viva Dinamarca y los bancos. Y llega la mascarilla en el 10. COVID y refundación. Entrevistas y finiquitos. “El mundo ha cambiado y tenemos que cambiar”. Billions y esas segundas partes que vuelven tras historias confinadas de dibujos que se podrían explicar pero que no se entenderían, porque no todo el mundo pilla la ironía. Aves patrimoniales para cenar, honrando costumbres de los fundadores. Nada como una conspiración para ponerse hasta arriba. Cenas jeffersonianas. Yeeeeeeeeeeepa. Dinero entre exesposos, sangre que salta hasta que parece mierda (¿o era mierda mientras se citaba a Burt?). ¿Somos más de codicia o de miedo? ¿Somos conspiradores por consentir jodiendas o simplemente la libertad es un pretexto sin historia? ¿Quién hace de un Pollock de ganga un personaje de Billions? ¿Quién hace de Holmes? ¿Quién de Watson? ¿Qué preferimos estabilidad o riesgo? ¿Cortesía o ruleta rusa? ¿Dios o levantar el espinazo a las 8 de la mañana para comprar un montón de cosas que no necesitamos? La palabra equipo es una farsa, y no hace falta que llegue una crisis (llámese pandemia, cielo, infierno o capricho emocional) para saber que es la misma palabra que cualquier otra: mentira. Y la pieza que va a cambiar muchas cosas, la marihuana en mitad de la regulación bancaria y mierdas varias. Lógica y dolor personal, lo que todos llevamos dentro. Mucho dolor, y poca lógica, la verdad. Mentira sobre mentira. ¿De verdad recordamos el modo de tirar libres de Steve Nash? Y los puros, y no únicamente los de Red Auerbach. Y los hijos, los hijos en el negocio. Y siempre hay un tipo que va camino de Damasco y cambia de opinión y se va todo a hacer acciones. O burbujas. O mierdas. Y el uso de las comillas siempre es importante. Muy importante. ¿Toro salvaje se puede citar en una llamada telefónica? ¿Una película de la que nadie se acuerda? ¿Alguien? ¿Algo? ¿Vida inteligente? ¿Hilos atados en dedos? Pero ese final de temporada no sé si honra a la serie. No lo sé.
jueves, 7 de octubre de 2021
martes, 5 de octubre de 2021
domingo, 3 de octubre de 2021
Ted Lasso. Primera temporada.
No todo el mundo entiende los chistes sobre bañadores. No todo el mundo entiende los chistes sobre bañadores de la suegra. No todo el mundo entiende los chistes sobre los bañadores de una pieza de una madre, pero para eso está Ted Lasso, para darle forma. He visto poco SNL, algunos de los que ponía el Plus cuando se podía hacer el pirata sin llamarte Ordúñez, pero no le pille el tranquillo. Para eso, para los tranquillos hace falta respeto y tranquilidad, y hay que releer El maestro y Margarita, pero no siempre tenemos tiempo de releer El maestro y Margarita. Entonces, ¿para qué esta vida? Termino de ver la primera temporada de Ted Lasso y me pongo, de fondo y con unos cascos de los de la Renfe (dos semanas queriendo comprar unos decentes y no lo he hecho, el tiempo y los daños colaterales de un trabajo que antes era pasión y ahora solo tortura y papeles) unas canciones de Ángel Stanich, y piensas en el tiempo y la distancia. Lo resumió mejor Miguel Venegas, el de la uve, que luego hay confusiones. Pero esa distancia tiene una explicación, y se llama divorcio, y en el momento de esa firma sabes que Ted signfica Teodoro y nunca antes te habías preguntado si Ted era Teodoro o qué diablos era. Ted, Teodoro, como uno de los Roosevelt, pero no estamos para guerras ni para New Deal. O sí. La huida de un continente a otro, la huida de un deporte a otro, el paso de una derrota a otro. No solo es lo que ahora “el relato”, sino el momento y la tensión. No podemos pensar en el deporte, porque solo es un pretexto para contar otras muchas cosas en la primera temporada de Ted Lasso. ¿Para qué vivir si no se disfruta? ¿Para qué odiar? ¿Para qué buscar el fracaso si no sabes vivir? ¿Odio y lágrimas y fútbol y mierda sobre mierda? Tiene momentos para recordar Ted Lasso, esos en los que no quiere poner(se) serio pero, entre risas y rascándose el bigote, recuerda las partidas de dardos y lo que pudo ser y no fue, o las imitaciones de C. de Friends o el modo de escapar cuando, aunque viajes a más de 7200 kilómetros. Y yo mañana no quiero ir a trabajar. Mañana tampoco.
Coda: Y eso de que nunca caminarás solo, otra mentira. Como todo en la vida. Y llegar a un karaoke, y cantar Wonderwall y pensar si es mejor traducirlo como "muro maravilloso" o "piedra angular".