lunes, 11 de octubre de 2021

La España vacía. Viaje por un país que nunca fue.

¿Quién pone la palabra terrorista en la primera frase de un ensayo? Luego utiliza un quizá, luego motivación política. Y un poquito más adelante, habla de Perros de paja, la película del tito Sam, del verdadero Tío Sam, y no de aguiluchos ni de gaitas ni de curas de pueblo con miedo a casas ardiendo (o sin miedo a él). Reflexiona Sergio del Molino en La España Vacía. Viaje por un país que nunca fue sobre las mierdas de los pueblos, las envidias y el habla, al principio de este libro, del aburrimiento. Subraya la palabra desconfianza y heterofobia. ¿Qué tenemos en común con la gente que vive en nuestro edificio? ¿En nuestro pueblo? ¿En nuestro trabajo? Quizás, nada. Casi nada. También saca la etiqueta música o equipo de 11 contra 11, ya seamos más de Cesar Luis o del bando de los bilardistas. O no. Estoy pensando cogerme unos días sin sueldo para dejar de ir a trabajar, para dejar de ver a esa tribu que solo piensa en hacer el gilipollas y reir las gracias de niñatos disfrazados cada día de una cosa y de hijos de niñatos y de chusma de distintas calles del centro, los polígonos y la periferia. No hay dos Españas, Sergio del Molino: hay demasiadas Españas, y todas cerca y lejos, todas con el mar más o menos lejos o, simplemente, creemos que están más o menos lejos. Todo mentira en España. Y después de la preintroducción, Carlitos Barbablanca Marx y su obra El Capital cita por SDM en la introducción. ¿Y qué hay delante de la preintroducción? ¿Tapa dura? ¿Tapa blanda? En esa introducción, habla de la ausencia de tenedor en un restaurante extranjero, y pensar en distintos idiomas, y visualizar tenedores en vez de cucharas lógicas. Y se va SDM al latín, ese mismo que las víctimas de la REM no estudiamos, y habla de furca (yo pensaba que era furcia, pero no), de horca, de tenedor. Tenedor, elitismo y desprecio. ¿Qué será lo siguiente? Me gusta de SDM que utiliza frases cortas, que va directo aunque no siempre te guste lo que dice esa flecha que viene de la Edad de los Metales. Viva el cobre, vivan las aleaciones. Romanos, árabes, ciudades. ¿Qué pijo es Murcia? ¿Es todo eso? ¿O es todo mentira? Hasta a Von (fon, de la fuente de toda la vida) Humboldt cita SDM (yo pensaba más en Ritter, o en Vidal de la Blache, o algunos nombres de los que no me acuerdo. Y de castigados, al campo. ¿Pero es el campo un castigo? ¿Qué pijo es el campo? Me sé de memoria los centros de trabajo (vulgo, institutos) en los que he trabajado desde 2005: Alquerías, Totana, Beniel, Murcia, Alhama, repetimos Murcia, Patiño, Cehegín, volvemos a Murcia, Cartagena por partida doble, seguimos en Murcia, volvemos a Alquerías, seguimos en Murcia…. 13 institutos en 16 cursos distintos… Pero SDM, el feudalismo, que no se explica, no, se habla de él pero no en Bachillerato, en segundo de ESO. En el puto segundo de la ESO. Y escribe SDM sobre el Gran Trauma. ¿Trauma? ¿Eso no es lo de los hospitales? Trauma. Desde que se llevan las series de médicos, locos y autistas, antes ER y urgenciólogos que anuncian café, todos sabemos de médicos, enfermedades y pandemias; después de marzo de 2020, todos somos epidemiólogos. Todos. Sabemos más que Dios, y yo me pongo en segundo a hablar de la Peste Negra y los críos se descojonan. Todo mentira, casi o tanto más que el feudalismo en Bachillerato… Y sale el carlismo, que debía salir antes y después, siempre el carlismo (¿qué pijo es eso, me dijeron en segundo [de Bachillerato] cuando explicaba y me dejaban mis queridos compañeros de departamento [un beso con lengua para todos]). Eso me pregunto yo: ¿qué es el carlismo? También habla de Almazán, aunque en Aljucer somos más de Taldercuende. Viva Almazán y viva Aljucer. Y si salen a relucir los trenes (siempre los trenes, ahora y nunca), se subraya con boli aún más rojo: en el reino valcarcil en el que vivo, desapareció la línea Murcia-Caravaca (recordé que lo comentaba LAB) y parece que no pasó nada (ahora suspende la línea Murcia-Águilas y tampoco pasa nada, salvo para peatones miserables como yo). Habla SDM de Zaragoza como ciudad media europea (la misma donde un amigo de mi hermano Alfonso, fue encontrado en la estación después de desaparecer en pleno COU), con “rarezas” pero con similitudes. Toro de Osborne, también citado. Pero subraya el autor aragonés que “la España vacía nunca estuvo llena”. Citaba antes Alquerías, Totana y Beniel, de los que recuerdo a una parte de población a media mañana, estar en las plazas viendo la vida pasar y al que se bajaba del autobús o del tren ir al instituto examinarlo de arriba a abajo. Y me miraban como un intruso, como un barbas que iba a algo y se preguntaban por ello: ¿Dónde pijo irá ese barbas a las 7 y 20 de la mañana? A explicar el feudalismo, o a que no me peguen, que España se quedaría más vacía sin mí. Y el autor, limita a esa España vacía: zona sin mar. En esos lugares que he citado, cuando pregunto a la chiquillería por ciudades cercanas, la mayoría de ellos no ha ido. Directamente. SDM quita Madrid, pero cuantifica lo vacío en torno al 53%. ¿Mucho? ¿Poco? Y pone más datos: el 84,4% de la población viven en el 48% del territorio español. Ya estamos cuantificando, siempre cuantificando. Y compara la población española con la alemana, la francesa, la italiana. Habla el autor de desequilibrio, y lo califica de añejo (como el vino) y estructural. Resumiendo: la España vacía es otra España dentro de España (el sueño de todo federalista, o algo así). Y subraya esa vieja idea de los parecidos entre los pueblos medievales, independientemente del país (federal o no) en que se encuentren. También aparecen conceptos como el de Celtiberia (otro concepto que un profesor de instituto desconoce). Lo más llamativo del libro es la continua referencia a autores y escritores, no únicamente españoles, a películas y obras. Habla el autor del gran trauma, de películas de Paco Martínez Soria, de Surcos, de la España de Franco de los inicios (la de Burgos y Salamanca) y del maltrato del dictador a la España Rural. Siempre nos quedamos en Guernica, pero SDM habla del hombardeo de la Legión Cóndor alemana de 4 pueblos del Maestrazgo de Castellón en 1938. Siempre tenemos en el horizonte el crecimiento de provincias, a partir de los años 50’s, como Vizcaya, Madrid o Barcelona, pero no se subraya siempre lo suficiente el crecimiento a través del hacinamiento, pobreza, las villas de la emergencia, de las chabolas. Eso no se puede olvidar, porque no se creció bien. Compara SDM los planos urbanísticos de los 50’s y 60’s (desarrollista) y el de los 90’s (residencialista o residencial) para intentar entender las deficiencias de esos planes. Pero por el contrario, incide en el peso electoral de la España vacía (no sé nunca si escribirlo con mayúsuculas o minísculas) tras la Constitución de 1978, que permitió que provincias con poco peso poblacional tuviesen mucha importancia con la presencia de 2 y 3 diputados mientras que IU perdía escaños con un número cuantitativo de votos a nivel nacional (y que no se reflejaban en el número de escaños). Este peso hizo posible el éxito de UCD y posteriormente de PP y de PSOE. Y hablando de política, introduce el concepto de los barones, esos tipos que a nivel regional toman protagonismo en un partido nacional (un concepto que yo creo que ha ido degenerando con el tiempo, acabando en barones de serie b o, directamente, z). Curiosamente, tras esa mención, aparece citada El disputado voto del Señor Cayo, de Delibes, quizás más conocido en institutos por Los santos inocentes, y también cita Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos. Por eso, incide el autor en hablar de esa España vacía como “un mapa imaginario, un territorio literario, un estado (no siempre alterado) de la conciencia). Y sigue citando obras que no he leído, como La lluvia amarilla de Julio Llamazares, del que cita también su artículo de 2015 sobre un molino restaurado 45 años después de su abandono y que aparecía en su obra. Pero la España vacía sufrió otro golpe con la entrada en la CEE del 86, y su peculiar salto adelanto (todavía no teníamos chinos en nuestros pueblos ni barrios como ahora) y que supuso un palo para muchos pueblos y ciudades con industrias, tan de moda tras el éxito de El año del descubrimiento. Y vuelve a citar más obras que no he leído como Camí de Sirga de Jesús Moncada, El Jinete Polaco de Antonio Muñoz Molina, El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez. Y hasta a la tele se refiere SDM con Labordeta y Un país en la mochila, que durante cinco cursos paseó por los pueblos de España (no siempre bien visto, como pasó en Murcia). En la segunda parte, el autor se adentra en los mitos de la España vacía y comienza con el crimen de Fago, un pueblo de treinta personas con un asesinato que llegó a toda España, a la vacía y a la otra, y se refiere a Perros de Paja de Peckinpah o al Twin Peaks de Lynch, pasando por Lute, por Bodas de Sangre de García Lorca y por el Crimen de Cuenca de Pilar Miró. Pero no es nuevo lo de Fago, sino que rememora el Puerto Hurraco de 1990 (visto por la lente de Carlos Saura en El Séptimo Día), o las crónicas de Ramón J. Sénder y Casas Viejas, o Réquiem por un campesino español. Hablando de tribus no contactadas se refiere a Las Hurdes, y los distintos estudios que se hicieron sobre la zona, o de los viajes de los políticos a la zona (se refiere, por ejemplo, al de Fraga). Y de ahí salta a un apartado titulado Marineros del entusiasmo, en el que se refiere a la Institución Libre de Enseñanza (recuerdo que en el IES Juan de la Cierva [todavía no le han cambiado el nombre] de Totana, en unas charlas que dimos en los recreos hablé de ella), y de Giner de los Ríos, y de Unamuno, y del Patronato de las Misiones Pedagógicas de la II República que funcionaron entre 1931 y 1937, con el éxito de las pequeñas bibliotecas de las Misiones que prestaron muchos libros. He vivido en primera persona las “ruedas” de profesores que van de ciudades a pueblos. En mi caso, recuerdo especialmente la de Cehegín, donde trabajé del 10 de octubre al 14 de diciembre de 2012, en la que nos juntábamos maestros de dos colegios e institutos para ir (yo no conduzco). Esos viajes eran odiseas, pero también son recuerdos y amistades, y siguen pasando y de ahí salen iniciativas como las que cita el autor en el libro que han sido innovadoras a nivel nacional. Después se recrea en la estancia de Bécquer en Salamanca por su tuberculosis, desde la que surgió Cartas desde mi celda. Habla del pasado literario que han dejado los autores, con el ejemplo hiperclásico del Quijote, o de otras aportaciones como la de Félix Rodríguez de la Fuente que en su El hombre y la tierra también mostró paisajes de esa España vacía. Hasta a la publicidad se refiere, con la referencia a los anuncios de ICONA y de Tulipán (vaya bocadillos al horno con Jamón y Tulipán me he zampado yo). Después se refiere al carlismo y a Calomarde, al que ya dedicó el autor un libro muy interesante (ya reconocí con su lectura que durante la carrera y posteriormente, nunca tuve referencia de él… Subraya el autor que “el carlismo fue montaraz en un sentido no figurado”, reflexiona sobre el carlismo de Valle-Inclán, sobre los últimos bohemios (Ciro Bayo y Alejandro Sawa), y pone énfasis en las palabras marginada y despreciada para hablar de la gente que apoyó el carlismo. Por último, orgulloso de muchas cosas, se refiere a mitos radiofónicos como Luqui y El Pirata, cita a Tierno Galván y las fiestas de la movida pobladas por hijos de gentes llegadas de la España menos llena, y como desde Leganés o Getafe decían lo de “ir a Madrid” como yo digo desde Aljucer lo de “ir a Murcia”, porque aunque estén juntos no son lo mismo. Habla de que “somos viejóvenes” al referirse a las personas de ningún sitio y cita a Machado y el Belfondo de Jenn Díaz (ese sí me lo he leído) y hasta se acuerda de Muchachada Nui y La Hora Chanante, y de que el patriotismo (casi) nunca ha estado bien visto en España (podríamos discutir eso ahora entre banderitas, que mañana es 12 de octubre). Un gran libro el de la España vacía de Sergio del Molino que deja grandes frases: “Lo último que quiere ser un escritor español es ser un escritor español”.

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