miércoles, 20 de octubre de 2021

Contra la España vacía

Terminé de leer La España vacía un 10 de octubre de 2021 y empecé a leer Contra la España vacía un 12 de octubre de 2021. El Pilar, la Raza, la España que se fue a la mierda y la que está por venir. Recuerda Sergio del Molino la presentación de otro libro y sus dudas sobre ciertas respuestas en la presentación del mismo, y entrevistas a Errejón (¿ese era el líder que merecía España?), y viajes por encargo de El País para analizar la España con menos gente, y un acto de Pablo Iglesias (otro líder ahora en tertulias y artículos) en la riojana Nalda sobre despoblación. Y habla de 2019, otro año repetido en España en con elecciones en poco tiempo (ya sufrimos un 20D de 2015 y un 26 de Junio de 2016). En Nalda, Iglesias sacó su retórica para responder a unos tipos con banderas que lo increpaban. Habla de la preparación política de Iglesias (todo ha de estar preconcebido e ideado) y de cierta ingenuidad propia con algunos momentos de LEV. O no. Todo mentira. Escribe SDM sobre la intención temporal de la izquierda (o yo lo entiendo así) de apropiarse de la idea de España. Cuando quedaba de charla con mis compañeros de clase de la facultad, siempre les decía que si en aquellas elecciones de 2015 y 2016 Pablo Iglesias se hubiese españolizando al 100% atacando a catalanes y vascos podría haber ganado y con margen de gobierno. Quizás no. Quizás todo fue un sueño y la pesadilla fue un chalé. O no. Política ficción, historia ficción, escupir en el mar. ¿De qué nos vale eso ahora? De ahí salta SDM a la problemática que surgió en el errejonismo cuando Más Madrid iba a saltar al vacío de la política nacional: ¿Más País o Más España? ¿Por qué no Más lo que sea? ¿Qué se quedó por el camino? Muchas cosas, y sacar dos diputados con más de cuarto de millón de votos. Poco, mucho, regular. Vaya usted a saber. Pero es verdad, que entre encuesta y encuesta, se vendió que Más País sumaba con PSOE para gobernar sin nacionalistas y eso sonaba bien. Pero la melodía se jodió, los músicos iban desfasados y desafinó la sintonía. No era música sino ruido. Habla SDM de la “cobardía política” de Errejón al no hacer llamar a su partido para las nacionales como Más España por miedo a que el líder de Podemos lo llamar fascista. Teruel Existe sale a escena. Recuerdo que fui a varias reuniones de un partido que montaron en Murcia el expresidente Garre y otros personajes políticos y públicos. Fui a pocas, porque aquello, que parecía de éxito (en una presentación en el Paraninfo de La Merced de la Universidad de Murcia había más público fuera que dentro) languidece mientras que Vox aumenta su influencia en la Región de Murcia. Pero, a veces, un escaño es poder, influencia y si la suma cuadra, lo que haga falta. La copia del chantaje vasco y catalán, para que se entienda. Pero cuenta SDM que llegó la pandemia y todo se transformó. O no. En el primer capítulo se centra en el pijoprogre, ese palabro utilizado por muchos en distintos contextos, y que SDM analiza como etiqueta social, política e intelectual. Subraya el autor el año 2019 para su utilización como insulto de un estrato ideológico a otro. Explica el origen de la palabra progre. Y cita a Federico Jiménez Losantos, como azote de lo que representa la palabra. Escucho a Federico y escucho a Carlos Alsina. Me gusta el comentario de las 6 del primero y el de las 8 del segundo. Y es verdad que en aquellos años desde el 2004, como sostiene SDM, fue la oposición real al zapaterismo. Luego salta el autor al mote de los que llevaban gafas antes y después de la revolución rusa del 1917. Hamlet si la leí en 1º de Bachillerato con Isabel Cuadrado, pero Guerra y paz, no, pero me gustó el Bezújov de la BBC. Habla del vanguardismo elitista que censuraba a los que cantaban Señor Inspector a la hora de hablar de ellos en el prensa de los 80’s pero sí subieron a los altares a una movida madrileña ínfima en número. Analiza el autor el error de Occidente dando alas industriales a China hasta depender completamente de ella, y superando algunas regiones y ciudades del gigante asiático a otras capitalistas de las de toda la vida (pone el ejemplo del material que hizo falta a partir de marzo de 2020 en asuntos médicos y hospitalarios con la pandemia). Y de ese concepto de clase media pasa a preguntarse por lo que es realmente la democracia liberal y el motivo de que no funcione sin igualdad. La teoría, la práctica y todo lo demás. Cita a un tal Guilluy y el concepto de periferias, donde se acumulan los que vienen de fuera y los marginales y que tienen en común su invisibilidad para casi todos. Y esos periféricos son atraídos por los populismos. Y subraya la falta de contenido doctrinal del populismo. Habla el autor de la clase media canadiense, del país norteamericano antes de Justin Trudeau. Como la profesora Martínez Carrillo (hablaba de más cosas que de supermercados), el autor recuerda el crecimiento de las ciudades fuera de las murallas. Cruzando Albacete y un poco más, recuerda SDM el origen del Frente Nacional francés, que apenas contaba con unos 100.000 votos en 1973. Subraya la importancia de una entrevista al líder JML en 1984, en la que dejó frases populistas como buen populista: “Quiero a mis hijas más que a mis primas, y a mis primas más que a mis vecinas, y a mis vecinas más que a los desconocidos, y a los desconocidos más que a los enemigos”. Vivan las primas. De ahí pasa el autor al mes más importante de la historia, mayo, y al 68, y del cambio en las costumbres (misa, sombrero, corbata, falda, informalidad), dejando frases para enmarcar: “No fue Facebook quien suprimió la intimidad, sino los sesentayochistas”. Veo Facebook y pienso en Sorkin, en nieve, en chanclas, en venganza… Y no se acaba el libro, no. Recuerda SDM el 15M como un fenómeno que vivió de manera distinta a muchas, desde la óptica del hospital donde estaba su hijo esperando un trasplante. Yo lo tengo borroso el 15M. Recuerdo que ese año curso 2010/2011 estaba en el IES El Carmen, y en los huecos de mi horario (antes de los recortes teníamos menos horas lectivas y el gruyerismo horario daba juego) me acercaba a la Glorieta de España en Murcia para saludar a mi alumno Albaladejo de 2º de ESO y sus secuaces que estaban allí en sus tiendas de campaña… Y no recuerdo mucho de sus palabras, querían cambiar cosas pero lo tenían todo un poco confuso…Como todos. Cuenta el autor que tras la muerte de su hijo y la salida del hospital, todo el mundo le hablaba de política. No he leído su obra La Hora Violeta, pero está apuntada a la lista de pendientes, como habla el autor de la ausencia de rituales en ciertos momentos de nuestras vidas. En la segunda porción del libro, titulada Banderas desteñidas, recuerda los pueblos de la Comunidad Valenciana, pone en situación al lector sobre su padre profesor de FP y de las diferencias entre los que hablaban castellano o valenciano (como decía mi primo Pedrito, ibicenco que estudió en Valencia, “ese catalán mal hablao”). Recuerdo, al respecto, que fui a Sueca con mi padre y un autobús de gente de mi pueblo tras una beatificación de un monje de mi pueblo (creo que fue en 1993), y tuve una de mis trifulcas en la mesa que me pusieron con los más jóvenes porque allí hablaba todo Cristo (ya que hablamos de beatos fusilados en la guerra civil) valenciano. Fue un momento tenso de esos que a veces provoco, pero lo recuerdo porque se sorprendieron los caretos que yo ponía. El autor habla del modelo educativo diferenciado que se impuso en la Comunidad Valenciana desde 1983, y del gobierno del PSPV entre el 82 y el 95, y del ideólogo Joan Fuster, que curiosamente, es de Sueca. Recuerda el ensayo fusteriano titulado Nosotros los valencianos, en el que se propone “la construcción nacional a partir de esa lengua”. Habría que preguntarle a Fuster si la yeclana zona del Carche también la incluía en la Comunidad Valenciana, o en los países catalanes, que también hablan catalán. Pero Murcia sale citada después… Subraya el autor el acento que pusieron los nacionalistas en la educación, pese a que la mayoría de profesores venían de fuera. Mi primera oposición a secundaria fue en la Comunidad Valenciana, en 2001, y todavía no pedían el requisito lingüístico, pero cuando iba a presentarme en 2005 tuve que realizar un examen previo de valenciano que suspendí con mi valenciano de Canal 9. Conoce bien Sergio del Molino el asunto de la educación porque su padre tuvo que abandonar su posición de subdirector de instituto por no querer acceder a su certificado de conocimiento del valenciano. He coincidido con varios compañeros en Murcia con casos similares, que pidieron traslado a Murcia perdiendo sus cargos en puestos directivos… Pero eso se traslada de la educación al día a día, y afecta. Hablamos mucho de la politización de la justicia, pero no se habla lo suficiente de la politización de la educación. ¿Queda algún inspector de educación que no sea un comisionado político? Cita el autor a un tal Christopher Hitchens para nombrar a ciertos nacionalistas llegados desde las periferias (de Hitler a Napoleón, pasando por otros), y como eso afecta en las cuestiones políticas. Por una vez cita a alguien del que he leído un libro (Kingsley Amis) para recordar que la rotulación de las direcciones de las señales de tráfico en lengua galesa e inglesa llevaba a distintas consideraciones. Después pasa a hablar del 1 de octubre de 2017, que a mí me pilló en Torreagüera. Recuerdo aquellos bocadillos de tocino en El Lejías escuchando a los parroquianos del bar cagándose en los muertos de todos los catalanes vivos y muertos mientras en Espejo Público se hablaba del asunto catalán, que también analiza SDM poniendo sobre el papel el nombre de Alfons López Tena y de la tesis, que sostienen algunos, de la pervivencia del franquismo sociológico. Analiza el ascenso de VOX tras el asunto catalán, y se pregunta sobre los motivos de la rebelión de los lideres catalanistas de octubre de 2017. Para alegría de mis compañeros de carrera, cita a Eric Hobsbawn, y a un tal Tony Judt que señala los fenómenos de la identidad europea (Champions, Erasmus, compañías de aviones baratos), y otro palomo llamado Orlando Figes (que citaba como fenómeno del asunto el tren, la industria del libro y la ópera, si no me falla la memoria, que últimamente no estoy para nada). De ahí salta a la mili, tras la alusión que Abascal hizo a ella (otro de los errores de Vox), que no hizo Santiago (ni yo) y que finiquitó Aznar en 2001. Yo me libré por mis prórrogas de estudios, pero no todos lo hicieron y analiza SDM el fenómeno de la insumisión, definida por el autor como “la última expresión de la tradición ácrata de la izquierda española”. Recuerda Noche de los enamorados de Félix Romeo, que ya comentamos aquí. Al único insumiso que he conocido personalmente y que entró en prisión es Carlos Olmo, compañero con el que coincidí en el IES Isaac Peral, profesor de filosofía y de muchas cosas más, y me contó de sus experiencias con tono agridulce. Al final, todo es mentira, como esa Constitución del 78 de la que habla como “un acuerdo de señores grises que fumaban mucho”. Además, recuerda a Antonio Baños, la CUP y su libro La rebelión catalana, prologada por Isaac Rosa. En el tercer segmento (no de ocio, que eso son los recreos del colegio según una profesora mía del CAP), cuenta su viaje a Barcelona para un debate, con palabras como Paleolítico y Neolítico bailando, y la vuelta con las vueltas al campo o no, y las fábulas de la cigarra y la hormiga, y el Génesis. Todo mentira, como la prensa y los pastores: “En el imaginario bíblico, tanto en el judío como en el cristiano, los pastores tienen mejor prensa que los labradores”. Viva. Cita el Rewilding y la vuelta al Pleistoceno y a un tal Slavoj Zizek (no sé si lo he escrito bien). Un caso llamativo, que yo no conocía, es el de Scott Timberg, crítico cultural del un periódico angelino que tras años de penurias abandonó Los Angeles en 2015, y que se suicidó en 2019 con 54 tacos, con deudas, y con eso que llama SDM como la “pauperización de las clases recreativas”. Además, incide el autor de casos de gente expulsada de la ciudad al campo/periferia, del pasado y del presente, de crisis a crisis. Los primeros días de la pandemia, en el grupo de compis de carrera irreductibles, decidimos (creo que lo propuso Belmonte) hacer un cinefórum para luego hablar de pelis, una de las primeras que vimos fue Uvas de la ira (que no la había visto), dramón de dramones. En la cuarta píldora, El fin de la vida de provincias, comienza reflexionando sobre el paseo y las caminatas, y me recuerda a Don Manuel Alcántara, y los carteros y todo lo demás. Habla del parecido entre las ciudades de provincias. Y, como en 1º de ESO, sale a relucir el Imperio Romano, y Augusto, y la Pax Romana. También se recrea en Clarín y La Regenta, Vetusta y Ana Ozores, 1885, el Regente y el Magistral, sus barrios, sus fábricas, las casa de los mineros. Me leí La Regenta obligado en Literatura Universal de 1º, en el curso 93/94. Oviedo únicamente me sonaba a equipo de fútbol, y todavía no me interesaba la Historia, y por eso no me gusta recordarla, aunque sea equiparable, como dice SDM, a cualquier ciudad española de 1885. Vuelve a hablar de las murallas, y la destrucción, y como “lo idéntico destruyó lo identitario”. Luego habla del GATEPAC y de la nueva urbanización de las ciudades en España y arquitectura, y del racionalismo. Y la entrada en la CEE, y los fondos FEDER, y las reconversiones industriales y las universidades (que tan bien resumió en territorio valcarcil Medina Precioso en su libro) y los cambios en ciudades concretas como Burgos o Bilbao, y la pirámide de población de 2020 (que tan “bien” me calificaron en las oposiciones de 2021), y las residencias de ancianos (habla de los consorcios) y el negocio que tienen montado y todo lo demás. En la quinta, titulada Contra la idiotez, habla de la entrevista que le hace otro joven zaragozano en su casa y explica el motivo de su no huida (de momento) de la ciudad de los Héroes del Silencio. Y, como en el libro que precede, cita autores: Jorge Freire, Mèlich, MAHN, Fontanarrosa, Ana Iris Simón e Irene Vallejo. Y hace un recuerdo emotivo a la figura de Azaña (recuerdo PPP comentándolo con los alumnos de 2º y La velada en Benicarló), poniéndolo como ejemplo de la aceptación de lo que España es. Para acabar, también reflexiona sobre lo que supuso la vuelta de Alberti e Ibárruri, y aquellas Cortes de julio del 77 (gran año, gran reserva), y de que España no es tan frágil como parece. Un buen libro que me ha ayudado a quitar otros pensamientos de la cabeza. Coda: Recordando a Sergio Algora y a Aloma Rodríguez, y a Muy poca gente y El niño gusano, tocará reflexionar sobre la montaña vacía...

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