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martes, 12 de octubre de 2021
Ted Lasso. Segunda temporada.
Ted Lasso vuelve a empatar, aunque a Ted Lasso no le gusten los empates, aunque Ted Lasso no crea en los empates. ¿Qué pijo es un empate si no hay partido de vuelta? ¿Qué broma es? ¿Un chiste? ¿Un profesor de secundaria explicando el feudalismo a gente que desea su muerte? En la segunda temporada de Ted Lasso se vuelve a lo mismo (parece que no pasa nada pero siempre pasa algo, pero todo muy lento, parece que hay que explicarlo todo mil veces y no siempre se entiende). Pero es que eso es la vida: que pasen cosas aunque tú no quieras que pasen, que vuelva gente, que tipos duros ejerzan de tipos de duros aunque luego queden con viejas en yoga, que ahijadas te retraten por tus ausencias, que tipos nigerianos renieguen de dinero por temas de contaminación. O no. O quizás, las fábulas no funcionan, las fábulas sean mentira, las fábulas sean farsas idiotizadas para gente que quiere creer que otra mierda es posible. Y no siempre otra mierda es posible. No siempre. Cuando no estás bien, intentas salir del pozo inventando o disimulando, dándole hilo a la cometa de lo cotidiano, estirando un chicle que al final se deshace en mil pedazos. O en 10.000. Con su perfil de cualquier otra cosa, la segunda temporada de Ted Lasso es una de las más profundas reflexiones sobre la salud mental y la fragilidad humana. No solo hay que acordarse de la salud mental un 10 de octubre, o cuando se ríen en el Congreso de propuestas sobre el tema. El número de suicidios no se frena, todo lo contrario. No todo lo arreglan las pastillas, los psiquiatras y los psicólogos, aunque ayudan. Pero muchas veces no es suficiente. Nos acordamos de las visitas de Tony Soprano a su psiquiatra como algo semidivertido cuando en realidad era tragicómico. La llegada de una doctora que ayuda con las debilidades humanas del día a día no es superficialidad, es algo más. Ansiedad, depresión, suicidio, miedo a lo que va a pasar, derrota y vuelta a la derrota, huir y volver a huir, porque todo da miedo. Ted Lasso nos vuelve a hacer pensar.
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