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martes, 12 de octubre de 2021
BAC Nord
La Marsella de las barriadas y los cárteles, la Marsella de las persecuciones y los números. “Marsella se ha convertido en Bagdag” le dice una colaboradora a uno de los tres policías protagonistas de BAC Nord. Hemos visto Gomorra, y parece que ya nos asustamos de nada. Pero no hay que irse tan lejos, que tenemos polígonos en Murcia. El negocio de la droga y la muerte y el hachís con un olor concreto. Todo en la policía es estadística y rango, ascenso y miedo en un futuro que es muy oscuro. “Trabajan por mil euros, qué gilipollas. Son policías”. Así le responden unos camellos a los tres protagonistas en un intercambio dialéctico entre pistolas amenazantes. Todo números. ¿Para qué trabajamos? Yo pienso todos los días en dejar de trabajar en un instituto, porque no hay futuro. Estoy pensando, muy seriamente, opositar para auxiliar, o celador o tipo de fotocopias. Lo que sea por dejar de trabajar con chusma. Lo que sea. Quizás señala BAC Nord mucho los defectos (que todos tenemos) de los policías, y no únicamente la búsqueda de tutoriales de internet para cambiar pañales. Mil defectos tenemos y caemos mil veces cada día, pero no somos San Pablo y Damasco era otra cosa y Marsella es Bagdag. Y en el Bagdag francés, batalla campal, éxito parcial y desplomes varios, con o sin camiseta del 5 de Zidane. Y luego, la policía dentro de la policía y el desastre por hacer lo que tienes que hacer. Extorsión y tráfico de drogas con banda armada, acusación para los policías que montaron el número y se ponen en plan Line of Duty, acusando que es gerundio. Y la cárcel para un policía es un infierno. Y antes o después, te derrumbas y cantas lo que tengas que cantar, en el idioma que tengas que cantarlo aunque sea la peor canción del mundo y esté en tus antípodas ideológicas. Al final es mejor huir y no volver. Pero siempre salimos perdiendo. Siempre. Esto no tiene solución.
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