martes, 3 de diciembre de 2013

El francotirador paciente

Tengo una relación complicada con el grafiti. La verdad. No es que sea un fanático pero tampoco soy un seguidor fiel. Pero en mis correo la fotografía de perfil es el saltador de pértiga de Bansky. Y a Banksy llegué a través de Exit Through the Gift Shop, y de esas locuras que uno ve, afortunadamente por la televisión. No es El tango de la guardia vieja que leí ahora hace un año más o menos. El francotirador paciente no es una obra menor aunque se lea en un ratito, ya que es grande en sus reflexiones. ¿Por qué en sus reflexiones? No soy yo historiador del arte para hablar de sí lo es el grafiti. No lo sé. Leed y luego me contáis, pero el grafiti me lleva los años noventas (en plural, siempre en plural) a la capital del reino valcarcil, a esa Murcia decadente, al barrio de San Basilio y a Leví, compañero de Villa Desmadre y grafitero, subido a los contenedores de basura mientras ilustraba las tapias del Instituto Miguel de Cervantes. Eran otros tiempos, y los grafiteros eran de los pocos que le ponían huevos al asunto para hacerle frente a los gilipollas cabezas rapadas que por aquellos adorados noventas jodían mañanas, tardes y noches en la capital del reino valcarcil. En clase de inglés, con la profesora Carlota (lo recuerdo cómo si fuera ayer), Leví nos dio una sesión/charla sobre "el arte del grafiti". Él si lo consideraba arte, le tenía estima, lo amaba. No sé si abusaba del grafiti o de algo más, pero para los que entonces nos daba igual arre que só, nos llamó la atención. Esa fue mi primera aproximación al grafiti, allí por el curso académico 1993-1994. Como si fuera ayer, lo repito. Me gusta el personaje de Lex. Bueno, me gusta Tánger Soto, la tengo en un altar. Después de ella, todo fue distinto. Segunda aproximación al grafiti. Año 2000. Viaje con quienes me siguen acogiendo en su residencia catastral a Sevilla, y con nosotros y sus padres sustentadores, el gran Héctor Páez, que con su cámara de fotos lo único que fotografiaba eran grafitis. Un adolescente absolutamente colgado de ellos. Le hablé de las FARC pero no me prestaba atención. No entendía como un jovenzuelo tenía ese jodido interés en el tema. Y ahora no sé si lo entendería. Y ahí surgía el concepto de vandalismo. El jodido concepto de vandalismo. Y la tercera relación con el grafiti me lleva al tema 55 de esas oposiciones que haré en junio por séptima vez. Tema 55, el mismo. Teoría y función del arte. Análisis e interpretación de la obra del arte. En el segundo punto, iluso de mí (la soberbia de la juventud y esos motivos sin motivo), escribiendo sobre el concepto de arte y el valor artístico el menda, en primera persona masculino singular, habla del grafiti. Tal que sí. Hablo del grafiti porque es un acto realizado por el hombre para que la materia o lo visible exprese lo inmaterial o lo invisible utilizando la imaginación, usando un tag, con o sin calaveras mejicanas (otra jota, otro recuerdo al profesor Andreo García). Podemos meternos en jardines, podemos citar a Mikel Dufrenne, o Dino Formaggio o al futuro inventor de la fórmula del agua en polvo. De lo que queráis. Pero yo me quedo con Lex en su periplo italiano. Y, cuando beatifiquen a Rafa Benítez en Nápoles, también. Y todo lo demás. Coda: ¿Y a quién no le apetece ver a Kate Moss con semejante billete en semejante sitio?