sábado, 6 de diciembre de 2014

Stockholm, la película

Hasta llegar a la escalera, hacen falta muchos pasos en la misma noche (o en la vida). Primero, cruzar(se). Luego, mirar(se) a los ojos. Después, convencer(se). Más tarde, jugar(se) una multa por ir desnudo en mitad de la noche. A continuación, sentar(se) en una escalera, jugando a preguntas no tan absurdas. Si le damos más hilo a la cometa, toca mentir(se). Porque siempre mentimos: queriendo y sin querer(se). Más arriba, toca beber(se) una tónica con ginebra azul, de la misma que consumían en sus charlas el Maestro de Gramática y don Arturo. En mitad de la noche, siguen las mentiras, y tras ellos, los cafés de la mentira y luego la terraza desde donde se ve toda la ciudad (aunque no queramos verla). Todo eso es Stockholm la película. Coda: da gusto ver a la nieta del crápula de Crematorio. Creciendo.

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