jueves, 21 de julio de 2016

Escucha esto

Cortesía de Carlota e Israel llegó a mis manos Escucha esto de Alex Ross. Empieza el señor Ross su prólogo diciendo que no es especialmente difícil escribir sobre música. Habría que preguntarle si comparándolo con otras materias es o no especialmente difícil. ¿Es difícil escribir sobre la zona cuatro y uno que le hizo Aíto con su Barcelona al Real Madrid de Petrovic después de que solo la hubiera utilizado el Peñas Huesca? ¿Es difícil escribir sobre la Guerra Civil Española sin caer en ideas preconcebidas y diez millones de veces repetidas? Sería difícil, especialmente difícil, llegar a un acuerdo. Y la crítica musical es un universo aparte, un ejercicio de ombliguismo de parangón inigualable (el jardín del indie y su crítica en España es un ejemplo). Y los músicos, del trono al potro de tortura y de la plata a la mierda. Y parte el señor Ross de la etiqueta "odio la música clásica". El factor de las etiquetas hace que escuchemos o dejemos de escuchar demasiada música. "Odio", "no me gusta" y "me aburre" son etiquetas repetitivas en las que caemos con demasiada frecuencia para mal o para mal. El diablo está encajonado y cuando sale a la luz de la etiqueta, asusta. ¿Cómo expresar la pasión con la música clásica? ¿Pero en su día no era la "clásica" la música popular? Dice AR que no escuchar música implica ser civilizado (ni falta que hace, habría que añadir). He visto a bestias de Primero de la ESO pasar de la locura y el grito al silencio al ver como su compañera recién llegada de Rumanía, sin saber una palabra de español, se ponía a tocar el piano en una guardia y apaciguar a las fieras y sus hormonas disparadas a mil revoluciones por minuto (eso si que es civilizar a los inferiores). ¿Puede la música conseguir que tengamos una nueva personalidad? Puede conseguir casi cualquier cosa. ¿Ególatras o esnobs los Maestros? Antes o después, maestros, aprendices, supervisores, coordinadores o esclavos, da igual, hablan de ellos en tercera persona. Con un par. Y la fetichización, y la idealización (mal)entendida, y los vicios a los que nos acostumbramos en do menor. ¿Y es posible una música para todos? ¿Puede un tipo absolutamente lerdo emocionarse hasta la extenuación con grandes obras del XVIII y el XIX o hay que tener una base previa? Todo eso son jodiendas con vistas a la batuta, no nos engañemos. Y es cierto que Historia con mayúsculas y música no pueden ir aisladas: desde Wagner y su postura con los judíos a la financiación de orquestas durante la Guerra Fría por parte de fundaciones conservadoras (AR pone el ejemplo de la fundación Ford) para desbancar/aislar/desprestigiar culturalmente a los rusos desde la perspectiva de la "música clásica". Y fue llegar los 4 de Liverpool, y el veleta de Dylan, y desplazar a la "clásica" a las ventas del jazz, a lo residual, a lo viejo, a lo canoso. Y la vanguardia se retroalimenta de los clásicos, sea en el estilo que fuera. ¿Qué pensará Jack White de lo que hacen miles de alemanes borrachos mientras destrozan el Seven Nation Army mientras ven un partido de la segunda división del balonmano en Baviera? ¿Qué pensará el amigo Casablancas cuando el Last Nite es utilizado en informativos de televisión mientras ponen imágenes del hundimiento de la economía griega? Y de lo que deja constancia AR es que se puede adorar y venerar la "clásica" sin sentir odio por las ventajas del presente. Y nunca en clase, ni el profesor Chacón, ni ningún otro de Historia Moderna, nos hizo referencia alguna a la Chacona de Arañés, que era más importante el cierre sociocultural y las relaciones feudovasalláticas. Y el lamento de la siguiriyas o seguiriyas flamencas, poniendo énfasis en el dolor y todo lo malo que hay y que está por llegar. Y el papel de Reforma y Contrarreforma en la formación de nuevas estructuras musicales, más abierta a un "público general", en su mayoría iletrado. Y el papel de las modas, pantalón campana sí, pantalón campana no, polifonía sí, polifonía no. Y los manieristas madrigales preoperísticos. Sumando y sumando, sin calculadoras a la vista, que entonces si que funcionaban los cerebros. ¿Meter de lleno la cabeza en la música triste para escapar de todo lo demás? Sí, lo entiendo, hace seiscientos años y ahora. Y si había que llorar laud en mano, pues se lloraba. O lo que hiciera falta. Y óperas, desde 1598, han sonado muchas. Y sonarán, como debe ser (aquellos Medicis trajeron aquellas músicas entre envenenamientos fraternales y créditos a un buen interés). Nada como disfrazar la dictadura con tintes republicanos (lo mismo de ahora, pero sin miramientos). Y si hay que despreocuparse, nos despreocupamos con el ostinato de Zefiro (o como se diga). ¿De verdad nos llegan señales en morse desde el olvido como dice AR? Y entonces suena la guitarra de Andrés Segovia con la Ciaccona de Bach y se para el mundo, y, si hace falta, los White Stripes. ¿De verdad escribió Bach que la música fue ordenada por el espíritu de Dios por medio de David? Y claro, Bach la palmó, y como dice AR, el invento de lo que (mal) llamaron Barroco [vivan las perlas], lo hizo con él en torno al 1750. Es difícil leer la palabra ostinato si vas sobrio, la verdad. Y las arcaicas repeticiones de finales del XIX, una y otra vez, al más puro estilo El la oscuro de la fuerza que hicieron Los Planetas en aquel artefacto químico-sonoro que se llamó Los Planetas se disuelven para la revista Cáñamo. Pero no cojamos el desvío, que gracias a 2001 conocimos a Ligeti. Otra cosa, otro asunto, es que nos apasione (o no) Ligeti. ¿Semejanzas entre la música zíngara de Europa oriental y el flamenco andaluz? Ahora sí que estoy perdido en la traducción. O tal vez, no. Y deleitar(se) con el Crucifixus de Bach mientras te acabas un gintonic en la penunmbra de la soledad de tu habitación. Y el bucle de Ligeti sigue con su Musica Ricercata, una y otra vez, una y mil veces, dale que te pego. Y llega el otoño a Varsovia, y no podemos quedarnos ausentes. Nunca. Y en la misma página, el amigo Alex Ross pasa de Ligeti a Skip James, de lo clásico a lo bluesístico (o como se diga). Y si el diablo se llevó a tu mujer sería por algo, amigo Skip James (¿para qué le enseñara algo al diablo?).Y Duke Elington en Reminiscing in Tempo, llevando el lamento a la ambrosía musical. Y Sinatra en Angel Eyes, pasando de la tortura al infierno, de la infelicidad al desmadre más absoluto. Para sufrir y llorar también está la música. Y en los sesentas vuelve a triunfar, como indica Alex Ross, el bajo del lamento, reconocible en himnos como Michelle de los 4 de Liverpool (el moñas de Paul, a lo suyo). Y valorar en su justa medida a Led Zeppelin, infravalorados por cierta "crítica" musical por su ruido. Aturdidos y confusos, siempre. Y si hace falta alargar la confusión por otros treinta minutos, pues se alarga. Lo que haga falta. Habla Alex Ross de la música como arte sin rostro, como algo intangible. ¿Debe ser necesariamente tangible la música? ¿O únicamente debe emocionarnos sin un sustento físico? Y al igual que con el desarrollo de las máquinas, las compañías de discos ya no son lo que eran: el dinero está en los conciertos, todo es un chiste ambulante, hay que alargar el negocio como sea, hay que estirar el chicle de boca, hay que darle hilo a la cometa para estrechar los mares del barcenístico negocio que se montaron las discográficas. Tal que así. Y los recuerdos que tenemos de los conciertos en los que estuvimos, y en las grabaciones de los mismos, propias y ajenas, privadas y públicas. Todo es matizable, todo es cuestionable, todo es mentira. Y en otro de esos saltos del libro, pasa el señor Ross, a hablar de Mozart, al que un amiguete definió como "tan hipersensible como la pólvora". Y quedar(te) en Suabia cuando lees que Mozart escribió algo titulado Chúpame el culo. De traca. ¿No podía ser ególatra Mozart? ¿Qué hubiéramos hecho nosotros en su lugar? Pues estar viviendo la existencia con todo lujo. Y mucho más. ¿Niño eterno? ¿Holgazán insolente? ¿Qué no se ha escrito sobre Mozart desde la envidia? ¿Podemos fiarnos de un biógrafo? ¿Idiota genial? ¿Qué tiene de malo que muchas de sus primeras obras fueran corregidas por su padre Leopold? ¿Y esa sinfonía 25? ¿Algo que decir por parte de sus detractores? ¿Y del concierto para piano número 9? ¿Algo más que decir? ¿Andantes mágicos no son suficientes? De traca. Alegría para los oídos. ¿Cómo hay tipos que cuestionan su talento? Y de Mozart, el amigo Ross salta a... Radiohead. Casi nada. Con un par. Escribe Alex Ross que Radiohead cogió en 1997 una "oleada de ansiedad generacional". Y los sitúa, con su variedad temporal, a la altura de R.E.M y de Talking Heads. No sé yo si la comparación es buena, como casi cualquier comparación. Recuerdo que en el curso 2006-2007 le pregunté a Josh, un alumno de cuarto de la ESO que vivía aislado de sus compañeros, sobre el significado de Creep. Un tipo gordo del que se reía todo Cristo y se dejaba los exámenes en blanco, me dio una puta conferencia sobre el significado de Creep y sobre Radiohead. Me quedé casi tan zanahorio como Yorke. Y me habló de Karma Police y de como llevaba su madre la viudedad y cómo lo pasaba de mal su hermano ejerciendo de policía en territorio Brexit. Todo por preguntar por Creep. Y mira que yo soy más de Karma Police, pero me dio por preguntar por Creep. Me acuerdo de las palabras de Josh porque Ross escribe en Escucha esto que "Radiohead son un imán par los inadaptados". Josh e inadaptación. Cuadratura del círculo. ¿Y dedicarle No surprises a George W. Bush en un concierto? Los tienen blindados. Muy grandes. Siempre que tengo cierta confianza con algunos de mis alumnos, les digo que los profesores, como los entrenadores de fútbol, somos un mal necesario. Los chicos de Radiohead tuvieron la suerte de encontrar(se) con Terence Gilmore-James, el profe de Música. Se cruzó en sus caminos, curioso, que no casual, que las casualidades no existen. Ese profe, amante de bandas sonoras, de jazz clásico, de música clásica del XX y de un montón de asuntos más, fue crucial. Y de Radiohead pasa AR a Salonen, al que llama "antimaestro" para dirigir la Filarmónica de Los Ángeles. No tengo ni idea de cómo debe ser de complejo dirigir una mastodóntico engendro de músicos ególatras en una organización como esa. Debe de ser el sudoku infinito, un bucle de complicaciones infinitas. Salonen y otros tipos como él, cambiaron la mentalidad clásica del director de orquesta. Y para gustos están los colores, pero Ross lo vende como algo positivo. Y del finlandés pasa a Schubert al que distintos tipos han tildado de borrachín, disidente, homosexual, hedonista y sifilítico. El pack completo. Muere joven que después de ti vendrán a ponerte estiércol y no solo el día de San Alejo, que es cuando los revuelven. No vale que lo utilizara Polanski o Woody Allen. Todo eso se olvida. "Amor peligroso en sus oyentes", dice AR. Casi nada al aparato. Y subraya AR que Schubert hizo de la música una carrera y una auténtica religión. Y se le tildó de borrachín porque en sus horas de ocio bebía (con lo bien que se lo pasa uno bebiendo). Viva la crítica musical que no se centra en la música sino en los hábitos y la vida. Mil obras en 17 años de vida artística. Bestial. Pero no. Algunos insisten en recordarlo como el borracho que iba detrás de hombres y al que la sífilis se lo comía. No vale emocionarse, vale insultar. También recuerda AR el caso de Salieri, al que Milos Forman (según Pumares se dejó todo el talento en Checoslovaquia) lo tildó de rastrero y ruín y todo lo demás. Nada como que te etiqueten. ¿Quién no tiene un lado oscuro? ¿Quién no tiene su propio Círculo Bildung? En ese círculo cuadraban el asunto unos jóvenes sedientos de literatura, música, pasión y, en ocasiones como las de Johann Mayrhofer, semen y suicidio. Y volvemos a saltar, en este caso a Björk. Viva el fútbol islandés y viva Trapped. Lo de Björk es un universo distinto. Muy distinto. Y la he añadido a mi lista de geniecillas locas favoritas después de que AR asegura que es fanática (como muchos islandeses) de El Maestro y Margarita. Se siguen cuadrando círculos, con o sin Schubert. Reucerdo que leí ese libro después de que lo recomendara Franciso Nixon. Una obra maestra no reconocida. Y ahora estoy escuchando a la islandesa a 37 grados a la sombra. Cuenta AR que con 15 años, flauta y ella, la liaron con Glora. No sé si antes o después de leer El Maestro y Margarita. Si Schubert fue interrogado por la autoritaria policía del autoritario Metternich en Viena, Björk y sus secuaces aprovecharon la visita de Reagan y Gorbachov (viva el vodka con naranja) para hacerse notar con uno de sus grupos, The Sugarcubes. Siempre música y política de la mano. La diva que vino del frío, y esos titulares que dejan los periodistas. Y el chico de Oxford y la chica de Islandia incluso cantan juntos. Para que escuches. ¿Y tú que contestarías si Björk te pregunta "tu" definición de iconoclasta? ¿Le damos solo la segunda? ¿O buscamos algo personal? Y de Björk pasa el señor Ross a la música clásica en China, el gran mercado, la política hecha claro ejemplo del arte de lo posible: comunismo y capitalismo y Juegos Olímpicos y, si hace falta, lo que necesites, todo a la vez. Voluntad, poder y sueño, para abrir las entrañas de la postmodernidad, del refrito en el que todo es posible pero con un látigo (sin Serrano) en la mano. Según Ross, dependiendo de la fuente (viva el Río Amarillo), entre 30 y 100 millones de niños chinos (yo me niego a la idiotez de niñas y niños y a los ministerios de Igualdad) estudian piano y/o violín. Igualito que en España, señores. Y del ajedrez hablaremos otro día. Escribe Ross que el asunto creativo sigue los derroteros de la época final de la URSS, castigo y recompensa y todo lo demás. ¿Es lo más correcto? Pues vaya usted a saber, esa pregunta es como escupir mirando al Mar del Norte, nunca tendremos explicación a esa respuesta (ni al éxito de Islandia en la Eurocopa de 2016 en Francia). Y pone énfasis el apellido Ross que el Centro Nacional de Artes Interpretativas se encuentre en la plaza de Tiananmen, junto a los grandes poderes y símbolos del Estado Chino. Curioso, que no casual, como enfatiza don Alex, que el expresidente Jiang Zemin (1993-2003) hiciese gala de su pasión por la música clásico. E ilustrando este hecho, otra vez fusionando política y música, Ross recuerda que Zemin aseguró que su consuelo tras la muerte de Deng Xiaoping, vino gracias al Réquiem de Mozart. Con un par. Y Ross sigue, como profesor subrayando con bolígrafo rojo, acentuando a la juventud como gran protagonista de la música clásica china de la actualidad. Nada como juntar en una frase juventud y clásico y empezar a dar(le) hilo a la cometa. Cuando con o sin motivo aparente pongo en clase las imágenes de la plaza de Tiananmen de 1989, la mayoría del personal lo ignora (alumnos chinos incluidos, un saludo para Gaomín). Y es difícil pensar que las cosas no cambien, y que el régimen chino siga poniendo freno a las voces rebeldes (incluidas las de la música clásica). Incide Ross en que Mao, al empezar su régimen en 1949 alentó pero con matices, la música importada. Pero con la llegada de la Revolución Cultural de 1966 bajaron la persiana, incluido el Conservatorio Central (suprimiendo la música clásica occidental) que no volvió a abrirse hasta 1978. Y, con o sin la música de El Padrino, siempre nos quedarán las flautas chinas de bambú. Siempre. Y de ahí pasa Mr. Ross al sonido ártico de la John Luther Adams del que no tenía ni idea de su existencia. Viva Alaska, los doctores en Alaska y los músicos de Alaska. El siguiente escalón de Ross en Escucha esto es El tirón de Verdi y la ópera como arte popular. Sería meternos otra vez en el jardín de definir "popular". Y comienza a escribir el capítulo refiriéndose a un tipo que ha dirigido las 28 óperas de Verdi por orden cronológico (un tal Vincent [no Vega, lástima] La Selva). Y todos hemos reconocido el inicio del Acto III del Rigoletto. Todos. Verdi, el queso parmesano y la taquilla como termómetro del éxito (como en España con Torrente y 8 apellidos vascos, igualito). Y otra vez, el individuo apellidado Ross mezcla música y política, viendo como actuó Verdi ante la revolución de 1848 y con el nacimiento del nuevo estado italiano (en España llevamos medio año con gobierno en funciones mientras que Italia lleva siglo y medio en funciones aproximadamente. Dice Ross que la grandeza de Verdi es simple. ¿Grandeza y simple en una misma frase? ¿Es Verdi a la música lo que Iniesta al fútbol? Sensación de pertenencia, apostilla Ross. Y de Verdi salta a la gira del cuarteto de St. Lawrence, unos figuras de la música de camara gringa. Y luego pasa, con pértiga incluida, a un capítulo con Sinatra, con Kurt Cobain, con Kiki y Herb, con Cecil Taylor y con Sonic Youth. Casi nada. ¿Después de Verdi hablar de Kiki la cantante borrachuza? No sé yo. Con Cobain hay aspectos contradictorios. Todo Cristo poniendo en un puto altar a Cobain pero sin escuchar a Pearl Jam. ¿Qué es Eddie Vedder para nosotros? Grunge para todos. Vivan los martes santos en los que líderes de masas se suicidan. Todo muy místico. Desde el 1991 al 5 de abril de 1994 cuando Kurt tomo las del camino del Badel (o como se diga), MTV los catapultó y todavía van los hipsters con camisetas de Nirvana. Fenómeno infladísimo. Poniendo en el mismo plato música y Bush padre y Reagan salen melenudos que atrayeron a descontentos, tristes, locos y chalados. Yo también llevé el pelo largo. Aquí nos pasó con los Héroes del Silencio. Si, recordad vuestras pintas. Buscad en álbumes de fotografías. A lo que iba, que todos hemos puesto el Rape me a todo trapo. Todos hemos buscado una cruz con cuervos para ser crucificados. Pero Kurt tuvo los cojones de quitar(se) de la circulación, cojones que muchos no tenemos en nuestra mediocridad. Como bien escribió el Maestro de Gramática, don José Perona, "no hemos sido educados en la altivez del suicidio". De Cobain pasa Ross a un capítulo sobre la crisis de la educación musical. Y Ross vuelve a poner en negro sobre blanco la política y sus medidas contradictorias. En este caso, Ross escribe la ley de 2002 de George Bush hijo llamada Que Ningún Niño Se Quede Atrás, ley que premiaba a los centros escolares que tuvieran grandes resultados en ciencias, matemáticas y lectura. Pero esa misma ley castigaba a los que no destacaran. ¿Qué culpa tienen los profesores y maestros del alumnado que tienen? Es lo que hay y todo es mentira. ¿Sería de la CUP si hubiera nacido en Cataluña? Todas esas preguntas que me hago tienen respuesta. Pero es lo que hay. Cuantitativamente, ha bajado el número de estudiantes de música en algunas partes de USA. Y la siguiente parada de Ross es Marian Anderson, la voz del siglo, voz de pureza e interioridad. Y de ahí a Mitsuko Uchida, uan pianista loca de atar pero que codirige una locura maravillosa llamada Marlboro College que hace alusiones a Karajan y Hitler en sus chascarrillos. En el Marlboro College van pianistas con técnica indudable que son seleccionados y que pasan allí algunos veranos, pero con consideraciones varias que cuenta Ross en Escucha esto. El siguiente salto al vacío de R es el silencio, su fin y John Cage. Vaya títere: un pianista se sienta delante de un piano (novedad) pero no toca ni una sola tecla. Así durante es tiempo. Manifiesto mudo lo llama AR. ¿Mamarrachada? ¿Estupidez? Cage está bajo tierra desde 1992, pero lo siguen despreciando igual en el ámbito de la música clásica. ¿Radical? Pues no lo sé. En cuanto te sales de lo habitual, ya te etiquetan. El personal lo recuerda por la obra anterior pero olvida el resto. La famosa etiqueta y el lastre que conlleva y todo lo demás. Pero las personas pasan a la posteridad por algo, y a JOhn Cage lo recuerdan por lo que lo recuerdan. Aunque hasta el final de sus días, con sus Europeras, era distinto. Dejémoslo en distinto. Y con la muerte de Cage acaba la segunda parte de Escucha esto. Para empezar la número 3, AR se centra en Bob Dylan, al que siguió en una gira de conciertos en el otoño de 1998. A mi Dylan ni fú ni fá, pero yo no tengo ni idea de esto. Ross habla del descontrol dylaniano en los conciertos, defraudando a un alto número de fans. Un tipo que era muy famoso antes de cumplir 21 y que debe seguir mirando hacia adelante debe ser jodido. Yo me pregunto cómo puede Beck Hansen seguir siendo Beck Hansen haciendo los discazos que hizo tan joven. Y el siguiente triple salto de AR llega Lorraine Hunt Lieberson, la mezzosoprano que conoce muchísima peña pero yo no y que falleció en 2006. Y de ahí a Brahms, al último Brahms, al que subtitula en el capítulo como triste y a lo largo del mismo como creador de una música más inclinada para el especialista que para el populacho. También escribe AR que Brahms de confesional, creador de una religión de seguidores ciegos o más menos ciegos. Barbudo desde los 45 años, pelo blanco, gordinflón. Lo tenía todo. La envidia de todos los espejos. Cual Ángel Ganivet, AR enlaza Brahms con Schumann, el que en 1854 intentó quitar(se) la vida lanzándose al río Rin. Solo aguantó un par de años más en el Román Alberca de turno, en el infierno de un Luis Valenciano de la época. Respecto a aspectos históricos, Brahms creía en la clase media germánica y declaró públicamente su odio a los antisemitas, aspecto no siempre bien entendido en Alemania. Y, además, se sentía un rezagado, y, como colofón, un cáncer de hígado se lo llevó, en mitad de sus ataques a todo lo relacionado con la música futurista. Y la renuncia del yo en la Tercera sinfonía y todas esas influencias de Schopenhauer que le llegaron al barbudo. Y es cierto que, como superNietzsche afirmó, la vida sin música sería un error. Y todo lo demás.

2 comentarios:

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Deberías escribir un libro. Dicen que la música aumenta los niveles de dopamina, estos días sin música suena en mi cabeza aunque el ordenador me lo robaran

supersalvajuan dijo...

Escribir y borrar. Ese es el juego.