lunes, 27 de agosto de 2018

Heridas abiertas. Primera temporada

Después de tantas comparaciones con True Detective uno empieza con las comparaciones. Pero no. No se pueden comparar. O tal vez, si. Cada uno que haga las comparaciones que quiera, pero la primera temporada de Heridas abiertas son palabras mayores. Y hermana mayor, hermana muerta, hermana pequeña. Muchas hermanas desgraciadas. Y madres desgraciadas. Y niñas muertas. Y policías pasotas, y policías torturados. Y alfileres, y el imperdible de turno, y la aguja de hilar clavándose en la piel. Y vodka desde las 9 de la mañana. Y el pasado que vuelve, hora tras hora, minuto a minuto, en todos los rincones. En todos los malditos minutos y las Heridas abiertas de por vida. Ahora que Carmen Calvo y sus secuaces quieren quitar límites, quieren juntar consentimiento y violación, en Heridas abiertas nos abren un poco los ojos al respecto. Dientes arrancados al poder como símbolo de violación. Viva la impotencia. Saber lo que tomas cuando llegas a casas ajenas. Arañas. Mitades equivocadas. Dolor. Juegos de niñas pequeñas. Zumbidos de moscas. Y otra vez, el refugio etílico. Cazadores, presas, observadores a posteriores de ese juego de documental de la2 al mediodía, antes de los chicos de ZSánchez nos lo cambiaron por ideologías baratas rancias. Siempre hay que llevar cuidado con las rosas. El detalle de los recuerdos. Avances, avances, avances. Pero siempre hay un "sin embargo" que soltar en una frase. Siempre necesitamos "algo de frivolidad". Siempre. ¿De adolescente prefieres morir o que te vean llorar? ¿Se puede superar la pérdida de un hermano? Heridas abiertas es una olimpiada de dolor continua, una conjunción de pruebas y matarratas casero con anticongelante, de mitología perfesónica y crujir de dientes. Todo es mentira, todo es muela, todo es una casa de las miniaturas, todo malas influencias, todo llamadas a una madre que hace lo que sea por sus hijas, por sus vecinas, por su Alan de jersey en el cuello. Siempre hay una historia que contar, siempre una mentira que edulcorar con botellas de color naranja y azul, siempre un vómito que salve. ¿La naturaleza es caprichosa? Trastornos con demasiada locura, locura que lleva a la lucidez, sudor y cerdos, bicicletas que explican a una dama de blanco, a tres niñas con patines, a un ejército de ventiladores. Pero el ventilador, como casi siempre, solo levanta mierda. Mierda sobre mierda.