jueves, 16 de julio de 2020

L'Effondrement. Primera temporada.

Otra vez. Otra recomendación de las que te deja con la boca abierta desde el principio. Otra vez, Lorenzo Mejino. Vaya historias las del colapso, vaya historias las de L'Effondrement. Empieza la primera de las ocho pildoritas en un hipermercado. Pero está el asunto feo, está todo hecho unos zorros: se va la luz, viene la luz, funciona el pago con tarjeta, no funciona el pago con tarjeta, los cajeros automáticos no dan dinero. Un sindiós. Y encima las estanterías como las de Galerías Preciados en el 94, a mitad. No hay compresas, no hay tampones, no hay carne fresca. Nada. Y a uno de los cajeros, la novia y los amigos lo meten en un lío. En un lío gordo. Es para verlo, pijo. La segunda píldora nos lleva a una estación de servicio en la que se hace trueque por la gasolina, un ejército de personas esperando su turno para cambiar latas de lentejas y chocolate y cualquier comestible perdurable por el combustible. Y no hay límite. Ni limite ni leches. También hay que verlo. Aquí lo han titulado El colapso. Menudo colapso. Y esto lo hicieron antes de la pandemia y el confinamiento y demás mierdas. Ahora no nos chirría tanto, pero entonces, más. He visto el primer y segundo capítulos con una diferencia de seis meses y 16 días. Casi nada. No han pasado cosas, pijo. Y en la tercera píldora, más huida hacia adelante de un ricachón sin escrúpulos camino de una isla donde el perderse con seguridad. En la cuarta, el hambre vuelve a sacar los más bajos instintos. La quinta píldora es la de la agonía, una morfina para alargar un mal dolor en una peor muerte. La sexta, como hemos visto en la pandemia, el drama de las residencias de ancianos, cementerio de elefantes lleno de dolor y desesperación y pinturas y bombonas y todo lo demás. La penúltima, el intento de llegada hacia la isla de la autosuficiencia para ricachones en mitad de un océano de muerte. Y en la última, el principio de todo: la irrupción televisiva de un colapsólogo, de un tipo que vende la historia de la supervivencia en mitad de la opulencia, el tipo que lucha contra la casta hablando ante la casta. ¿Hemos aprendido algo de esta locura coronovírica? Pues yo creo que, visto lo visto, no.

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