martes, 8 de noviembre de 2011

El puente de los asesinos


No es fácil imaginar que todo se acaba. Es muy tarde. Como mucho nos quedan dos o tres libros del Capitán Alatriste, si es que seguimos vivos. 1627. Parece ayer, pero es un siglo después del esplendor del de Gante, del saco de Roma y todo lo demás. El cuarto de los Felipes, un puto florero en mano de validos con demasiados intereses. Demasiados Quevedos que engañan a reyes, demasiados Saavedras Fajardos liándolo todo. Si en España sobran funcionarios en el 2011, en 1627 la mitad deberían estar muertos. También ahora algunos ministros y exministros cuando todo se va al carajo y ya no quedan lágrimas moratinianas que derramar. Este puente, El puente de los asesinos, es un viaje a la todavía no existente Italia del XVII, dividida en estadillos llamados casas de putas. Como ahora, pero sin Berlusconi ni la RAI ni nada de todo lo demás. Italia, como España, no puede cambiar a estas alturas. Demasiadas sotanas, demasiado Milán al norte, demasiada mafia napolitana, demasiada agua veneciana. Y allí nos encontramos al bueno del Capitán Alatriste, y a su secuaz Sebastián Copons, y al rapaz Iñigo Balboa. Y, de nuevo, Gualterio Malatesta. Si hace falta que alguien limpie la mierda de los reyes y los políticos, ese era un soldado español en el XVI y en el XVII. Entre el Mediterráneo y Flandes se comieron marrones. Muchos. Demasiados. Uno tras otro, y Rocroi, morir en Rocroi fue sólo otro paso más. Un jodido 19 de mayo de 1643. Nada como morir en Rocroi, aunque otro gurú moriría mucho más tarde un 18 de mayo. Nuestro Ian Alatriste Curtis particular. Y punto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y díjeme a mí mismo: «No me engaño,
esta ciudad es Nápoles la ilustre,
que yo gocé sus hembras más de un año».



A ver si tengo tiempo este jueves y le acabo del tirón.
(Creo que “nuestro querido” Curtis no serviría para mercenario, de los de espada tampoco).

supersalvajuan dijo...

Tienes razón con lo de Ian, con tanto tembleque sería un peligro con espada y daga.

alfonso dijo...

siempre hay alguien para limpiar las porquerias de los que no se remangan