jueves, 27 de septiembre de 2012

Studio 60

Lo he hecho al revés. Vi primero The Newsroom y ahora he visto Studio 60. Como los cangrejos, para atrás. Y sigo teniendo pendiente El Ala Oeste de la Casa Blanca, aunque eso dependerá del barbas, de un consejero de economía frustrado, de un presidente autonómico incompetente, de un alcalde que no para de joder con el autobús público y de muchas cosas más. Studio 60 son muchas cosas a la vez: es show televisivo de viernes noche y luchas en una gran empresa, es aburrimiento y creatividad a la vez, es postura actoral y viejos teatros, es cerebro hiperactivo y revista de comedia. Pero ese barniz comediante sirve para ilustrar lo verdaderamente importante: tener una buena historia que sirva para criticar y reir, para hacer pensar y divertir, aunque para ello haya que entrar en conflicto con la derecha cristiana. Y cuando alguien dice derecha cristiana en Norteamerica está hablando de aproximadamente el 80% de blanquitos caucasicos yankis. Y, como después The Newsroom, las relaciones personales, de las de siempre y las nuevas, las bienintencionadas y a las que no se les saca punta, las guionizadas y las que van a salto de mata. Y Studio 60 también es una reflexión sobre el poder de la imaginación y de la inmediatez. Hacer un show realmente bueno, interesante, con noticias contemporáneas, con jodiendas con vistas a la bahía como Dios manda desde su espectro de la derecha cristiana...cuesta mucho. Cuesta mucho, cuesta talento, sobre todo para escribir. Y cuando el trabajo intelectual no está valorado, aún más. Anoche, como otras noches, puse Fox News y, aunque no me entero de casi nada, con lo que entiendes y el lenguaje gestual, ya me echa para atrás. Otra vez, por segunda vez, cangrejo. Ganas de vomitar sangre y todo lo demás. Y hablaba de la inmediatez, de ese reloj que resta minutos y segundos, de ese corazón al que le resta un año de vida, menos en estos cinco minutos. Empalagoso, o tal vez, no. Es la lucha empresarial, no pedir perdón por parte de las multinacionales, la parte proporcional mal entendida y la frialdad de los despachos vacíos. Es infinitamente fácil decirle que sí a un tipo con corbata; ese infinito se queda liliputiense cuando hay que decir que no. No sé si hay alguien que a día de hoy se merezca un chiste. Para todo lo demás, siempre nos quedará George W. Bush. Y punto.

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