lunes, 25 de marzo de 2013

Las ventajas de ser un marginado

Cuando me han dejado dar clase, cuando las nubes deciden torcer y el viento arreciar, pienso en las diferencias. Diferencias entre marginado y marginal. Y viendo esas diferencias, prefiero el marginal al marginado. Por eso no me gusta la palabra con la que acaba el título de esta novela: Las ventajas de ser un marginado. No soy mucho de novelas epistolares, ni de novelas donde la gente llora mucho (para eso ya tenemos a Isa Allende) ni de cintas de cassette, ni de yankis en particular. La novelita es de 1999 pero sitúa las cartas en el 1991 y 1992. Nada de teléfonos móviles, ni de redes sociales, ni de perfiles falsos. Y me gusta recordar esa época porque utilizábamos la imaginación. Y, esta novela, no es de mucha imaginación: es sencillita, simple, ejemplo de gringolandia y ejemplar por momentos. Y al final es un dramón. Y, realmente, no entiendo como la crítica literaria la pone tan bien. Todo es mentira en estas cartas, y, el pasado, un hijoputa. Un cabronazo familiar, muy familiar. Tiene puntazos reales, como cuando el abuelo se sorprenda que asistan tantos negros a un centro educativo. Se deja leer, tiene moralejas beat pero no la recomiendo para épocas estivales ni festivas, creo que hay que meterle los incisivos frontales cuando el invierno hace las tardes cortas, cuando hay que recordar realmente los años de instituto. El resto, teoría del desván (olvidar toca). Y punto. Coda: no sé si me expreso bien. Pongo siempre el ejemplo de los marginales porque al final nos muestran su talento sin reconocimiento. No hacen falta medallas para ser un líder. No hace falta. No.

3 comentarios:

Æ dijo...

Te expresas bien. ;-)

salvajuan dijo...

Yo diría que regular solo

Æ dijo...

Yo diría que depende. Un beso. (Plena semana Santa ;-)