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viernes, 14 de febrero de 2014
El ala oeste de la Casa Blanca. Cuarta temporada
Y a la cuarta temporada de El ala oeste de la Casa Blanca se fue Aaron Sorkin. Nuestra guía de cabecera dice que por diferencias con la cadena. Y Rob Lowe, también, aunque Joshua Malina (al que todavía no he visto en Sports Night) lo supera con creces. Con muchas creces. ¿El motivo? Qué más da. Es difícil mantener el nivel. Por supuesto. Más de 20 capítulos por temporada, hablando de política y a ese nivel, y con los republicanos en el bando contrario. Qué hacer y con el motivo correspondiente. Difícil elección. Hay frases que, vistas con el paso del tiempo, parecen utópicas. Aparece como el gabinete "más estable desde Hoover", pero luego todo se va a la mierda. Todo. Nada vale, ni los hechos, ni conseguir 9 millones de empleos en una legislatura. Suena a chiste cuando en el solar del pontevedrés superamos los seis, pero ese es otro cantar. Viajes a California, muertos elegibles, becarias de nombre repetidos, franceses repelentes, elecciones esperadas, mellizos de devoción, aviones con fallos, la previa weediniana, conversaciones interrumpidas. Obra maestra esta temporada de El ala oeste de la Casa Blanca, otra vez. Un día, cuando trabajaba de verdad y no solo dos días a la semana, les hablé a algunos de mis alumnos sobre Qumar y Kundú, dos países fruto de la imaginación sorkiana para evitar problemas. La verdad es que si se hubieran ocupado más países, inventados o no, la Historia pintaría distinta, pero seguiría siendo ficción. Y ello unido a varios discursos, a la demencia senil, a las invasiones y los muertos, y los que salvan a soldados y mueren a la vez y un montón de asuntos más. Muchos más. Y los que hay pendientes justo cuando suena el Angel de Massive Attack y te das cuenta de que no estás viendo por enésima vez Cerdos y Diamantes.
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2 comentarios:
La política y todo lo demás.
Los que gestionan nuestras perras
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