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jueves, 21 de agosto de 2014
Utopía. Segunda temporada.
Ébola. Se monta la mundial. Con tipos haciendo el jarra y con fotógrafos como locos con sus cámaras fotografíando a esos tipos que hacen e l jarra. ¿Menos de dos mil muertos por todo este follón? ¿Y no nos preocupan los millones de muertos anuales por malaria? ¿O el SIDA en África? ¿O el botelleo en el primer munda de comida basura y garrafón subvencionado? Meo agua bendita al leer a algunos ( y a algunas, Bibiana Aído, viva la igualdad, que hay estúpidas también en este mundo generalizado y banalizado por la estupidez de Internet) quejándose del nivel de la segunda temporada de Utopía. Sí. Creo que alguien se quedó en el primer capítulo, con los saltos temporales, y Margarita Thatcher y Aldo Moro y todas esas mierdas. La niebla nos impide ver por la autopista y, en vez de frenar y meter cuarta, pisamos el acelerador y nos la jugamos aunque escuchemos sonido de ambulancia. Me disperso. A lo que iba al principio. La premisa de Utopía es real y reconocible: ¿debemos poner coto a la humanidad? ¿Seríamos capaces de planificar durante épocas un virus que redujese la población a 500 millones en dos o tres oleadas? ¿Os rasgáis las vestiduras? Leed la Biblia, que con ella se hacen maravillas (preguntadle a la señorita Hyde y salid de dudas, joder). ¿Qué cojones van a hacer los que vienen detrás de nosotros sin fertilizantes? ¿Y sin petróleo? ¿Dejamos que se coman el marrón o les ahorramos parte del trabajo? ¿Son las muertes preventivas peores que las que vendrían después? Jugad a ser dioses, pero dejad algo para los utópicos, que la cabeza de Moro dio para mucho hasta que sangró en condiciones.
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