lunes, 10 de agosto de 2015

True Detective. Segunda temporada

La verdad es que el amigo Nic Pizzolato, aparte de la doble repetida, nos desconcierta. Nos lleva a la desesperación con Galveston, nos lleva a la lucidez con la primera temporada de True Detective y nos tortura (para bien y para mal) con la segunda entrega de True Detective. Los chicos, y las chicas malas no pueden ganar casi nunca. Extrañaba ese final de la primera temporada, con puntos suspensivos y jodiendas desde la silla de ruedas. Aquí desde el principio sabemos que la historia no puede acabar tan bien como en el antecedente, que las jodiendas con vistas a una pared con el careto de Hugo Chávez son solo una situación temporal. Ajusticimiantos, violaciones, robos, adopciones, diamantes, casinos, pelirrojas que no son tan pelirrojas, putas por doquier, caras marcadas, alcaldes corruptos, policías corruptos, líneas de alta velocidad que empiezan pero nunca se acaban, chinos dexterianos, hijos de alcaldes que se llevan lo suyo, rusas y húngaras cual canción bushidiana, instituciones hippiosos, el pasado de Irak y Afganistán, los frutos del escaso amor, carreteras con nombres de muertos y un montón de mierda más. Mierda de la que hace pensar, para variar, y, encima, con el tito Leonard Cohen metiendo su Nevermind en la cabecera. Cómo para poder dormir. Y todo lo demás.

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