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lunes, 27 de junio de 2016
Juego de Tronos. Sexta temporada.
El problema de empezar con un énfasis infinito y, luego, poco a poco, ir soltando pildoritas del mismo, es que hay capítulos intermedios prescindibles por momentos. Para no faltar a la costumbre, el número de muertos es bastante alto a lo largo de esta sexta temporada de Juego de Tronos. Es lo que tiene adelgazar la base política de la serie, cambiar cromos y presentar cartas nuevas. Si el final del reinado isabelino español y sus intentos posteriores se llevaron a Prim, Sagasta, Ruiz Zorrilla, Serrano y todo es jauría militar, en Juego de Tronos van cayendo, antes y después de cenar, en cuartos oscuros y a plena luz del día. Es inevitable. Pero hay que ponerle, como siempre, mucha imaginación a Juego de Tronos. Flashbacks que van y se pierden, ojos blancos que recuperan su color, niñas que recuperan sus rostros, personas que nunca fueron personas que recuperaron su alma, niñas que ejercen de lideresas por tierra, mar y aire. Nada nuevo bajo los siete reinos del estiramiento del chicle, de darle hilo al dragón, de conquistar tierras aunque pases frío, sed y tempestad. O tal vez, no. Tal vez, antes o nunca, llegue una recompensa, una vuelta a los orígenes, un territorio que marcar, un versículo que cantar en público, un matarreyes guadianesco, unas montañas hipercordillerizadas, unos fánaticos que siguen vendiendo humo y tienen éxito. Eso es lo que parece de primeras aunque, cuando los cuervos traen mensajes y nos tapamos con mantas de piel de osos y hay que huir de la casa paterna, en ese justo instante, todo se distinto. Muy distinto. Y llegar, de nuevo al noveno capítulo, llegar a batallas entre bastardos y ver montones de muertos, y dolor, y angustia, y sangre sobre sangre, y quedar(te) y quedar(se) sin aliento, y miles de flechas, y hermanos muertos, y banderas y más flechas, y dolor y dejar el rechinar de dientes en una broma infinitiva sin David ni Foster ni Wallace. Y sicon hay que explotar, se explota; si hay que saltar, se salta. Los sacrificios, de amados y amantes, hay que hacerlos, hay que cerrar círculos en las frentes, hay que conseguir venganza porque sin ella no somos nada ni nadie. ¿Mentira? Por supuesto, todo es mentira, pero hay distintos tipos de mentiras. Y las niñas, con voces fuertes y con cuchillos, y las mujeres, con barcos y dragones, marcan sentencias. Y si el Infierno invernal y la cálida guerra vienen, pues habrá que hacerle frente. Y todo lo demás.
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3 comentarios:
Cuando hago varios comentarios blogger acaba pensando que soy un robot...
No lo he leído. ..que aún no he llegado a la segunda temporada
Me parece muy mal que no vayas todavía por la segunda.
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