lunes, 2 de enero de 2017

Los días humillados

Empiezo a leer Los días humillados un ratito antes de acompañar a mi madre al médico un día de Navidad. La señora administrativa, día 30 de diciembre, le ha dicho por teléfono que si no era muy grave que esperara hasta mañana. Con un par. A algunas si había que meterlas en un zulo. O, tal vez, no. Como cantaban Los Nikis, siempre, "Herodes, ven, por favor". Hasta la página 18 solo hay una palabra que no entiendo, una palabra cuyo significado desconozco: Ekintza. El traductor del diario El Correo me da dos significados. El primero es "acción, acto, obra, actividad". El segundo, simplemente "acción" con el ejemplo que a continuación copio y pego "delituzko ekintza: acción delictiva". Se ha escrito mucho sobre ETA, pero ahora, en 2016, ya casi 2017, se lee poco sobre ETA y se habla aún menos de ETA. Como si nunca hubiese ocurrido. Cuando hasta hace unos años daba clase en Bachillerato (interinos malignos fuera del Bachillerato), los jóvenes nacidos al final del XX y a comienzos del XXI apenas sabían de la existencia de ETA. Habla Rubén Castillo Gallego de los grumos de la comida al comienzo de Los días humillados; hablar de ETA en una clase es bruma, es niebla en un día en el que solo apetece estar al lado de una chimenea. Igual ocurre con la palabra zulo. No tienen zorra idea del significado de la palabra zulo, igual que yo hasta 23 minutos no tenía ni idea de la palabra ekintza. A esos mismos alumnos, les ponía imágenes de la reconstrucción del zulo de Ortega Lara. Ese telediario, con la desorientación de Ortega Lara con el personal mirándolo, escuálido, barbudo, sin brújula interior ni exterior fuera de su zulo de mierda. El zulo. Tengo en mi habitación, pegado en un armario preikeaniano, una entrada del blog de José Antonio Perez, llamada Libertad para Euskal Herria. La leo de año en año en clase. Todo esta historia existió, aunque no se recuerde. Esta historia existió, aunque algunos no quieran recordarla. No fue solo en País Vasco, ni en Madrid. También en Murcia. También le hablo a los alumnos de Miguel Ángel García Rabadán, asesinado por ETA en Murcia. Escribe Rubén Castillo sobre la bombilla que nunca se apaga en el zulo. Nunca hay que dejar de humillar. Nunca, nunca, nunca. Hasta la enésima potencia. Y también el motivo. El nombre. ¿Por qué a esa persona en concreto? ¿Por qué esa primera persona del masculino singular? Como Juan Alcorta hubo muchos, con más y con menos ceros en la cuenta corriente, con más guardaespaldas incluso. Demasiados. Hablamos de Nápoles, de Gomorra, del sur de Europa. Y luego, Euskadi y Navarra no aparecen en ese mapa. Utilizamos eufemismos: no decimos banda terrorista, decimos movimiento de liberación de la Patria Vasca (o lo que primero se te pasa por la cabeza kubrickniana). Utilizamos palabras que no son exactas, miramos para otro lado, jugamos la partida de dominó en la mesa de al lado del penúltimo asesinado como si nunca hubiera pasado nada. Y escribe Rubén Castillo también el nombre de Sabino Arana. Primero, hablaba Arana de la primacía de los naturales de Vizcaya sobre el resto. Teorías tercermundistas para una región industrializada. Los tenía blindados. Tengo pendiente Paz en la guerra de Unamuno, del que también hay referencia en Los días humillados. El carlismo, el papel de la Iglesia, el PNV y los que miraban para otro lado. Siempre hay lados. Segunda palabra que sale del euskera y la crianza de vacas: Txakurra (perro). "Los txakurras pagados por Madrid", escribe Rubén Castillo. La culpa siempre era de Franco y de Madrid, pero cada vez que Franco pisaba el País Vasco, los chicos del ahora PNV y sus secuaces, y los "chicos de la gasolina" y lo que hoy lleva bandera bildutarra, todos, silencio absoluto. O, directamente, el siguanismo. El funambulismo etarra tomó tonos de tragicomedia en los secuestros. Otra frase para enmarcar que RCG pone en palabras de José María, el secuestrado: "Cuánto sarcasmo hay en la normalidad cuando queda transgredida". Demasiado. En dosis altamente no recomendables. O en picado. Tercera palabra que no conozco: Maketo (extraño). Hablando de lados, de extremos, de la otra cojera, de Madrid, de los fachas, antipatria vasca o el eufemismo que se te pase por la cabeza. Cuarta palabra añadir a significados entendidos tras Los días humillados: Gudari (guerrero). Los guerreros de Euskal Herria, constructores de la patria libre de txakurras y maketos (vamos aplicando lo aprendido, que no todo va a ser googlear). Guerreros aneuronales, por supuesto. Pero con pensamiento único, por supuesto. Nada de sacar los pies del tiesto del sabinoaranismo, por supuesto. Todo se daba por supuesto en Euskadi; todo se da por supuesto, todavía hoy, en Euskadi. Y el concepto de patria, y el de matria en puntos suspensivos. Vínculos, vínculos, vínculos. Antes o después hay que probar la hiel para compararla con la ambrosía. Para seguir con el aprendizaje, la siguiente palabra: Abertzale (patriota). Ayer, viendo el partido entre el equipo mendocino y el estudiantil, añoré a la Demencia. No vi a nadie de la Demencia. La Demencia tenía una serie de principios fundamentales, y, uno de ellos, era el siguiente: "Un patriota, un idiota". Muy abertzale. Acertadísimo, joder. Acertadísimo. Escribe RCG del reloj del hambre. La sensación del estómago vacío que marcaba los segundos interminables del horror. Del cuadro, de esos segundos que se acumulan, y, como escribieron Los Planetas en Segundo Premio, "los días cada vez van más despacio, y solamente puedo esperar". Lo dicho, un horror. Pone énfasis RCG en una frase que vale en el doble sentido: "La tibieza es el primer escalón de descenso hacia la cobardía". La retroalimentación. La Teoría General de Sistemas que nos explicaban en Primero de Periodismo. Y las fronteras también salen a la palestra: Iparralde (País Vasco Francés) y Hegoalde (País Vasco Español). Ombliguismo al poder, que no falte el ególatra de turno hablando de él mismo en tercera persona del singular. Y todos bien educados en la doctrina única en la ikastola de turno, en la escuela de turno, en la comecocos de turno. Pero hasta los carceleros tienen familia, tienen aita (padre) y hay que hablar de ellos. Estocolmo no es solo un truco de marketing y un síndrome. Son más cosas. Muchas más cosas. Y hay que ponerlas sobre la mesa. Y la ama (madre) que no quiere ver a su hijo abertzale. Angelico. Pobrecico. Y regar el país con sangre, como pone RCG en boca del carcelero. Que no falte sangre para los brotes verdes de la locura independentista. Es cierto que, en 1991, fecha en la que RCG sitúa la historia, el poder de ETA era bestial. Bestial lo define a la perfección. Y todos llevamos el recuerdo dentro, el dolor dentro, la novela de ajedrez dentro. Siempre. Siguiente palabra: burukide (líder), refiriéndose despectivamente al PNV. Mucho hemos visto del PNV: alianzas con cualquiera: PP, PSOE, grupos proindependencia. Si la política, según Cánovas y otros más, es el arte de lo posible, el PNV es el ejemplo hiperclásico de cualquier coalición. ¿Quién quiere respetar sus principios teniendo algo que conseguir? Y, junto con el PNV, el asqueroso, lamentable e impúdico papel de buena parte de la Iglesia católica en el País Vasco: cómplice de los asesinos. Siempre hay Judas en la Iglesia. Muchos. Demasiados. Y en la del País Vasco, un montón. Todo empieza con Suárez, que permitía que los cadáveres salieran por las puertas traseras de las iglesias vascas. Todo muy "por si acaso". Y siempre hay un loco como referente: un Lope de Aguirre, un Hernán Cortes, un Simón Bolívar. Lo demás son puntos suspensivos. Y hay que recordar que estos hechos pasaron, que no se pueden olvidar. Y punto