miércoles, 11 de septiembre de 2019

El Espía. Primera temporada.

Llevo tiempo sin explicar las Primaveras Árabes, las primaveras, las. O lo que sea. Pero está bien recordar, gracias a la primera temporada de El Espía, esos estándares de 1º de Bachillerato tan útiles, tan necesarios, tan tan. Grandes seis letras últimas antes de esta frase. El Espía: Eli Cohen. Gran apellido Cohen. No deja indiferente. Tenemos prejucios de todo teniendo agua potable (yo el primero). Pensamos en el Lago de Tiberiades, y los Altos del Golán y en tantas cosas sin estar allí. Y parece ser que Eli Cohen si estuvo así. Llegué a El Espía sabiendo el final, y eso también está bien. O no. Hay que ver ese lado del diablo, el de agente doble al servicio de los elegidos (menos mal que son los elegidos), de las bombas, de las fiestas, del hambre, de vivir sin teléfono ni televisión. O no. Pero hay que entender el contexto (tanto o más que los estándares). ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué nos odian cómo nos odian? ¿Por qué todo es mentira y nos cuesta tanto dolor? Una buena serie, con y sin uñas, con y sin dolor (de los demás). O tal vez, no. Pero da igual, porque todo sigue siendo mentira. Todo.

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