lunes, 25 de agosto de 2025

El mejor infarto de mi vida. Primera temporada.

La vida no es una canción de Belle and Sebastian. Ni varias canciones. Ahora que con la paternidad no tengo tiempo para hacer casi nada de lo que hacía antes de la paternidad, pienso mucho en la falta de tiempo. La falta de tiempo para hacer lo que hacíamos antes. No leo antes de ver algo, de leer algo. Lo hago por instinto. Si empiezo un libro, o una serie, suelo acabarla, por cabezón, o por ser el Salva de siempre. Pero al ver el nombre de Hernán Casciari, recuerdo un día en el Zalacaín, cuando todavía era el Zalacaín, y estaba con Jesús López y Antonio, y había un artículo en El País sobre Mad Men, y yo dije que no tenía tiempo para esas cosas tan largas, y Jesús López me habló bien de varias series. Y luego buscando esa columna a varias columnas, llegué a Casciari, y ese blog de Casciari en ese periódico fue un referente para darle una oportunidad a esas series. Incluso, a Mad Men. A Mad Men. Al jodido Don Draper, antes de que ganara la Euroliga en el Madrid con otros colores. Aparte de Belle and Sebastian, y de The Magnetic Fields, y de Beck, en El mejor infarto de mi vida hay mucho de reflexión y de derrota, muchísima de derrota, porque ya lo decía el hombre de la camisa verde: “Para llegar a perder por 0-3 antes hay que pasar por muchos 0-7”. Las variantes de la quiniela y todo lo demás. EMIDMV habla de la derrota cotidiana, de la mentira que nos hacemos cada uno de nosotros para madrugar, de la convivencia que no se entiende, de la jefatura que hay que sobrellevar, sobre el trabajo que nos tragamos para pagar facturas. Como todo es mentira, hay que tragar, tragar y volver a tragar. A veces, con Wilco, todo suena distinto, pero soportarnos, día tras día, a nosotros mismos, es difícil. Muy difícil. Por eso, encontrar una razón, un sustento, un pilar, encontrar algo, se hace necesario. No sólo motivaciones. Algo más. Y aquí, en EMIDMV, hay mucho de eso, de pilares con nombres ajenos, de sustentos necesarios para ese día que hay que sobrellevar, para ese martes que no acaba nunca, para esa conversación que no queremos tener y que se pospone y que te retrata con y sin barriga, con o sin carrera para ganar díez gramos. Y luego, de nuevo, nos retratamos. Otra vez.

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