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miércoles, 5 de junio de 2013
Utopia. Primera temporada
Desde la primera escena, Utopia engancha. Siempre estará Arby entre nosotros preguntando dónde cojones está Jessica Hyde. ¿Dónde está Jessica Hyde? Y, encima, en amarillo, como los putos Beatles. Las manidas teorías conspirativas. El final del mundo. Sobre un idílico campo de cereal, una voz en off nos habla sobre el gobierno y el precio de los alimentos. Podía también hablar de Montoro y de Guindos, y del precio de la ginebra. Pero no. Esa voz nos transmite la preocupación sobre el precio de los alimentos. Esto se va a la mierda. Siete mil millones de individuos educados en la imbecilidad. De esa cantidad, ¿cuántos realmente se pregunta sobre lo que no es mentira. Si. Esa es la auténtica pregunta: ¿Todo es mentira? Yo diría, rotundamente, que sí. Y sí, como le digo a mis enemigos lorquinos (a los que conozco personalmente se lo he dicho), el día que nos enteremos de la verdadera causa del terremoto del 11 de mayo de 2011 más de uno se va a cagar encima.
El jodido precio de los alimentos dobla su valor. Todo se encarece mientras cada día, los que lo hacemos (que suerte, me quedan 22 días de trabajo) cobramos menos. Una jodienda con vistas a la bahía. ¿Hay algo que hacer? ¿Es posible? Y, entonces, en una tienda de tebeos, todo empieza a torcerse. Un gordo cabrón con el flequillo de Nerón, empieza a preguntar y todo se tuerce. Hasta el jodido infinito. No te fíes de los informáticos. No te fíes de alguien que conoces en un chat. No te fíes de los que dicen tener una misión. No te fíes de las hijas de. No te fíes de niños peligrosos. No te fíes de los mendigos. No te fíes de las niñas con flequillo. Siempre puedes ir a correos y dejar tu vida bajo las ruedas. Paredes de madera en las que quizás si se pueda confiar. O no. La mentira de la vacunación. El ministro de mentira. Los secretarios de mentira. Toda la mentira en sí. La cuchara en el ojo. El salto al vacío. Las sorpresas en el cole, y en los baños, y en las cisternas. Pastillas juanolas en versión británica. Y más sobres, y más pastillas, y más números, y más moléculas, y un montón de cosas más. Y los dedos, y las mochilas, y las rusas (esa es la pregunta que me hago todos los días en el autobús, ¿estas rusas son rusas?), y los químicios locos, y los pakistaníes enfadados, y los negros de Misfits. Gritos en los coches, okupas de taller y mansiones abandonadas, más fórmulas incompletas. Y, si me olvidaba, no te olvides de los móviles, esos aparatitos en los que no puedes confiar. Y de las azoteas con pantalones verdes, en plan George Harrison. Y lo que queda por llegar.
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2 comentarios:
Tiene buena pinta: No te preocupes sólo te hará dormir... vaya tela y lo del niño es surrealista ¿un caramelito?
Una pinta espectacular, debes verla, con un inglés de los buenos.
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