Hace 4 horas
jueves, 31 de marzo de 2016
El Juicio Final en plan ameno
En las últimas 24 horas me ha llegado esa sensación. Varias veces, con o sin la actitud necesaria para ello. Y uno no puede ser siempre frío. Hay momentos para el humor y momentos para el drama y momentos para olvidar y momentos para copiar. Ralentizando, otra vez, recuerdos. Y visualizándolos. ¿Qué cómo sería el Juicio Final en plan ameno? Se trata de poner(le) imaginación, se trata de ideas repetidas, se trata del historicismo del refrito continuo. Al final, como decía esta tarde a mis alumnos, todo es mentira: la falta, el delito, las nuevas pintas de geniecillo loco o de director de orquesta de Dusko Ivanonic. Todo es postureo o música de calculadoras en la cabeza. Y al, en ese Juicio, todo será ameno porque estamos condenados de antemano. Y todo lo demás.
martes, 29 de marzo de 2016
Los idiotas prefieren la montaña
Con Sergio Algora me pasa lo que me pasaba con Carlos Berlanga: solo conozco una de sus múltiples facetas, la de La Costa Brava, como de Berlanga no recuerdo mucho de sus discos en solitario. No lo hemos disfrutado lo suficiente. Recuerdo que cuando leí No tengo el placer, el regusto fue amargo. Muy amargo. Y me fastidia, y me jode mucho cuando de madrugada, lo cojo y lo vuelvo a leer. Aunque no me guste, lo hago. Y no sé el motivo, como tantas otras cosas. Y el tiempo pasa, pero los recuerdos están ahí. Siempre. Y hoy, en vez de estar borracho a las 12 de la mañana en el Bando de la Huerta, me he leído en las estación de autobuses a las ocho de la mañana y en el trayecto a Cartagena Los idiotas prefieren la montaña de Aloma Rodríguez. La escuché hablando en 180 grados y fue visualizar recuerdos. Sé que eso de visualizar recuerdos suena fatal, pero es verdad. Visualizar recuerdos, repetir himnos, repetir canciones, repetir lecturas de párrafos que deberían estar subrayados pero no lo están. Hace un par de semanas, en El Sur Bar, el amigo Jesús pidio Mr. Camping, canción que yo no había escuchado en la vida. A estas alturas de la película. Y Aloma empieza el libro recordando aquel día en el que se despertó tarde. Al igual que la novia de Sergio Algora, esa semana yo también estaba de oposiciones y Lali, y todo aquel castillo que ahora es ruinas. Y aunque tengamos que jurar por los muertos, hay que hacerlo. Y visualizando recuerdos, aquella semana fue una montaña, y yo no duermo aunque no coja el teléfono cuando suena. Yo si tengo manías con la puntualidad, y no soporto el polvo en las estanterías. Y tantas otras cosas. Y no he estado en Zaragoza ni bebido Ámbar aunque la amiga Sonia lo recomienda. Y Aloma habla de estar solo en casa y llorar, como todos. Dos veces he visto intentar reanimar a personas después de un infarto: a mi vecina Rosario, un sábado después de viernes de Dolores y el sábado 19 de noviembre de 2011 con mi madrina Gracia, y con ella estuvieron 14 minutos intentando lo imposible y con mi primo diciéndole disparates al equipo de urgencias. Yo llevo tiempo sin utilizar la expresión "muy chulo" y "muy chula", pero esas dos palabras son mágicas: resumen muchas cosas esas ocho letras. Aloma me hace recordar los tiempos del CAP, y me hace recordar a mujeres policías. Joder, otra vez visualizando recuerdos. Mi vecina Rosario también tenía los ojos abiertos cuando la encontré en el suelo. Esas cosas no se olvidan. Y los meses después a ciertas muertas, como bien dice Aloma, son un caos. No hay alivio posible. Aunque abusemos de la cerveza y la ginebra, el caos sigue ahí. Siempre. No he probado el dry martini con soda. Y la sed de champán es infinita. Siempre. No sé lo que hacen con nuestra sangre, y no sé si quiero saberlo. El domingo, mi vecina Lidia, se cortó y como también va hasta arriba de Sintrom, pues tuvo un momento de lucidez. Curioso, que no casual, que las casualidades no existen. Otra vez visualizando recuerdos. Yo tampoco he vuelto a la revisión de mi rinoplastia que me hicieron el 11 de mayo de 1994. Le dije a los médicos que me operaron que me hicieron una chapuza. De los médicos no te puedes fiar, en plan epitafio. Vi en el hospital, ocho días después, el 4 a 0 que le metió el Milan al Barcelona en la final de Champions en Atenas. Después del partido, me di un paseo por el pasillo y hable con otro hospitalizado, un terminal de cáncer de pulmón que disfrutó de la derrota blaugrana. En ese momento lo relativicé todo, como creo que hizo Sergio Algora al ver descender al Zaragoza a segunda (otro día recordaré la promoción del Real Murcia de Mesones contra el Real Zaragoza de Victor Fernández y la conversación en avión entre el portero pimentonero y su mujer y el maestro Ibarra). Otra vez el libro de Aloma me hace visualizar recuerdos. En mi pueblo si vimos a una mujer corriendo desnuda asustada de su marido (vivía encima de la farmacia, y después de aquello dejaron la casa y se largaron). Hay cosas que pasan en todos los sitios. Y todos hemos cantado Getsemaní, antes y después de viernes santo, y hemos llevado túnicas en Semana Santa. Y siempre hay falsetes que hacen llorar. Y me apunto, para mayo, lo de celebrar cumplir años durante quince días. Ahora que los 39 están a la vuelta de la esquina habrá que dejar entrar a la niebla en nuestras casas, y escuchar borrachos a Vampire Weekend, y a La Casa Azul y Adriano Celentano. Y cada día me cuesta más elegir una canción, una sola canción de La Costa Brava, como también me pasa con Triángulo de Amor Bizarro. Me cuesta mucho, y me paso horas mirando el techo y escuchando canción tras canción y pensando si levantarme de la cama es una buena opción. Champán para todos y sed de Champán. Y Aloma otra vez haciendo recordar, en este caso a Félix Romeo. Al Amarillo de Félix Romeo, cuando hablaba de amores irremplazables. Me da miedo volver a leer Amarillo, de verdad. Y vuelvo a escuchar Natasha Kampush (Hazme una perdida) y cada vez me gusta más. Y volver a recordar Dibujos animados, y saber y perder, y saber y perder. Y hasta desayunar duele. Y mucho. Ayer, cuando esperaba que Carmen Bernal me diese el libro en Expo-Libro, lei las primeras páginas de la nueva novela de Menéndez Salmón, y a la altura del Puerto de la Cadena Aloma me recuerda Derrumbe, otro libro de los que duelen pero hay que leeer. Y también me hace recordar Aloma las peregrinaciones a Lourdes, que llenan las paredes de la residencia catastral. Y recordar El Club de la lucha porque "hasta la Mona Lisa envejece". Siempre envejece. Y viva el vino blanco. Y El Gran Masturbador de Dalí y los regalos de Leopoldo María Panero. Y otra vez visualizando recuerdos, como la Death Proof de Tarantino que sigo teniendo en un altar, ese homenaje a las mujeres. Y más recuerdos de Cocktail, y cada día las noches más largas y los días más cortos (¿o era al revés?). Y escuchar en el recreo, segmentando el ocio, Hazte camarera, y mezclar vodka y medicamentos varios. Y volver a cambiar los muebles de sitio. No sé si en esta vida de mierda que no llevamos, de estrés y rutina, todo es mentira. Quizás. Puede ser. Y cada vez que vuelves al cementerio, pensar. Otra vez. Y pensar en cómo será el entierro de ciertas personas de tu círculo cercano. O tu entierro. O tu velatorio. Y cómo siempre, cuando llego al tanatorio, decir eso de "no tengo palabras". No sé entre que libros de mi habitación de la residencia catastral dejaré Los idiotas prefieren la montaña. Y me preocupo por ello. Y todo lo demás.
lunes, 28 de marzo de 2016
¿Podemos discutirlo?
¿El sábado? ¿El domingo? ¿Cómo nos quitamos las cadenas? Si fuera tan fácil, si fuera tan sencillo...
domingo, 27 de marzo de 2016
El temible Blott
Recuerdo que leí por primera vez a Tom Sharpe en el curso académico 1997-1998. Un buen día, sin Los Planetas de fondo, y pasando hora en la cantina, una individua del sector totanero de la facultad de Letras me escribió en una servilleta varios libros a los que le metían la retina en Filología Inglesa. Uno de ellos era Wilt, aquella historia del profesor de FP que resumía a la perfección la situación británica del momento. Y, casi veinte años después, lleguo a El temible Blott, del año 1975. La construcción de una autopista hace saltar los fuelles y mecanismo del adusto pueblo de turno, de sus políticos, de sus costumbres y de sus más bajos instintos. El chantaje y la perversión llegan a sus extremos más calamitosos. Cualquier asunto vale para conseguir los objetivos políticos, los familiares, los de toda la vida. Cualquier coda, canovismo puro y duro: el arte de lo posible. Y la batidora empieza a cargar(se) todo lo que pasa por su cuchilla. Uno de esos libros que no pasa de moda, sino que pone en evidencia ciertas ideas (desde el odio a la Europa continental al desprecio propio y ajeno. Y todo lo demás.
viernes, 25 de marzo de 2016
Infinita repetición
Resulta que nuestros queridos políticos, utópicamente buenos, reyes del amor al prójimo, han decidido unir sus vacaciones: 3 semanas. 21 días para ahuecar el ala y viajar por tierras hispanas y más allá del muro. Ni la próxima resurrección de John Nieve nos salva de esta jauría de personas despreciable, infecta y sin valores. Otra vez, como en caja diabólica, nos han vuelto a engañar. Desordenadamente y violentamente, nos toman por imbéciles salvo para, cuando llegue Mayo, atizarnos con el IRPF y demás impuestos que nos dejan como la bandera de Japón después de varios seis de agosto, después de varias bombas. Y, como no, luego llega el nueve de agosto, y se repite la sodomización y la violación y todo lo demás. Pestilentes y corrompidos hasta la médula, ellos van a lo suyo. Este malware contemporáneo, llamado política del siglo XXI y del tuit en el Congreso, solo nos lleva al desastre, a la infinita repetición, a lo más sucio, a lo más repugnante, a lo más abyecto. Ahorrad, que los impuestos traducidos en sanguijuelas están al llegar. Y, nosotros, inocentes, pagando a estos imbéciles, a sus putas, a sus camellos y a sus amantes. Faltan sogas, sobran Judas, pero la deuda no nos permite llegar a las veinte monedas. Las monedas, llegadas desde Alemania y desde fondos de inversión, aún más viles en extremo, no tienen conciencia. Lo que nos sobra a nosotros para no hacer disparates a diario. Menos mal que el muro empató ayer en Italia, y, como siempre, todo es mentira.
Unforgotten. Primera temporada
¿Cómo hablar de Unforgotten después de cómo se te queda el cuerpo? Todo empieza con el hallazgo de unos restos humanos pleistocénicos (cuando digo pleistocénicos digo de hace 40 años o los que sea) y cómo el empeño de un grupo de policías hace que empiece a funcionar una batidora de mierda. Y esos cuarenta años vuelven al presente y todo empieza a salpicar: el cura con oscuros secretos, la ex-skinhead que ahora tiene su penitencia particular, un exmatón convertio en Sir, un contable ensillado de por vida, una enferma de demencia senil. Y, en mitad de esa batidora, el cuerpo asiste a una serie de golpes que nos llevan a la vida de hace 40 años. ¿Pueden los restos de un mulato olvidado de la mano de Dios cambiar la vida de personas cuatro décadas después? El pasado magnificado, el dolor hecho algo cotidiano, la mentira institucionalizada, las cartas que se vuelven a leer, los diarios y sus menciones. Todo es dolor, pero dolor bien filmado, bien hecho, con todo lujo de detalles. Una joya para disfrutar porque el dolor bien hecho es más fácil de digerir. Y todo lo demás.
jueves, 24 de marzo de 2016
Una lectora nada común
Llegué a Una lectora nada común de Alan Bennett como la vieja tos: porque el libro estaba ahí. Siempre estuvo ahí, o, como Isabel II, o su madre, siempre es buena hora para tomar un gintonic. O leer un libro. O tomar dos gintonics. O leer dos libros. O tomar tres gintonics. O leer tres libros. O muchos libros. ¿Qué pensaríamos si nuestro monarca de turno cambiara sus hábitos? ¿Qué pensaríamos si nuestro monarca de turno empezara a leer compulsivamente? ¿Qué pensaríamos si nuestro monarca de turnos supiera entender a sus semejantes mejor después de leer como un soldado napoleónico antes de llegar a Moscú? Evidentemente, la premisa es llamativa e imaginativa, y, además, el texto es fácil de leer entre viajes de autobús, tren y rodeado de gente con la que pasas ratos y te ves obligado a pasar ratos aunque no quieras. En el mundo actual, pasamos mucho tiempo con personas que nos dan asco, que te decepcionan, que no están a la altura, que no saben de lo que hablas. Muchísimas personas. El concepto "rebaño", en este concepto de estupidez histórica actual, se queda corto. Millones de rebaños adoctrinados en factores equis, en grandes hermanos vips y no vips, que no tienen ni puta idea de ciertos libros. O de libros. Y eso le pasa a la reina Isabel II en este libro: descubre el placer de la lectura, y empieza a mirar distinto a quienes leen y a quienes no, a quienes saben apreciar lo que está en los libros y lo que no. La vida da muchos palos. Y quien dice leer, dice escribir o escuchar música o escupir en el mar.
miércoles, 23 de marzo de 2016
¿Todo va bien?
Vuelven Corizonas con optimismo en las letras y optimismo en el sonido, con menos ruido pero gran intensidad. ¿Cuesta menos llevarse bien que mal?
Teresita Mendoza versión gringa
Cierto. En verano nos llegará la adaptación de La Reina del Sur en los USA. Y tiene buena pinta, la verdad.
River. Primera temporada
Agridulce pero adictiva. Así es la primera temporada de River. Reflexionando sobre la locura y la soledad, River trata demasiados temas en solo seis capítulos: el miedo a recordar el dolor y las sombras, las preguntas sin posible respuesta, el compañerismo (mal)entendido, la familia (des)atendida, la música como escape, el drama de la emigración, los cuernos y cómo ha cambiado todo en los últimos años. El pasado vuelve una y otra vez a nuestro presente, machacando nuestros error y simplificando nuestras escasas victorias. No nos engañemos, nuestros triunfos son ínfimos respecto a la guerra perdida. La sucesión de heridas de nuestras batallas, diarias y anuales, nuevas y viejas, nunca acaba. Y aunque pensemos en rendición, en tirarlo todo al océano y escapar, es imposible. River, desde sus múltiples perspectivas, muestra el dolor en distintas aristas. Y menudo dolor.
¿Por quién brindan los narcos?
Aparte de Kate del Castillo, los equipos de fútbol y los narcorridos, ¿por quién brindan los narcos?
Los violines, la primavera y el cambio de hora
Suenan violines en mi imaginación. Otra vez. La locura y la libertad, los gritos en la noche y las flores marchitas, los fascistas que merecen morir, las alusiones a la ley de Godwin y los trenes de alta velocidad. La vergüenza ajena al ver al personal retratar(se) haciendo el imbécil en las redes sociales después del atentado de turno. La amnesia histórica, y no solo en España, es alarmante. Muy grave. Tenemos el fregador lleno de platos sucios y nos quejamos porque los zapatos del vecino no brillan lo suficiente. El betún intelectual, en (Ex)paña y fuera, rezuma a naftalina. Asqueroso e indignante, mierda al por mayor. Siempre hay una Helena a la que venerar pero estamos pendientes de jodiendas con vistas a la bahía. Lectores de Pérez-Reverte que le afean que utilice la expresión "enfermedad histórica". Pero la situación política, la ideológica, la intelectual, la estudiantil, es caótica. A algunos cracks les dan una esperanza de vida corta, a nuestro país no sé cuánto le queda en la situación actual. Decía Jacinto Benavente que "como los explosivos que parecen de juguete, las verdades más peligrosas son las que parecen mentira". Siempre nos quedan los violines, los pianos, la primavera y el cambio de hora, aunque en Gringoland se adelante dos semanas. Trump en la encrucijada. La frontera entre estupidez y vieja tos mortecina cada vez es más corta. Algún consuelo nos queda, algunos himnos, algunos momentos de lucidez. Pero la estupidez siempre triunfa. Y todo lo demás.
lunes, 21 de marzo de 2016
Me han vuelto a engañar
Nos engañaron en la última legislatura. Nos engañaron el 20 de diciembre. Nos engañaron en las falsas sesiones de investidura. Nos engañan todos los días. Nos engañarán siempre. ¿Soluciones? ¿Promesas? ¿Tomadura de pelo? ¿Cal viva? ¿Fuerza vía SMS? ¿Curso de formación para pelar gambas? Todo es mentira, salvo que si hay nuevas elecciones nos cuesta la broma 170 millones de euros. Y, nosotros, imbéciles en primera persona, madrugando.
Guerra y Paz. Primera temporada
No he sido capaz de leer nunca Guerra y Paz. En el despacho de mi padre andan muertos los dos volúmenes entre las obras completas de Daudet y una Antolojía (sín, con jota, como todo lo que hacía Juan Ramón). Pero los seis capítulos de Guerra y Paz que se ha montado la BBC son palabras mayores. Un dramón en toda regla, en toda nieve, de Moscú a San Petersburgo, con el pequeño cabrón invadiendo Rusia y con tejemanejes varios: matrimonios concertados, enfermedad, muerte en el frente, afrentas paternas, vino a mansalva,duelos al amanecer, lágrimas multiplicadas por el vodka, perras de todo tipo en celo, bailes de salón, francmasonería, el bien por el mal y todo eso que el bueno de León Tolstói, en mitad de sus pensamientos barbudos, pudo imaginar. Lo bueno de la serie es el tono evocador, como si Terrence Malick hubiese dejado Guadalcanal y nos metiera en Rusia, con pensamientos diferentes pero líricos, con miradas al firmamento en mitad del horror, con llantos y recuerdos multiplicados por el desamor. Sí. Desamor. Sobre todo desamor. Joya con mayúscula, con jota de las antológicas. Y todo lo demás.
San Antolín
Como buen Lunes Santo, aunque tengamos lluvia en el territorio PAS, toca escuchar El Cristo del Perdón. Por lo que pueda pasar. Por nuestros innumerables pecados. Por la bolsa de palomitas sin abrir. Por los antibióticos de hoy. Por los libros que nunca leeré. Por Pierre Bezujov (o cómo se diga o escriba). Y por todo lo demás.
sábado, 19 de marzo de 2016
viernes, 18 de marzo de 2016
Orphan Black. Tercera temporada
Cuando todo es Chernobyl, te pierdes. A veces pasa esto en la tercera temporada de Orphan Black. Falta pausa. Demasiadas espirales planetarias, demasiadas aristas que complican una forma que no es perfecta pero es bella y adictiva. No es otra vuelta de tuerca, es meter tornillos en el electrodoméstico de turno esperando salir en las noticias. Lo cotidiano se hace trastorno: la lucha por el poder, la mentira, las drogas, la muerte, el tequila en la frontera, la pelea por los celos y el crecimiento en la jerarquía de la empresa. Y el pasado vuelve, hecho mentira eterna, otra vez. Como siempre, la mentira se hace infinita y solo queda mirar hacia adelante buscando una solución que nunca llega. Ni las pintas en las islas ni la nieve en Islandia: antes o después, la muerte llegará a ti y a todos nosotros. Pero ya queda menos pero el 16 de abril. Y todo lo demás.
Coda: Pero en mitad de la desesperación, en mitad del vómito de sangre, un himno nos salva.
jueves, 17 de marzo de 2016
miércoles, 16 de marzo de 2016
martes, 15 de marzo de 2016
Flaked. Primera temporada
“Nadie sabe pedir perdón mejor que un alcohólico; tienen mucha práctica”. Esa es una de las muchas frases para recordar de la primera temporada de Flaked, una gran Biblia de las mentiras. Si en general nada es lo que parece, Flaked es la gran mentira. Lo que parece empezar siendo una comedia sin pretensiones acaba siendo un dramón en el que la bola mentirosa va creciendo hasta el infinito con demasiadas repercusiones. ¿Cuál es el camino para la llegar a la Tierra prometida? ¿La tortura? ¿La felicidad? ¿El vino de 500 dólares la botella? ¿Los bancos de madera de tres patas? ¿Los restaurantes con camareras en sujetador? ¿El spa al que ir con mamá? ¿La construcción de un hotel en una zona guay? ¿El bozal para el loco de turno? Flaked reflexiona sobre el pasado y, sobre todo, acerca de las mentiras que construimos sobre un pasado que nadie de los que tenemos cerca en el presente conoce. Demasiadas horas de bicicleta son peligrosas, pero nada más peligroso que una gran mentira.
Coda: ¿De verdad podemos construir el futuro sobre el pasado?
lunes, 14 de marzo de 2016
Del mal de altura al vómito prieto
Y en mitad de la desesperación, el tema de conversación fue el precio del vino. Desorbitado, hablaban. Sobrevalorado. Otra vez.
Cuando el lunes se convierte en domingo
Retrocede el reloj en Gringoland como dos semanas antes que en Rajoyland. Todo es mentira. Unos tienen a Trump y otros a Rajoy. El infierno es una cosa muy personal. Y luego está lo nuestro.
Himno para olvidar y sacar el tenedor
Hay tartas que no llegan a su destino y hay que compartirlas. Hasta en las sombras y en la decepción hay un lado positivo: no se puede ir a peor. Y quedan los himnos.
En mitad de la derrota continua
Hay canciones que resumen la derrota continua, la derrota repetida, la derrota de madrugones para pagar impuestos. Hay canciones que valen para días repetidos, hay canciones que valen para semanas de bucle, para años con el casillero a cero. Y todo lo demás.
domingo, 13 de marzo de 2016
sábado, 12 de marzo de 2016
Dejad a Rubio en paz
No es fácil jugar en un equipo que no aspira a nada (o tal vez, sí, a escoger otra vez una futura estrella en el draft). No es fácil estar escuchando continuamente que tus tiros no son buenos. No es fácil. No es. No.
jueves, 10 de marzo de 2016
La fiebre de los jueves
Cuándo parece que el dolor no desparece, el físico y el otro, suena el himno y hay cuatro minutos de tranquilidad. Y luego, a la lucha, a la rutina del dolor. Y todo lo demás.
miércoles, 9 de marzo de 2016
House of Cards. Cuarta temporada
De la conclusión parcial a la conclusión total. La cuarta temporada de House of Cards es una sucesión de historias, de películas con final abierto que deja demasiadas respuestas a la imaginación. La muerte fría, como un día seco en Stalingrado, cantan Triángulo de Amor Bizarro. Si algo nos han enseñado la doble firma Underwood, presidente y primera dama, es que todo es mentira. Nada es real, cantaban los cuatro de Liverpool. Nada de nada. Siempre repito que se pasa del infierno a la felicidad. En muy poco tiempo. Y también de la felicidad al infierno. Las huídas, las marchas, quizás, puedan tener marcha atrás. La única pega que le pongo a la primera mitad de la cuarta temporada son los lugares comunes y las estadísticas: es cierto que cada uno de cada cuatro presidentes de Gringoland ha sido tiroteado; es cierto que uno de cada diez presidentes de Yankilandia ha sido asesinado; es cierto que Obama es un chiste ambulante y una gran mentira, pero en mitad de esos lugares comunes tenemos un precedente que aparece recurrentemente: El Ala Oeste de la Casa Blanca. Hasta en los más mínimos detalles. Incluso, si aprieto un poco mis pocas neuronas, hay momentos de Political Animals. O tal vez, no. Quizás sea solo un recuerdo, una discusión olvidada pero que se repite de vez en cuando, de mañana de final de invierno en mitad de Sajalín. Si Sorkin inventaba países, en House of Cards todo parece real, visto hace poco o en la crisis de 1973: petróleo, Rusia jodiendo la marrana con vistas a Siberia, deuda incontenible, China creciente y una bandera de Italia en el G-7. Todavía no sabemos lo que pinta esa bandera berlusconiana en esas citas, pero si sabemos los últimos datos de la última novia de don Silvio como si estuviéramos en 1992. En algunos capítulos, House of Cards es una ceremonia a la confusión: ni felicidad, ni infierno. Solo caos. Del bueno. Y los cuadros, y Nixon, y entra Internet y la Asociación Nacional del Rifle en mitad de la campaña, y el enfrentamiento entre Mario y Sila, y la elección de juez para el supremo en la campaña. Con un par, como un camión de carga lleno de testículos de cerdos. El caos y la vendimia y los higadillos al buen vino tinto, el programa de protección de testigos y la teoría de la conspiración y un perro llamado Fausto, y el pasado del 11-S y un gobernador de Nueva York con aspiraciones. Y la mentira hecha imagen, correo, video. Y yo, como el presidente, sigo odiando a los niños. Y de la vuelta de Neve Campbell a las grandes ligas, muy destacable. Y la zorra del oportunismo, llamada América del Norte, vuelve a las andadas repetidamente hasta el infinito en diversas formas: traición disfrazada, ansia desatada, Nocheviejas febriles de ascenso, luces en mitad del avión presidencial por encima del Atlántico. Y el teléfono, en sus distintas versiones, sonando en límite neperiano. Y cuando todo tiende a cero, sale la carroña, la destrucción, el buitre que cada uno llevamos dentro y que necesitamos alimentar con carne humana. Pero el populismo desmedido tiene secuelas. No se pueden obtener estrellas sin viajes galácticos. Y, esos viajes, multiplican las secuelas. Y, las secuelas, las consecuencias sin remedio. Y viendo comunes sentidos, el horror como cuadro de fondo. Con o sin gritos, pero horror a manos llenas. Y la muerte planificada, y los párrafos sobre el amor que nos hacen sentir incómodos. Y el pavor televisado, y el horror vía mensaje y las mentiras convertidas en cuernos. Guerra, miedo, brutalidad. Y, las ideas y el horror, imaginado y hecho realidad, hecho viral, hecho sangre que salpica de la pantalla del salón a nuestras retinas. Y la serenidad en mitad del infierno, como debe ser. Y viva el terror. Y punto.
martes, 8 de marzo de 2016
¿Nunca más?
La pregunta es la del silencio, la de los puntos suspensivos, la de no decir nada ni en voz baja ni en la otra. Pero el himno siempre queda aquí, ahí o allí.
Tiro fijo
7 semanas de indefensión. Preparad vuestros escudos que va a empezar a salpicar de todo. Asuntos turbios los de de la política. ¿Para quién está hecha esta fiesta? Si llegamos al 26 de junio (aunque Pedro J diga otra fecha), la fiesta nos cuesta 170 millones de euros. De traca.
lunes, 7 de marzo de 2016
Marzos sin idus
Hay pero no son efectivos. No hay Julio César que se deje, no hay hijos que se presten, no hay valores morales ni republicanos. El recuerdo de Mario Y Sila. Los lunes prelluvia. Y siempre nos pasa, que no podemos dormir en plan Los Planetas. Y nadie dimite.
Coda: Y como el lunes pasado suena don Ennio
domingo, 6 de marzo de 2016
La culpa de los demás
De los demás. De todos menos de Iglesias. Toros de Guisando, incluído. De traca.
sábado, 5 de marzo de 2016
viernes, 4 de marzo de 2016
Falsedad flagrante
Yo soy muy de Girauta. De lo demás, mejor no hablar. Se retratan ellos solos. De traca.
jueves, 3 de marzo de 2016
¿Jueves tarde o sábado noche?
¿O lunes por la tarde en invierno? Siempre el infierno es una cosa muy personal
miércoles, 2 de marzo de 2016
martes, 1 de marzo de 2016
Los martes en invierno
A la vieja pregunta de si son peores los lunes o los domingos en invierno tarde, este año, merced a mis superiores (todos mis superiores, sin olvidar ninguno), se suman los martes tarde. También los martes. Para mejorar la semana. Para que el despiporre sea continuo. Pero siempre nos queda Novedades Carminha.
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