miércoles, 23 de marzo de 2016

Los violines, la primavera y el cambio de hora

Suenan violines en mi imaginación. Otra vez. La locura y la libertad, los gritos en la noche y las flores marchitas, los fascistas que merecen morir, las alusiones a la ley de Godwin y los trenes de alta velocidad. La vergüenza ajena al ver al personal retratar(se) haciendo el imbécil en las redes sociales después del atentado de turno. La amnesia histórica, y no solo en España, es alarmante. Muy grave. Tenemos el fregador lleno de platos sucios y nos quejamos porque los zapatos del vecino no brillan lo suficiente. El betún intelectual, en (Ex)paña y fuera, rezuma a naftalina. Asqueroso e indignante, mierda al por mayor. Siempre hay una Helena a la que venerar pero estamos pendientes de jodiendas con vistas a la bahía. Lectores de Pérez-Reverte que le afean que utilice la expresión "enfermedad histórica". Pero la situación política, la ideológica, la intelectual, la estudiantil, es caótica. A algunos cracks les dan una esperanza de vida corta, a nuestro país no sé cuánto le queda en la situación actual. Decía Jacinto Benavente que "como los explosivos que parecen de juguete, las verdades más peligrosas son las que parecen mentira". Siempre nos quedan los violines, los pianos, la primavera y el cambio de hora, aunque en Gringoland se adelante dos semanas. Trump en la encrucijada. La frontera entre estupidez y vieja tos mortecina cada vez es más corta. Algún consuelo nos queda, algunos himnos, algunos momentos de lucidez. Pero la estupidez siempre triunfa. Y todo lo demás.

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