martes, 27 de junio de 2017

Nobel. Primera temporada

De Afganistán a Noruega. Saltos temporales. Política. Ministros que cumplen el Principio de Peter. Destacamentos en los que se pasa mucho tiempo. Muertos que viajan de vuelta a casa. Talibanes que son talibanes las 24 horas del día. El ritmo de Nobel no deja tiempo para los puntos suspensivos. Se pasa de la lágrima al dolor. La diplomacia es una mierda. Todos lo sabemos. Y estar entrenado para llorar a un compañero no borra esas lágrimas. La puta diplomacia. El manejo del dolor. Recordando al gran Manuel Alcántara, podemos definir a los diplomáticos, a los ministros, a la gentuza en general: sí dice que si, quiere decir quizás; sí dice quizás, quiere decir no; sí dice no, es que no es un buen diplomático. Vaya puta mierda la política. Y los políticos. Un buen diplomático es aquel que entra en una habitación hotel equivocada y al ver a una señorita desnuda dice "perdone usted, caballero". Pero a lo que iba. Nobel muestra lo inútil de estas misiones en países como Afganistán. Barnizar el desierto para intentar ponerlo en el mapa de la democracia. Vaya milonga. Milonganza. La foto del soldado muerto en los periódicos. Vaya foto. Talibanes que pegan a sus mujeres hasta que se desmayan, una y otra vez. Esa mierda de guerra en la que no puedes disparar hasta que te disparan... si no eres americano. Ir a una intervención como esa es entrar en una ratonera. "Estamos aquí para morir". Saltar por los aires en tierra hostil. Familia y Estado, política y mierda al por mayor. Ministros de un mismo gobierno enfrentados. Opios, sobrinas, hijos, antiguos hábitos para nuevos dolores y premios podridos hasta el tuétano. Y todo bajo la opinión pública, bajo unos periodistas que buscan carroña en mitad de un nido de buitres. Cuernos, pendientes junto a la piscina, niños que hacen preguntas, miedo a distintas temperaturas. Pero sigue siendo miedo. Ministros que buscan la gloria en mitad del horror. Cóctel que no siempre deja buen sabor porque la política no deja nada más que daños colaterales. Y todo lo demás, también.