domingo, 26 de mayo de 2019

Ártico. Primera temporada.

Bichos, putas, enfermos, policías, médicos, herpes 9 y un poco de todo en la primera temporada de Ártico. Mucha nieve, mucho hielo, mucha historia en la Laponia finlandesa que hace frontera con Rusia. Autobuses que van y vienen, hoteles/resorts que dan mucho juego, familia al más puro estilo nórdico. No se queda en medias tintas ni sales que se comen los renos. No. Ártico va más allá. La mejor reflexión de esta primera temporada de Ártico es preguntar(nos) sí hacemos lo sufienciente (cada uno, en lo que podemos). Muchas veces, yo el primero en primera persona del masculino singular, me quejo. Mucho. O digo que no me quejo pero, como Aznar con el catalán [o Mendoza], lo hago en la intimidad. Ártico nos enseña a esforzarnos más en nuestro trabajo, en exigirnos, en buscar el bien común, en hacer lo necesario aunque sea casi imposible. O, directamente, imposible. No siempre es agradable de ver, pero, con sacando unos ratos, hay que verla. O intentarlo. Ahora que los antivacunas tienen el viento a favor ( y sus secuaces y su gentuza aplaudiendo sin motivo aparente), hay que ser fuerte ante la intolerancia. Muy fuertes. Nada es lo que parece. Nada. ¿Somos estrechos de miras o vamos en contra de todo? ¿A favor de viento? ¿En contra de la tempestad? ¿Locura o desamor?

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