jueves, 23 de mayo de 2019

Creo que tengo la sensación de estar perdido por dentro

El otro día, poniendo en una guardia Black Mirror y los cerdos y los me gusta encima de una bici, los adolescentes empezaron a pensar. Por lo menos, un poco. Un poquito. Me miraban como a un gordo canoso, un viejo que les hacía preguntas, que les decía que se olvidaran de redes sociales y mierdas varias y leyeran. Y que buscaran un disco y lo pusieran del revés. Una y otra vez, hasta que el Spootify dijera basta, nene, más no, y empezara a poner automáticamente canciones similares. Creo que tengo la sensación de estar perdido por dentro. Frases de canciones de Oasis que se te meten en la cocotera y no hay manera de sacarlas. En la vida. Una y mil veces. Mil putas veces. Y meterte en el autobús y leerla mientras suenan violentos pensamientos. Pensad, siempre imperativamente. ¿Está la palabra en la calle? ¿Qué palabra? Pensad, sentid, imperativamente. Muchas cosas que decir y no saber hacerlo. ¿Pero qué sabemos hacer en esta vida aparte de joderlo todo? Muros maravillosos que nos aíslan y nos salvan y nos dejan con el culo al aire. Los críos de ahora saben más de John Snow que de Sancho Panza. No hace falta hacer comparaciones porque seguimos perdidos por dentro. Muy dentro. Flotar, aguantar, resistir (pensando lo suficiente). ¿Hay bonitos sitios para vivir en una ciudad fea? ¿Podemos respirar en una sociedad corrupta? ¿Revoluciones desde la cama? Azul, verde, ilusión óptica de lo que fuimos. Rabia, acritud (como si un Suárez resucitado [Adolfo, no Javier]). Escuchamos decir... pero no prestamos atención. Somos unos copiones. Lo poco que conocimos fue en esos años, veintitantas neuronas antes de la desaparición intelectual. Ya no. No. ¿Pero de verdad lo escuchamos? Rivera seguro que se acordaba de esa canción de Oasis. Seguro. Pero sigue siendo tarde y el césped sigue creciendo y todo lo demás. Todo lo demás.

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