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domingo, 23 de agosto de 2020
Normal People. Primera temporada.
Tuve que esperar al cuarto capítulo de la primera temporada de Normal People para que la Ley de Godwin se cumpliese. Y antes o después, se cumple, sobre todo si metemos en la coctelera al hijo de una limpiadora con una ricachona niña repelente de instituto. O no. La ley de Godwin aparece aquí y en Galapagar, con Bárcenas y los ERE de Andalucía. Pero centrémonos en Normal People. ¿Tanto bombo para esto? Está muy bien la libertad de expresión, pero hay que saber utilizarla. Y la duración de las series, también. Hay que ponerle freno, antes y después de la pandemia, a muchas cosas: a los clubs de debate, a los escritores noveles con pretensiones, a los repelentes niños de mamá (el orgullo de mama), a los bohemios ricos que van a lo suyo, al deporte como fábula en edad escolar, a las válvulas de escape, a las mentiras (porque la verdad no existe),a buscar protagonistas británicos que se parezcan a los hermanos Neville del viejo ManU, a los diálogos que no llevan a ningún sitio, a las idas y vueltas, a los desengaños y reencuentros,a la vergüenza de estar por alguien y lo humillante de no contarlo, a permitir cosas que hace 15años no hubiéramos permitido, a buscar respuestas donde no hay preguntas, a unir vidas anteriores conon presentes de mierda, a pensar en querer encajar y ver que es imposible, a pensar y volver a pensar,a llevar atados en el código ético lo borde y lo frío. O no. Quizás no.Quizas no se pueda entender nada. Quizás la milonga que nos contaron profesoras que ya están muertas no merezcan ser recordadas. Quizás faltamos a nuestras promesas y no vamos, como Carolina Durante, los segundos domingos de cada mes al cementerio. Todo mentira. Normal People, la lucha de clases llevada a la tele: otra gran mentira, otra colección de niñatos con pretensiones que se desvisten y hacen creer que hay profundidad cuando solo hay fango. Mucho fango. No vale creer lo que suponemos de los demás, hay que comprobarlo en las situaciones de estrés. Y las prisas, como decía García, para los ladrones y los malos toreros. Y no es lo mismo deleitarse viendo a un Velázquez que viajeros de madera. Lo dicho, Normal People, otra gran mentira.
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