martes, 20 de octubre de 2020

Antidisturbios. Primera temporada.

Todo mentira en mitad de la gran mentira. De la puta mentira. Antidisturbios, una vendeta con y sin uve, al entrar y al salir siempre hay que cerrar, siempre hay que llorar en casa ajena y sin que te vea nadie. Policía, policías que investigan a policías, policías que buscan fuentes en mitad del desierto. Plataformas que juegan con los sentimientos de la gente. Croquetas con harina para celíacos. Mentiras subvencionadas en lecheras policiales. Mentiras sobre negros, blancos y viceversa. Investigaciones sobre investigaciones y tiro porque me toca. Siempre nos queda un bañito, una consultoría, una jodienda en Villa Desmadre y todo lo demás. Al verde muerto, siempre mentira. Historiales falsos, muertes verdaderas. Viva Senegal, viva El Lugar de Don Juan. Yo soy más de fiambres alhameños que de cántabros. Ríete tú de las cloacas, de la mierda sobre mierda y de la escoria que huele a perfume. A perfume del bueno. A perfume que te cambia la vida. Y, si algo faltaba, la confianza engañada, el dolor de muelas que vive en cada uno de nuestros corazones. Y la historia, te la creas o no (todo mentira, más mierda sobre más escoria) es buena. ¿Es todo eso invención? ¿Los sindicatos se han puesto tontos con eso? ¿No se le puede asustar a mierda gabacha? ¿Venganza? ¿Todo cruel y despiadado? Da igual. Esto es ficción, no nos hagamos pajas mentales con esto porque acabaremos todos (y todas, y todes, y transloquesea cada uno dentro de su infierno interior) locos (y locas, y loques y translocotrans). Y todo lo demás, también.

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