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lunes, 8 de febrero de 2021
Hache. Segunda temporada.
1961. Saltamos de Italia a España, a la colombina Barcelona (otra vez, reincidiendo en El Albatros). Más de lo mismo pero sin Malpica, sin el capo que todo lo controlaba. Pero había que cambiar cromos, había que estirar el chicle, había que volver a los viejos fantasmas del pasado. El problema de la segunda temporada de Hache, con su estructura similar a la primera temporada, son las concesiones facilonas que hace en algunos pasajes de su historia (ahora tocaba la reconducción del invertido, los malos tratos conyugales, la venganza como exigencia existencial). E incluso, llevándose por la corriente de los últimos años, si hay que breakingbadizar la historia un rato, se hace. ¿Hacía falta? ¿De verdad? Heroína, cemento, notaría, compraventas, burguesía catalana (vaya retratito acentual, por cierto), hermanos que vuelven para revivir el pasado, sentir un dolor que no acaba nunca. Y quizás, antes o después, tendrán que acabar con la historia de Hache. No queda otra.
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