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miércoles, 8 de septiembre de 2021
Todo modo
Empiezo diciendo 15 de 149, luego sigo… He vuelto a leer, más de veinte años después, Todo modo de Leonardo Sciascia. ¿Motivo? ¿Hay que dar un motivo para volver a leer a Sciascia (tengo pendientes Los apuñaladores y El Caso Moro)? Creo que no, pero me vino a la cabeza moviendo papeles de trabajos de la facultad, de 3º y 4º, y encontrarme citas de Sciascia de aquella casa de putas disfrazada de hotel-ermita… O lo que fuera aquello de Zafer, como la inmobiliaria de Juan de Borbón en Murcia, que el ZaHer (viva Zaragoza, viva Hernández) ya no es lo que era, los pasteles de carne no son los mismo, ni los camareros (el Valiño mayor, vaya personaje)… En fin. Lugares de soledad, curas leyendo cómics y revistas (aquel Linus), apariciones de presidentes de bancos, de ministros, de senadores, de diputados, de industriales, de la mafia con sotana y de traje, de cadenas y cocineros con pasado (siempre me acuerdo de la pregunta del dinero que llevamos encima y la policía con el cocinero de Todo modo. Gaetano, ese padre paradigma de tantas cosas, en Italia y en el Mediterráneo austral, y los ejercicios espirituales como farsa de una gran tragedia. ¿Qué es la historia italiana contemporánea? Es Todo modo. Y la Iglesia, como base de reflexión, de jodienda con vista a un campanario. Y las citas: “Me abandoné a reflexiones sobre la Iglesia, su historia y su destino. O sea, su pasado esplendor, su mediocre presente y su inevitable final”. Reinvención y engaño, crucifijos y rezos del pasado que huelen a humedad. Y el precio: “Solo las cosas que se pagan son auténticas, si se pagan con la inteligencia y el dolor”. Arriba Italia, Ciao Italia. Y, de fondo, o en primer plano, siempre atento, el diablo. Muchas veces buscamos al enemigo cuando realmente hemos convivido con él desde el Paleolítico: “Cualquier instrumento que ayuda a un bien, solo puede ser obra y oferta del diablo. Quiero decir para ustedes, para la Iglesia”. Y, usando la parodia, o el sarcasmo, o la etiqueta que queramos ponerle a la comunista Iglesia, siempre comunista. Ya se sabe: “Las cosas que no se saben no existen”. Y alfil y torre, partidita y escaques: “Las cosas que no se saben no existen”. Y antes o después, con Benedicto o Francisco (o mucho antes, que el mejor fue Alejandro VI… eso se merece un yepa valenciano, Rodrigo), más frases para enmarcar: “Los papas no solo mueren en buena salud sino de buena salud”. Lo dicho, nada como buscar el reclinatorio y el agua bendita, el incienso y esa copa (ahora los curas no dicen cáliz), para recordar más frases: “Los sacerdotes buenos son los malos. La supervivencia, y, más que la supervivencia, el triunfo de la Iglesia a lo largo de los siglos, se debe más a los sacerdotes malos que a los buenos”. Y, en mitad de ese Mar Menor que es la Iglesia, siempre hay que sacar agua de la sentina y remar, buscar un puerto que nos ilumine con su faro a través de la tormenta: “Yo, que soy un sacerdote malo, le digo: la Iglesia es una balsa, La Balsa de la Medusa, si quiere, pero una balsa”. Sí, esa era la de 15 de 149. Y Sigmundo superputifroid y evitar los encuentros con gente con la que se pasó tiempo en el pasado: “Haber pasado unos meses en la misma aula no significaba gran cosa respecto a las afinidades o los afectos”. Víboras y bichos y el bien y el mal y todas esas palabras manidas que no llegan a ningún sitio: “Y en su verdadera esencia, el cristianismo es esto: que todo está permitido. ¿Cree usted que serían posibles el crimen, el dolor, la muerte, si Dios no existiera? Y la caída y el crimen, imposible (o muy difícil) de parar y la mentira del Estado, y existir en el error y en mitad de la equivocación. Muerte y solemnidad, todo tiene cabida en Todo modo. Gran libro, incluso recordando que en aquella balsa, de 149 solo se salvaron 15.
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