jueves, 15 de septiembre de 2022

La vida contada por un sapiens a un neandertal

Este libro no es el de Bioy y Borges, aquella historia ladrillesca en el que Bioy apuntaba, día, mes y año, y toda conversación con Borges. Yo hay días que soy más de Borges que de Bioy, y luego se me pasa. Aquí son Millás y Arsuaga los que pretenden explicarnos el mundo y la vida y las intolerancias y un montón de cuestiones más. No siempre salen las cosas como nosotros creemos. Eso de ir con magnetófono en mano y seguir la estela de monos y chimpancés no siempre funciona. No siempre. Y van, como dos abuelos, contando batallas de la evolución entre visitas a bares y cementerios, a supermercados y tiendas varias. De todo hay en la viña del Señor. En La vida contada por un sapiens a un neandertal se habla de la Prehistoria como droga, Arsuaga cuenta y relata y Millás apunta y resume. ¿Qué parte es real y qué parte no es exacta al cien por cien? No lo sabemos, como tampoco sabemos lo de Bioy y Borges. “Los siglos que nos separaban eran calderilla frente a los milenios que nos unían”. Y yo no hubiera juntado tan alegremente las palabras piorno y gamón en una misma página porque no sé lo que significan. No lo sabía hasta ahora. Divorcios naturales y palabras claves: “El chisme sirve para controlar la jefatura”, sueltan los artistas a la altura del capítulo segundo, cuando titulan el asunto Todo es neandertal aquí. Lanzamientos varios, pero con precisión. Eso nos diferencia de otras especies porque según la doble firma JJM/JLA, “la puntería ha sido esencial en la evolución”. Y añaden: “La fuerza fue sustituida por la política gracias a las piedras”. Pese a todo, y su tono demasiado fácil, hay verdades claras, que son reconocibles, que podemos encontrar, aunque no siempre se digan en voz alta, o, directamente, no se digan porque copian modelos de épocas distintas y oscuras: “Tras la Guerra Civil, el campo y el deporte empiezan a estar mal vistos. Un intelectual después de la guerra no iba al campo”. Claro que sí. El Valle Secreto como ejemplo, y palabras que apuntas y luego vuelves a buscar en el diccionario de la RAE: Gordolobo, escaramujos. Palabros, en todo caso. “La prehistoria no está en los yacimientos, eso es lo que se creen los ignorantes. La prehistoria no se ha ido, mira a tu alrededor, está aquí, por todas partes. La llevamos tú y yo dentro. En los yacimientos solo hay huesos. La prehistoria está en el animal que pasa como una sombra”. Y Lucy, y el LSD, y los Beatles, y Etiopía, y 1974, y las clases de Prehistoria de Eiroa padre, todo en el recuerdo. “Las huellas de los australopitecos bípedos de hace 3 millones y medio de años son exactamente iguales a las de nuestros niños en la arena de la playa. Toda esa biomecánica la hacemos sin pensar”. Y luego toca hablar de grasas y el músculo. Sapiens y favores, y la barba nuestra de todos los días: “El primer personaje de la Historia que se afeita la barba es Alejandro Magno”. Y más frases que podemos cuestionar: “Para algunos todo es cultura y para otros todo es biología. La cultura es una capa más”. O podemos pensar, ya puestos a darle al color y no solo en la cueva, si somos más de Durero, de Rembrandt, o de Goya, o de Rubens. Y si Goya pasa por ahí, toca hablar de su maja desnuda, de su fertilidad, de su ovulación, y la revolución de lo pequeño, y los cuentos transformados en otras cosas: “Esto no es un cuento. Si quieres un cuento te lees el Génesis. La evolución no tiene la estructura de un relato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. La evolución es el mundo del caos”. Y entre viaje y viaje, visita a la plaza de abastos, y la bipedestación, y todo tiene una definición: “La locomoción humana es un prodigio de la bioingeniería. De este modo, consumimos muy poca energía en el desplazamiento”. Y palabros que subrayar como braquiación. Pero al final no todo es tan fácil, no todo es tan sencillo, no todo tiene una explicación perfecta: “Los físicos no creen en el Dios de la Biblia, el Dios de las barbas al que rezas para aprobar un examen, pero tienen la mosca detrás de la oreja. Se pasan la vida preguntándose si hay alguien ahí”. Y apostilla JLA: “Hay muy pocos biólogos creyentes, pero los físicos y los matemáticos no dejan de preguntarse qué hostias pasa”. Y los vascos, y la altura, o las alturas, o las definiciones y Bettonia, y lugares los que fijarse: “El paisaje es el primer documento para entender la Historia. La geografía es la que manda. Lo es todo". Y apostilla: “La España vacía es un producto de la Geografía”. Y si antes hablábamos de Eiroa, ahora podríamos recordar a otros profesores, pero no siempre: “Roma destruyó la sintaxis del clan para alumbrar la de la ciudad”. Y vamos por la calle, y nos fijamos y hacemos reflexiones en voz baja y en voz de la otra: “Lo primero que te debes preguntar de una cultura es si tiene espacios públicos. De ser así, se trata de una civilización en el sentido contemporáneo del término. En caso contrario, es una agrupación”. Vivan las subvenciones, y las afirmaciones que en otras civilizaciones te meterían en líos: “La sociedad es la causa y Dios el efecto”. Y cuando todo se complica, seguimos con más preguntas y más reflexiones y más cuitas: “La complejidad no es garantía de bondad, ni siquiera garantía de justicia”. Y puestos a buscar soluciones, seguimos con el crucigrama: “El experimento de las sociedades sin Dios es muy reciente. No sabemos aún que va a ocurrir”. Y puestos a experimentar, seguimos: “Yo no sé que será de esta hormiga concreta, pero puedo detallarte la evolución del hormiguero. La historia no es una sucesión de hechos meramente yuxtapuestos”. Escribe Millás sobre Arsuaga: “Creo que le molesta la idea de que la vida sea absurda”. Y relojes y perros y dueños, y esa gran duda sobre la castración: “La gallina no es más que el instrumento que utiliza el huevo para perpetuarse”. Y en esas que está el reloj dándole a la aguja, o al revés, y piensas sobre lo que deberías en mitad de la catástrofe: “Hemos conseguido convertir al lobo en un animal de compañía: seleccionando para la reproducción a los más dóciles”. Y en mitad de la revolución de los colores, que también Bart es distinto pero único: “Raza es un término veterinario. Di etnias o pueblos del mundo”. Y La Covaciella, y el Naranjo de Bulnes y la competencia espermática y reaccionar a esa gran verdad que es que “la gente deprimida se abandona”. O no. Y el viaje al colegio, con niños de distintas edades, y realidades nada paralelas, y el tamaño de los cerebros de esos mismos niños, y “el hambre está en la trastienda de todo, ha sido el gran problema de la humanidad”. Y ahora, que ya pensamos en la oscuridad temprano, hay que reconocer que hace falta valor para aguantar la estación que empieza en diciembre: “El invierno es la peor de las enfermedades”. Y todo es mentira, aunque la muerte, de vez en cuando, iguala a casi todos: “Vamos de sepultura en sepultura en busca de un epitafio que podamos hacer nuestro. Y en todas aparece alguien que no olvida a alguien”. Y en las visitas, si hay que llegar al cementerio, se llega, aunque no siempre acertemos. Un libro para recordar detalles en los que no siempre nos fijamos.

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