Hace 2 horas
lunes, 14 de julio de 2025
The Bear. Cuarta temporada.
¿Quién no vive atrapado en el tiempo? Pese a ese guiño inicial, The Bear confirma su trayectoria entre caras nuevas y ajo castellano (¿decimos ajo castellano en España o simplemente ajo? ), entre relojes que marcan demasiado rápido la cuenta atrás y ordenadores con orejas demasiado largas. O eso creemos. O vivimos de recuerdos, o de gestos, o de pamplinas con olor a tomate quemado, o pensamos que una crítica (o dos, o tres) nos puede destrozar. O destrozarnos, si no lo estamos ya. Pero, a lo mejor, tiene un problema esta cuarta temporada: presentar tan pronto un capítulo casi tan perfecto (¿se dice así?) como el tercero. Casi perfecto. Resume mucho, y lo hace bien, y te deja, con o sin nieve, con o sin esperas en una escalera, un resquemor de esos que gusta. Que te gustaría recrear, pero recrear eso es imposible. Pero al final todo son firmas y miedos, pasos atrás y no hay nada como “la presión para poder funcionar” (con o sin himnos de Led Zeppelin). Pero aparte de las firmas y los miedos, “hay que llevar cuidado con las excusas”. Y siempre ponemos excusas para casi todo, para casi todo el mundo, para casi cualquier cosa: “Si todo en tu vida parece un desastre, puede que el trabajo también lo sea”. The Bear no deja indiferente pero a veces es altivo, es música que se entrelaza entre gritos y más gritos, y no está de más que, por una vez, sobren gritos entre infartos y ventas inmobiliarias, entre llamadas que esperan respuesta y entre bodas que se son de todo menos bodas, entre sudaderas olvidadas y cajas de fotos. Pero al final, quizás todo son tres palabras: “¿Por qué aguantar?”. Pues eso, aguantar, con o sin motivo, con sin Aaron Rodgers jodiendo a los Jets, con o sin bocadillos que lo mantengan todo, con o sin tablas con colorines, con o sin momentos disfrutados mirando a tu bebé hasta que los teléfonos lo joden todo, con o sin el embajador del día de San Patricio recordándote que siempre hay que crear expectativas. Pero “siempre hay un reloj”, un jodido reloj que lo jode todo, te quedes o no encerrado en una nevera. Y va ser verdad eso de que “la culpa es muy cabrona”. Y siempre somos culpables, debajo de una mesa, o mirándonos cuando no queremos mirarnos, o cuando el desencanto nos llena y solo hay desencanto cuando toda nuestra vida debería ser todo menos desencanto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario