Hace 4 horas
domingo, 26 de octubre de 2025
La suerte. Primera temporada.
En estos tiempos en los que todo es hashtag, está bien encontrarse con algún producto audiovisual en el que no todo sean móviles ni redes sociales. Se agradece subrayar, con ese, que el concepto de cuadrilla todavía existe (en la vida, en el trabajo, en el chascarrillo diario de todas las horas) hasta cuando pensábamos que había dejado de existir. Todo es mentira, pero cuando la sangre llega, o el dinero a cuentagotas, siempre hay que buscar algo más. Lo que sea. Y, aunque no queramos, al final, nuestro corazoncito nos dice que pertenecemos a algo más o menos tangible. Más o menos. La primera temporada de La suerte, más allá del respeto inicial (los toros, el taxista, el tópico, la familia, la jodienda con vistas a una plaza que no es plaza hasta que se entra en ella) nos deja reflexión y superstición, nos deja miedo a raudales y esa posibilidad de elegir que tanto nos asusta, o que creemos que no nos asusta hasta que nos asusta. Y cuando llega el susto, muchas veces no sabe uno lo que hacer. O lo que dejar de hacer. La suerte llega cuando menos te lo esperas, pero no sabes el sentido de la misma, y es mejor no saberlo, no vaya a ser que nos llevemos el susto de nuestra vida. El penúltimo susto.
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