jueves, 21 de junio de 2012

Nurse Jackie. Cuarta temporada.

Hay veces que uno intenta cambiar su vida a mejor pero todo le sale al revés. Los cambios siempre son jodidos: nuevo jefe, nueva compañera, nueva huésped, nueva reunión, nuevo pijama, nuevo helipuerto, nuevo bar, Dirty Dancing y todo lo demás. Reflexión importante la de la cuarta temporada de Nurse Jackie sobre la vida y la muerte, sobre un pelo tintado de verde y un encierro temporal, sobre unos electrosonidos que muestran varones sin padre, sobre los motivos en venta, sobre el qué vendrá después de todo este infierno. Nunca sabe uno su infierno personal hasta que se enfrenta con él, hasta que se encuentra buscando una pastillita azul en un contenedor de basura, hasta que estás con un Carmelo Anthony haciendo de jugador de baseball adicto a cualquier cosa, hasta que tu compañera de habitación la palma. Nurse Jackie, con pelo largo incluso, se hace respetar y se deja querer, aunque tenga un pronto que te pueda dejar en bragas con solo mirarte. ¿Por qué alguien empieza a depender de la química? Y no estoy hablando de Heisenberg. Siendo realistas, y teniendo en el horizonte al hombre de la camisa verde, la pregunta debería ser la contraria. ¿Por qué no podemos depender de la química? O de lo que sea. Hay capítulos que no son agradables, hay historias que hacen desconfiar del mundo, hay preñadas de imagen que no lo son tanto. Pues eso, que no hay nada como tomar un Jägermeister en mitad de una escalera en la madrugada. Y todo lo demás.

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