sábado, 14 de abril de 2018

Las presentaciones

Hay un problema con las presentaciones de los libros a las que asistes. O muchos. El auditorio. El personal que va a escuchar. O a perder(se). En esas estaba yo el viernes, escuchando como si de un capítulo de Sense 8 se tratara: sin enterarme de nada. Música celestial. Los presentadores, los que hacen las introducciones de los libros (aparte de fumar con guantes después), deben pensar en ese auditorio, en ese personal. Evidentemente, si estás arriba, en el atril, víspera del 14 de abril, te vienes arriba. Como cualquier introducción, empezó con énfasis, pero no terminó de manera triunfante (más bien, casi todo lo contrario). Otro aspecto, desde el otro lado de la silla, es la capacidad de síntesis sin destrozar el argumento (no todos los que van son lectores potenciales), sabiendo distinguir entre el límite de volver a casa o seguir hasta el amanecer. No se trata de hacer atractivo algo que quizás no lo sea nunca. Los libros pueden ser como las madrugadas dando tumbos: una noche que nunca se acaba y que ni con ayuda de soberbios brebajes tiene solución. No es mostrar pesimismo ante el esfuerzo de los demás (eso lo vivo todos los días en el aula), pero si de que una preparación previa es imprescindible antes de perder el norte. O todos los puntos. No se trata de apuñalar a los presentadores del acto (siempre produce cierto dolor en la espalda, pero no es plan). Todo debe estar bien controlado, hasta el Tiempo en la Cruz. No se trata de ser más listos (que nadie) ni mostrar que has estado en reuniones importantes y que eres amigo de Cayetano. Tampoco es eso. O tal vez, sí. Pero es lo que hay: quizás Murcia sea simplemente una ciudad cualquier de fosas comunes y gatos callejeros. Coda: No quiero hacer sangre, para eso está Macron tomando protagonismo esta noche en Siria.