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sábado, 23 de noviembre de 2019
Mr. Inbetween. Segunda temporada
Ha vuelto Mr. Inbetween poniendo énfasis en las relaciones personales (y no solo en el matonismo). En esta segunda temporada de Mr. Inbetween nos damos cuenta de que hasta los más sanguinarios tienen su corazoncito (y siguen creyendo en los unicornios, que eso también es importante). Nada casual por el camino. Pero algunos encargos duelen más que otros, algunos te hacen entrar en un túnel de recuerdos y maletas, de vías hacia ninguna parte y cláusulas no escritas pero hay que cumplir. Pero antes o después todo sale por los aries, y toca la justificación de la violencia. Sin la violencia, sin el uso de la violencia, quizás hoy todos hablaríamos alemán. O tal vez, no. Tal vez, hablando y soltando las palomas de la paz, todo sería concordia y buenrollismo. Y si que las mujeres hacen grandes preguntas y preguntas que te meten en líos. Y la lluvia y la conciencia y los corazones rotos y los encuentros en los supermercados y todo lo que no queremos hacer pero debemos hacerlo. La Segunda Guerra Mundial no se ganó con buenas palabras. No. Pero en mitad de la deriva, en mitad de un océano del que no podemos escapar, hay una lucecita que nos avisa de que algo tiene solución. Después de una gran noticia (no falla) siempre viene una peor, algo que desencadena el Infierno de lucidez taciturna. Y cuando parece que todo ya no puede empeorar más, empeora y se sacan los más bajos instintos. Y con los niños no se juega. No. Viva el matonismo con principios, el ilustrado, el que te da de comer pero te hacer leer La Enciclopedia y creer en Diderot y en los santos y difuntos y mártires que hagan falta. Pero la derrota llega y si hay que acabar en plan bíblico, se hace. Y punto.
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