jueves, 8 de abril de 2021

El orden del día

Siempre dudo con Occidente o con occidente, pero resulta que lo que faltaba era la última de Vuillard. Con un par. Intentaré no equivocarme mucho esta vez. Pero la gran pregunta que empieza a hacer el autor, al que no escribí en la anterior entrada sobre La batalla de Occidente su última letra, es el motivo de reunirse con un tipo como Hitler un 20 de febrero de 1933. Reunirse con Hitler y con los antecedentes que tenía. ¿De verdad que la reunión de esos magnates alemanes de la industria no tenía contrapartidas? ¿Ninguna? ¿Se puede mirar para otro lado? Cuando explico en 4º de ESO o en 1º de Bachillerato las dictaduras iniciadas por tipos como tito Adolfo o melenas Benito, les intentó hacer reflexionar a los alumnos sobre las motivaciones que hacen que millones de personas voten a tipos así. ¿Por qué? ¿El motivo? ¿Los motivos? ¿Dinero? ¿No estaban podridos de dinero? ¿Avaricia? ¿Pura avaricia? ¿Trabajar para qué? ¿Para disfrutar? Empieza Eric Vuillard (esta vez sí creo haberlo escrito bien) con una frase sobre el trabajo, que suena a vieja oración de lesión rotuliana de alguien que pasó media vida de pie en su factoría: “La mayoría pasó la mañana arrimando el hombro, esa gran mentira decente del trabajo”. ¿Qué querían los tipos de Krupp, Siemenes, Opel, Shell, Telefunken, BMW, Agfa, IG y otros más? ¿Qué podían pedir a cambio? Empresas que reconocemos todos, o por lo menos todos los que las reconocemos. Pero no hace falta marchar a Alemania, piensen en los 60 en España. Escribe EV: “Las empresas no mueren como los hombres. Son cuerpos místicos que no perecen jamás”. Leo eso y pienso en el cordero místico, en un cuadro con el careto del Conde-Duque de Olivares, en un triple de Stephen Curry. ¿Qué podían esperar 24 tipos con todo lo inimaginable en el Palacio del Presidente del Reichstag? Estoy viendo la serie islandes The Minister y todo esto me parece un chiste, pero no es plan de hablar ahora de gordos pianistas bipolares, sino de un enano nacido en Austria que llevó al mundo al abismo. Pero pensemos en el coche de alguien, que yo no tengo coche. Mi padre si tuvo un Astra, y él y yo lo llevamos al lugar del desguace. Se desguazan coches, pero escribe EV que “la compañía Opel es bastante más vieja que gran número de Estados”. Y es verdad. Nos han gobernado y nos gobiernan las corporaciones. ¿Qué sería del tipo de las homilías vacuníferas (creo que ha sido Alsina el que lo ha definido así esta mañana) sin sus empresas del IBEX35 dueñas de los periódicos que jalean sus andanzas? Nada. No sería nada. Ni manual de resistencia ni amigas que colocar gabilondeando. Nada. También, antes y después, saca en escena EV a Göring. A Göring. Casi nada. Y habla el autor de la financiación de las elecciones para los nazis. Dinero, dinero, dinero. Lo mismo de siempre. Hay que vender aparatitos. Y muchos. ¿Y eso lo garantizaba Hitler o cualquier otro enano rumbero? ¿Seguro que no? Fuera libertad, fuera sindicatos, fuera comunistas, fuera independencia, fuera pensamiento plural. Fuera todo eso, que había que vender poleas y cadenas, estupidez e ignorancia. Hablamos de corrupción, de FILESA y Gurtel, de los ERE’s andaluces y de desalonizadoras. De lo que haga falta. Lo resume EV: "Lobbyn, gratificación, financiación de partidos”. Me da igual que unos pagaran más o menos. Eso en Alemania. Después de preguntarse y responderse, EV sigue con lo que quedaba fuera. Si de puertas adentro todo era balsa de aceite prothitleriana, fuera no iba a ser menos. Y el autor de El orden del día pone nombres y apellidos en los responsables de una errática política de apaciguamiento, de mirar para otro lado, de escurrir el bulto (Chamberlain, Halifax y demás jalea infecta que pensaban que si no hacían nada evitarían que Hitler sacase cojones para hacer lo que hizo). Y nos pone en antecedentes EV: ¿Qué se hizo con la anexión del Sarre? ¿Cómo se respondió? ¿Y con la remilitarización de Renania? ¿Y con el bombar deo de Guernica? Halifax y Göring de charla, como si no pasara nada, de charla amigable. Mientras no me toque a mí, mientras no lleguen a las islas, o a Francia, o a mi casa… Intermediarios válidos, que ahora llama la prensa a estas cosas. Intermediarios válidos… En fin. Y tipos como Halifax, nos recuerda EV, tuvieron los arrestos de contar estos asuntos en sus escritos… Con un par, pero la balanza no aguanta el peso, como bien recuerda Don Eric poner énfasis en la negativa de Halifax como ministro del ramo financiero inglés en la ausencia de auxilio a una Irlanda que se moría de hambre… No todos somos iguales. El rasero indie, que decía el otro comparando a Los Planetas con otros grupos… Nada es comparable. Nada. Y pasa EV a enumerar las intimidaciones hitlerianas, como cuando un 5 de noviembre de 1937 hace saber (en plan medieval, vociferando con las ventanas abiertas desde el centro de Europa igual que hoy lloraban en Múnich por la victoria del PSG en Champions) que iba por Austria y Checoslovaquia, que en su ceguera dialéctica tenía que invadir Austria y Checoslovaquia, que había un espacio vital y que estaba obligado, como buen samaritano, de no dejar títere con cabeza en la oposición dentro y fuera de sus fronteras. Y cita más hechos que el resto de Europa no debió permitir como el incendio del Reichstag, o el inicio de Dachau o pasar de fértil a estéril a miles de enfermos mentales. Diga 33 muchas veces. 33 veces 33. Y luego otras 33. Y muertes ajenas como propias, como el asesinato de Dollfus en Austria por nazis de lo que fue la marca osterroica. Y mete también en la coctelera del nazismo el papel de Mr. Estornudo (Schuschnigg), el autriaco canciller que recogió en sus memorias tituladas Réquiem por Austria sus andanzas, entrevistas y tiras y aflojas con el del bigotito. Recuerda EV las exigencias que hizo Hitler a Mr Estornudo en aquella reunión “informativa” que tuvieron, como autorizar las ideas nazis, que distintos nazis ocuparan lugares de responsabilidad (Seyss-Inquart fuera ministro de Interior, Glaise-Hostenau como ministro de la Guerra y el Dr. Fischböck también entrara en el Gobierno, que sacaran a los nazis encarcelados…) Por pedir que no fuera. ¿Y se podía oponer? ¿Se podía hacer el intento de oponerse a Hitler? ¿Hubo huevos o solo política de apaciguamiento? Apostilla, otra vez, EV con el nombre completo: “Cuando los gángsteres o los locos furiosos sonríen, cuesta oponerles resistencia”. Va dando saltos el autor, y poniendo a algunos de estos protagonistas de la gran farsa ante el juicio de Núremberg, sonrisas y lágrimas, con momentos The Wire de escuchas y transcripciones, pero sin McNulty haciendo de las suyas. No. Todavía hay que esperar a que Dachau se convierta en Baltimore, pero siempre hay un Omar jodiendo la marrana. Recuerda también EV el final en USA de Mr. Estornudo, aunque también pasó lo suyo, y culpa directamente a los que con esa farsa del apaciguamiento permitieron el desastre. Aparece en el relato (¿se puede decir relato después de lo de ayer de Vallecas?) Ribbentrop, embajador del Reich en Reino Unido antes de ser nombrado Ministro de AAEE, un tipo al que EV ilustra con sus palabras: “Había llamado la atención de Hitler (…) en medio de lo que era su partido, un atajo de bandidos y criminales”. ¿Pero de verdad se convirtió Alemania en millones de bandidos? ¿Eran todos criminales? ¿Cómo cojones se llegó a tal situación? Y ya, sin frenos, la BlitzKrieg (cita EV a Guderian, su ideólogo) y el Anchluss, ante un ejército que no era lo que parecía. Pero es que al principio nadie opuso resistencia. Nadie. Escribe EV: “El mundo se rinde ante el bluff. Incluso el mundo más serio, más rígido, incluso el viejo orden, aunque nuca cede cuando se exige justicia, aunque nunca se doblega el pueblo que se subleva, sí se doblega ante el bluff”. Y luego la parafernalia, la importancia de la propaganda y la publicidad goebbleliana. Todo propaganda, con aquel discurso de Hitler desde el balcón austriaco y la Conferencia de Munich (que si la explico en clase, sí), con la foto de los caretos de Chamberlain y Daladier junto al melenas y el bigotito. Y de ahí, a millones de muertos. Y más muertos y la pantomima del plebiscito austriaco (algo así como un 99,75% a favor). Recuerdo que en No me digas que fue un sueño, los tres capítulos del Videodrome de Radio 3 que dirige Gregorio Parra, se puso énfasis en la desaparición del número de suicidios de varios países comunistas en la segunda mitad del siglo XX. Como si no hubieran existido. Nunca. Y comenta EV que también fue un estigma, que se convirtió “muy pronto, anunciar un suicidio en la prensa se convertirá en un acto de resistencia”. Mejor no, que a lo mejor a alguien se le atraganta la tostada escuchando música clásica. Mejor no. Y no es anecdótico lo que cuenta EV, que a los judíos de Viena les cortan el gas. ¿Motivo? “Porque se suicidaban preferentemente con gas y dejaban las facturas sin pagar”. Viendo lo visto, mejor que no se nos olvide este dramón. El orden del día es un libro que hace justicia, que señala aspectos de un pasado que no deben ser olvidados, de frases que se deberían repetir a diario mientras nos subimos al coche, encendemos la máquina de coser o vemos la batería de nuestro aparatito favorito.

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