sábado, 24 de abril de 2021

Mr. Witt en el Cantón

No leí Mr. Witt en el Cantón durante la carrera. Tampoco durante mis dos cursos cartageneros. Ha tenido que llegar abril de 2021 para empezar su final de lectura. Un libro con altibajos, que va de lo personal a lo histórico, de lo comarcal a lo nacional. Es un retrato con imperfecciones de una etapa en la historia de Cartagena y de España que iba de cisma en separación, de divorcio en huida y tiro porque me toca. ¿Pero cambió algo realmente con el Sexenio Democrático? Escribe Ramón J. Sender: "Después de instaurada la República mandaron en los astilleros, en los barcos y en las aduanas los mismo carlistas o alfonsinos que mandaban antes". Que cambie algo para que no cambie nada. Retrata, por ejemplo, al principio, en el Libro I a la altura de marzo a un "teniente de Artillería de los disueltos por Amadeo". ¿Pero qué fue realmente el cantón? ¿Fue un intento real o el último suspiro de ingenuidad en una etapa que pensaba directamente en el cerrojazo? ¿Había posibilidades reales de éxito? Recuerda RJS la Cartagena que dura hasta ciento y pico años después, la de cantos por cartageneras y la del Molinete: "miseria, prostitución y navaja". Y apostilla: "En ella la prostitución se hace romance marinero". Azúcar para definir lo que había en torno a cualquier puerto importante. Se recrea también RJS en la vida cotidiana, en lo que se meten al buche los protagonistas (Don Eladio), "era republicano y ateo; pero jamás vería bien que la plebe gobernara el país". ¿Pero quién representaba a la plebe en 1873? ¿De verdad lo de Antonete Gálvez pudo salir alguna vez adelante? Y jugando como ministros del tiempo, como tesoreros de ilusiones, habría que preguntarnos si un chalecito en las afueras también representa a la izquierda. O no. También refleja esa espera que nunca se cumple: las ilusiones, las herencias, los matrimonios con dudas. Y también el movimiento cantonalista tenía grietas infernales: "Con eso de los federales y los unitarios el negocio estaba muy desanimado". Y llevándolo a personajes de laca en el moño, tampoco ha cambiado tanto. Siempre hay un Casado y una Lastra que reflejan el Principio de Peter y nos ilustran con estupidez la imposibilidad del cambio. Escribió RJS en MWEEC: "El director de los astilleros es monárquico. Es tan culpable como el general Serrano. Mientras sean esas personas quienes detenten los puestos de responsabilidad, seguirá en todas partes el imperio de la tiranía". Y letanías que no llevan a ninguna parte, que no salen de Alumbres, y el miedo reflejado a ser reclutado en Escombreras. Escribe RJS sobre los "cachibaches" del gabinete de Mr. Witt. Ya no hablamos de cachibaches, hablamos del tiempo que perdemos en utilizar Telegram, Instagram y tonterías varias. Tampoco se utiliza la palabra "cornucopia", que también utiliza RJS. Qué le vamos a hacer. Revoluciones y más revoluciones, y algunos sin leer a Godechot. Se pregunta Mr. Witt: "Cuándo se ha visto una revolución de arriba a abajo". De Vallecas a Galapagar y tiro porque me toca; del Master de Casado a la tesis de Sánchez, de las cremas de Cifuentes o las menores de Baleares, de lo de el exoltrado al penúltimo acercamiento de presos de Marlaska. Siempre hubo cuitas aunque no siempre un Werther en el que descreer. O no. Añade RJS refiriéndose a Castelar
y a Pi y Margall: "Quieren evitar la revolución, pero no podrán. Les ciega la super
stición del Poder y del orden público y no ven lo que sucede alrededor". Les ciega el peluquín de la izquierda o el viaje a Turquía o lopezmirasismo como ejemplo de incompetencia. Hasta de asuntos conyugales deja reflexiones RJS ilustrando la reflación de Mr. Witt con su Milagritos: "En cuanto interviene el sexo, se acaba la claridad de visión y juicio". Ríete de las reformas de Diocleciano: para que una república federal si el PNV, desde su silencio altruista lo consigue todo. Pero sin conocer nada, se retrata un lugar y una situación que no iban a fructificar por su propia esencia: "Todo aquello que sucedía en la calle era primario e instintivo: hambre, sed, odio, amor, irreflexión, ceguera". ¿Se puede retratar mejor un contexto en una frase? Cuenta RJS la llegada de barcos y las banderas turcas, y las cruces de mayo, y los crímenes frecuentes en La Unión y las esparteñas de Cieza. De todo. Y como luego Eric Vuillard en 14 de julio, si hay que hablar "del rumor de sacar a todos los presos del penal", se habla. Lo que haga falta, como ilustrar el izado de la bandera turca en el fuerte de Galera al modo de RJS: "...era una imprudencia que podía desencadenar sucesos de importancia. Inglaterra era enemiga de Turquía. Francia también. Se estaba viendo venir la intervención". Banderas, escudos y porque RJS no conocía los cantos de la Demencia estudiantil, porque la bandera turca era común en las gradas del Magariños, pero no nos desviemos por cuspineros derroteros. También muestra el autor la complejidad del asunto con la visión de los periodistas, como el corresponsal del Times, y como se interpreta la toma del Ayuntamiento (¡arriba Pepe López!), y de Telégrafos y de lo que toman los rebeldes sin luchar. Y las ensoñaciones equivocadas: "Y Gálvez le parecía a Mr. Witt eso: un profeta". Y llegando a algo que va de lo festivo a la equivocación, de lo trivial a la cucharadita de aceite mañanero para ir a evacuar, pone RJS a Mr. Witt a charlar con Antonete, y va dejando perlitas sin Steinbeck, uvas con más ira de la cuenta para un sueño que acaba en pesadilla: "Nosotros los bárbaros, necesitamos de usted". Caracteriza a Antonete con sus ojos grandes que acompañan a su barba reconocible. Y deja más steinbeckcadas: "Hoy por hoy, Mr. Witt, somos invencibles". Tanto o más que Aznar, Blair y Bush, y yo también sé poner los pies sobre la mesa: "La simpatía de Francia nos cuesta el odio de Alemania". Me estoy imaginando a Aaron Sorkin rodando esta conversación, con gente pasando de un sitio para otro sin parar, con Antonete buscando inspiración mientras su índice derecho se pierde entre sus largos pelos a la altura de la nuez. O no. Y añade RJS palabras en boca de Gálvez: "Los cañones sirven de poco contra las ansias de redención de todo un pueblo": Incluso, aunque no lo parezca y sea puro algodón de azúcar, se atreve el autor a dejar cursilerías del tipo "el amor y la solidaridad van obrando milagros". Y Rivera acabará en el PP, eso está claro. Incluso también se recrea RJS en la deriva sentimental del protagonista, entrometiéndose en cartas ajenas y poniendo la lupa en el arte epistolar de otros: "Allí donde no llegan las palabras llega el plomo" (¿no dijo eso también PEEG?). Quizás sea yo el que está equivocado, quizás todo sea un rumor sobre el éxito de la superliga florentiniana y su pelea uefeniana, como fue la lucha del cantón contra una república repleta de contradicciones, de un querer y no poder, de una hucha sin dinero que vive de ilusiones bajo la luz de una luna mendemonasteriana. O no. Y remata, como Zamorano en Milán, el final de su primer libro de esta historia a la altura de aquel julio de miseria e ilusión: "El hombre que se desdeña a sí mismo inicia la pendiente de la castástrofe". O no. Pero como todo es mentira, todo tiene fines de acabar como acabó lo de Tania tras una columna en Las Cortes: "La previsión de Antonete se cumplió. Un decreto declaró piratas a todos los barcos sublevados en Cartagena y autorizo, por lo tanto, a los barcos extranjeros para perseguirlos, apresarlos y destruirlos": Faltaba lo de Heidi y Pedro, "enséñame a silbar" y todo lo demás. Y como Conesa con Clavero (con un par, alhameño), Antonete destituye alcaldes y coge trenes a Hellín y vuelven antes de tiempo y no llegan a Albacete y hay regresos tristes y míseros. Y la llegada de las naves leales al gobierno en torno a la costa cartagenera, y las oraciones senderianas para señalar con boli rojo: "Las masas. Aquí, en España, las masas se embriagaban en seguida, y no de vino. Si las dejaran hacer, no dude usted que harían algo. Son embriagueces fecundas". Ideas que luego se disuelven como terrones (ya nadie utiliza terrones de azúcar, la degeneración de Occidente es manifesta): "Antonete estaba seguro de resistir en Cartagena, estimulando al mismo tiempo con el ejemplo a Cádiz, a Barcelona, a los verdaderos federales instransigentes, que, si de momento estaban apoyados, nadie podría decir lo que sucedería mañana". Salud y Federación y "esa eterna aventura frustrada de los cartageneros". Esa sí que hay que subrayarla, y no solo con rojo: "Esa eterna aventura frustrada de los cartageneros". Repetirla en bucle, hasta que se entienda, como la sintonía de Succession, como la resignación de que la derrota es eterna. Coda: Y a las malas, siempre recordar la frae de Javier Eder en su Dignidad en la derrota: "La política no debe ser más que la forma de conciliar las soberanías individuales".

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