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A falta de un mapa físico de España, a falta de otro político en el que visualizar banderas y partidos, Carlos Alsina y su equipo empiezan su especial de 1931 con una ilustración sonora desde el uno de enero en el que repasa la situación de España y sus ciudades, de sus hombres y mujeres, de sus puestos de trabajo y sus periódicos, del número de radios y de cines, de cócteles Berenguer que debían enterrar 1930. Y un Te Deum real, Alfonso y Victoria Eugenia y su prole y la opinión que tienen muchos políticos y exministros, y los periódicos y sus inclinaciones políticas (y tenía que salir, sí o sí, el nombre de Chaves Nogales de aquella España de 23 millones de habitantes, y de la crisis y el crack del 29, nada nuevo bajo el sol. Y como si de un zapaterismo se tratara o de un rajoyismo de turno, se eleva el desempleo y hay huida rural irisimoniana. O no. O todo aquello fue un sueño, que se inventaron La Vanguardia y El Imparcial, Ahora y Heraldo y todo lo demás. Será por etiquetas...si estaban pegados a la botella, que diría el hombre de la camisa verde. Y ya había películas con sonido, casi nada, y seguían las zarzuelas y teatrillo y fútbol y tenis. Y aparecen nombres desde el principio, muchos nombres y leyes, con aquella vieja constitución de 1876, más atrasada que un vodka sin alcohol con un parlamento muerto siete años atrás. ¿Quién apoyó a Primo de Rivera? ¿Quién se acuerda de García Prieto y de Romanones y de Melquíades Álvarez? Nadie se acordaba, o sí, de 1923 en 1931. O sí. Libérrimo, se escucha en 1931. Y se pretendía volver atrás como si nada, como si aquella dictadura apoyada por reyes, izquierdas y derechas, se olvidar. Y nombres de izquierda y de derecha dan su apoyo a otra idea, y encuestas (¿encuestas, de verdad?). Y viva Belmonte y los belmontes. Y Jaca y Cuatro Vientos, y los juicios y los testimonios, y los intelectuales que pedían la república, y Galán y Hernández, y los errores Berenguer y Aznar, y las elecciones que nunca llegaban, y ese Domingo de Ramos y ese Domingo de Resurrección, y las falsas promesas y alterar el orden, y creerte superior a los demás y no creer en los éxitos ajenos. Autogiros, aparatos dentales, televisiones y radios, de todo un poco. Y los mitines, y ERC, y los esperado y las salidas, y los abrazos tras la cárccel, y los tribunales y sus notas, y el pasado y Mola y Ramón Franco siempre en el horizonte. ¿Qué hacer y qué no hacer? Y otra vez Romanones, y un 12, y un 13, y un 14… Yo lo hubiera terminado de otra forma, pero sigue siendo brillante.
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